Por Alejandro
Mario Fonseca
102 policías comunitarios para la Unidad Tlatelolco desde septiembre de 2014. |
Tlatelolco, nuestra urbe, ya
cuenta con una nueva policía “comunitaria”. Como sabemos serán alrededor de 10
policías por sección, en activo todo el tiempo. 100 nuevos elementos policíacos
fueron presentados por el delegado Alejandro Fernández ante la comunidad a
principios de septiembre. Bien, lo que entendemos, pensando en positivo, es que
nuestras autoridades quieren hacer las cosas bien: nos están tomado en cuenta.
Lo que tenemos que hacer ahora es
aprovechar la situación de apertura y propiciar la creación de un círculo
virtuoso de aprendizaje. Tanto los nuevos policías como los ciudadanos que
vivimos aquí debemos aprender a convivir. Tenemos que integrar a los nuevos
policías a nuestra comunidad lo más rápido posible, para que realmente sean
“comunitarios”. ¿Cómo hacerlo?
Necesitamos crear vínculos
basados en valores humanos. Aclaro, no los valores políticos como la democracia
o la libertad, tan vapuleados en estos tiempos de globalización, sino los
valores básicos, los de convivencia, los de cada día: al menos en principio, ya
veremos después.
Y al grano pues, ¿cómo nos
gustaría que fueran nuestros nuevos policías? Y digo nuestros, porque van a ser
nuestros, van a trabajar para nosotros, los ciudadanos que vivimos en
Tlatelolco. Aclarado este punto que parece obvio, pero no lo es, ya que si lo
entendemos cabalmente, vamos a tener que comprometernos, como ciudadanos, a
compartir el perfil básico que proponemos. Y este nuevo perfil o modelo no es
otro, al menos en principio, más que el del simple respeto a las buenas
costumbres y a las buenas maneras.
En un artículo anterior decía que
la nueva policía comunitaria tenía que ser de proximidad y solvente moralmente.
La proximidad se refiere a la cercanía, los policías tienen que ser parte de la
comunidad, conocidos por todos, con conocimiento de nuestros problemas. Esto va a llevar algún tiempo, es cuestión de perseverancia;
pero también tienen que contar con una base moral y ética, que garantice el
respeto necesario a su figura de autoridad y orden.
Y aquí viene lo más delicado del
asunto, en estos tiempos de globalización, neoliberalismo y capitalismo
salvaje, estamos dejando de lado la disciplina familiar de las buenas
costumbres, de las buenas maneras. Y sin esta disciplina básica, sería muy
difícil acceder a virtudes más avanzadas,
como la fidelidad, la templanza, la valentía o la justicia.No se trata
de otra cosa más que de la sana convivencia vecinal, de una virtud o mejor
dicho de una cualidad humana casi olvidada: la urbanidad.
Sé que la urbanidad es una
cualidad humana que se aprende en el seno familiar, se mama. El problema es que
en este México “moderno” que nos tocó vivir, en el que el PRI-gobierno ha
sacrificado la política del empleo por la de la droga. Entonces no es extraño
que en muchas de nuestras familias, tanto el padre como la madre tengan que
salir a trabajar todo el día, prestando poca atención a la educación de sus
hijos. Y si esto lo combinamos con la deserción escolar y la falta de empleo
para los jóvenes, el resultado es catastrófico: una juventud apática y sin
valores.
La urbanidad es una disciplina
normativa que busca cierta sociabilidad amable. Si se practica de manera cotidiana,
nos da la posibilidad de llegar a ser virtuosos. La urbanidad no inspira
siempre la bondad, la equidad o la gratitud, pero al menos tiene su apariencia:
hace que el ser humano aparezca de cara al exterior tal y como debería ser en
su interior. La urbanidad sólo es el comienzo, pero ya es algo, decir “por
favor” o “perdón” es hacer como que se es respetuoso, decir “gracias” es hacer
como que se es agradecido: es el inicio del agradecimiento y del respeto.
La urbanidad es la base de la sana convivencia
humana, también es la base de virtudes como la fidelidad, la prudencia, la
templanza, la valentía y la justicia. Valores todos que mucho nos gustaría ver
en nuestra flamante policía comunitaria de proximidad. Insisto, todo esto no
nos exime como ciudadanos de la necesidad de
asumir todos estos valores como propios. (Continuará).
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