Por Mariano Rivera
Habiendo pasado por las aulas del Politécnico
primero como alumno y después como maestro, me pareció interesante la forma en
la que sucedieron los eventos que hasta el momento han cobrado la
cabeza de la Directora del IPN que por incapacidad o soberbia, o quizás ambas,
incubaron la semilla de un conflicto que hasta ahora ha tenido capítulos
que ningún guionista imaginó.
La interlocución que el protagónico secretario
de Gobernación tuvo con los estudiantes en plena manifestación añadió un
toquecito de tensión telenovelera que la mayoría de la prensa calificó de
atinada y hasta ejemplar. El movimiento a mi entender estaba plenamente
justificado al menos por la torpeza y la forma con la que el proyecto fue
lanzado por parte de la dirección. Sin embargo, a la imprudente propuesta
de la directora se añadieron otros ingredientes que se combinaron para formar
la tormenta perfecta. Uno de ellos fue el rumor. Aquella participación masiva
fue incentivada por un rumor que preocupaba y mucho a los estudiantes. De boca
en boca se decía que el nuevo reglamento otorgaría a los egresados el título de
técnicos en lugar de ingenieros, fundamento que me resultó inverosímil,
pero a pesar de lo aberrante, e ilógico de tal idea, lo recurrente del rumor me
orilló a buscar en internet la propuesta emitida por la Dirección para así
desmentir o corroborar lo que la gente comentaba. Y en ese caso lo desmentían.