Por Alejandro
Mario Fonseca
En mi artículo anterior esbocé una
crítica sobre la viabilidad de los gobiernos de coalición en nuestro país. Y
aun cuando he recibido algunos comentarios positivos, también los he recibido
negativos, y hasta insultantes. Así que me veo en la necesidad de profundizar un poquito sobe
el tema.
En primer lugar debo aclarar que mi
interés no es el de apoyar a ningún precandidato, sea del partido que sea. Mi
artículo lo escribí antes de que el alcalde de San Pedro Cholula expresara en
una conferencia de prensa su “posicionamiento contra el blindaje político de
Moreno Valle”.
Los límites del presidencialismo mexicano |
Mi interés es más académico que
político. Lo que me interesa es hacer una contribución, aunque modesta a la
comprensión de los límites del “presidencialismo” mexicano.
El
presidencialismo norteamericano
Un estudio a fondo de este modelo
sólo puede realizarse a partir del prototipo: los Estados Unidos. Pues aunque
en la actualidad, incluido nuestro país, hay medio centenar de regímenes
presidencialistas, la mayor parte no son más que una apariencia bajo la que se
oculta un poder personalizado, de base oligárquica y no sujeto a controles
democráticos.
En los Estados Unidos los poderes
ejecutivo y legislativo, al ser electos por sufragio directo, tienen la misma
legitimidad, por lo que no existe supremacía de uno sobre otro. Hay una
separación real de poderes y esta es uno de sus principales controles.
El presidencialismo tampoco cuenta
con los recursos que son propios del régimen parlamentario: caída del Gobierno
o disolución del Parlamento y convocatoria a nuevas elecciones. Sin embargo,
cuenta con un instrumento que le da legitimidad constante: el sistema de encuestas.
El presidente, elegido por sufragio
universal, directo o indirecto, representa la voluntad popular del mismo modo
que los Parlamentos europeos.
El único que dispone de capacidad
decisoria es el presidente, el cual no tiene que responder por sus actos ante
el Congreso, que no puede hacerle dimitir, por cuanto la separación de poderes
no establece dicho cauce. Con esto ya empezamos a comprender porque es tan
peligroso Trump.
Sin embargo el presidente ve limitada
su acción en:
1. Los presupuestos, sujetos al control de las Cámaras, que además poseen
la exclusiva legislativa, que por desgracia ahora tienen mayoría republicana;
2. Para el nombramiento de los altos
cargos públicos debe contar con el acuerdo y la opinión expresa del Senado; y
3. Donde el control senatorial se hace más evidente es en el área de la
política internacional, en la medida en que le corresponde la ratificación de
los tratados internacionales que el presidente le somete y que debe ratificar
por mayoría de 2/3. Ya veremos cómo se re negocia el Tratado de Libre Comercio.
El
“presidencialismo” mexicano
Son varios los rasgos distintivos que caracterizan al
régimen político mexicano y todos ellos hunden sus raíces en nuestro pasado
colonial.
Por un lado está el Virreinato,
modelo de dominación impuesto por España y fiel reflejo de su monarquía
absoluta, en el que sin duda se inspiraron las clases dirigentes que
capitanearon la Independencia, atraídas por el régimen norteamericano: no es
aventurado pensar que vieron en el presidente una moderna versión del virrey.
Por otro lado, no se pueden pasar por
alto la complejidad étnica y la peculiar estructura económica, cuyos efectos
llegan hasta nuestros días. Contrasta la importancia numérica de la población
indígena y mestiza, a la que se añadieron negros y mulatos, con la marginación
económica y social, a la que se vieron sometidos por la minoría criolla.
Asimismo, una economía basada en las
materias primas y una agricultura frecuentemente mono cultivadora, en manos de
grandes propietarios y sujeta a unas relaciones de intercambio desiguales,
constituyó un marco que hizo posible el dominio de unas pocas familias, al
tiempo que explica la dependencia internacional de nuestro país: peligrosamente
exclusiva de los Estados Unidos.
Conclusión
Nuestra democracia está en pañales,
apenas empiezan a respetarse las elecciones. El problema de fondo es que el
poder ejecutivo, llámese presidente o gobernador, hace prácticamente lo que se
le da la gana. Al no haber separación
real de poderes, al no respetarse la ley y al no tomarse en cuenta la opinión
pública, estamos condenados a la corrupción y a la impunidad.
Propuestas como la del gobernador
saliente de Puebla, de “legalizar” los gobiernos de coalición, no son más que
intentos por disfrazar y apuntalar todavía más un régimen político autoritario
de corte oligárquico.
El tema da para mucho más, por lo
pronto le recomiendo el texto Regímenes
Políticos, de José Luis Paniagua Soto, en el que me basé.
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