Por Alejandro Mario Fonseca
Las noticias son claras y
contundentes:
El FBI informó que apoya la
conclusión de la CIA de que Rusia interfirió en las elecciones presidenciales
de Estados Unidos con el objetivo de apoyar al candidato republicano Donald
Trump.
El presidente Barack Obama prometió
que Estados Unidos tomará represalias contra Rusia por su supuesta intromisión
cibernética en la elección presidencial, una acusación que el Kremlin niega
insistentemente.
La ex candidata demócrata a la Casa
Blanca, Hillary Clinton, aseguró que su derrota en las elecciones de 8 de
noviembre se debió a la confluencia de dos eventos “sin precedentes”: un
ciberataque ruso y la reapertura de la polémica del manejo de sus
comunicaciones digitales por parte del FBI.
Donald Trump y Vladimir Putin. |
¿Cómo explicarnos este giro
vertiginoso en la explicación de la derrota del sistema electoral democrático
más prestigiado del mundo? Porque la derrota no es nada más de la opción ilustrada, progresista y
modernizadora que encarnaba Hillary Clinton, sino de la percepción de
legitimidad de todo un proceso, incluso de toda una historia electoral
democratica.
Y es que aun cuando todavía no se
ofrecen pruebas de ninguna de las acusaciones, de lo que se trata es de una transición complicada, tras ocho años de gobierno difícil pero
exitoso de Obama, llegará al poder un personaje populista, autoritario,
depredador y guerrero. Las coincidencias entre los perfiles políticos de Putin
y Trump son enormes.
Además, las acusaciones de que Rusia
interfirió en el proceso electoral estadounidense también avivaron las
tensiones existentes entre ambos países sobre Siria, Ucrania y otros asuntos en
los que mantienen posturas enfrentadas.
El fracaso
de los modelos de dominación socialista
Y sí, es perfectamente posible, pero
para comprender cabalmente el fenómeno, primero hay que echar un vistazo al fracaso del socialismo soviético; y de los
otros socialismos, los de Europa del Este.
Se trata de ¨la caída del muro de Berlín”, del fracaso
de los modelos de dominación socialista, y para entenderlo es necesario asumir
el hecho de que la condición humana oscila entre los buenos deseos y las
restricciones que el control de los cambios impone.
Mientras que la Unión Soviética,
China y Cuba debieron su origen a una revolución socialista, el establecimiento
de las “democracias populares” en los países europeos se debió a:
1. El papel que comunistas y socialistas
desempeñaron frente a la ocupación nazi, junto con el protagonismo del ejército
soviético en la liberación de sus territorios; y
2. La formación de Frentes Nacionales
Populares y antifascistas, lo que después devendría en la constitución de los
partidos comunistas y de los regímenes socialistas.
El control
del cambio radical devino en autoritarismo
El objetivo inicial de conseguir una
sociedad sin clases, suprimiendo la propiedad privada, nunca se alcanzó a
plenitud, ya que en algunos sectores se conservaron las tradiciones, tanto
campesinas como artesanales.
Por otra parte la economía
planificada tampoco se dio planamente; el caso yugoslavo es el más claro
exponente de la versión descentralizada: sólo hay que ver lo que quedó de
Yugoslavia.
Lo que se impuso no fue una democracia,
en todos los regímenes socialistas el dominio del partido comunista siempre
estuvo fuera de toda duda: en la mayoría de los casos fue la única organización
existente.
En todas estas dictaduras “del
proletariado”, aunque en grado variable, se estableció una política restrictiva
de las libertades públicas, todo en aras del objetivo supremo: “igualdad”.
Este “socialismo real” incurrió en la
deformación de hacerse eminentemente burocrático y autoritario. Por eso es que
fácilmente se desmoronó: regresó la Rusia de los zares; o más bien, siempre
estuvo presente, aunque disfrazada.
¿Quién es
Rex Tillerson?
Vladimir Putin es el heredero de un
enorme poder centralizado, depredador y guerrero, que encarna una de las
mayores amenazas a la libertad y a la democracia en el mundo. Con la victoria
de Trump su poder se incrementa: coinciden prácticamente en todo.
Y como una prueba contundente de lo
que he apuntado hasta aquí, ahí está Rex Thillerson, el jefe máximo de la
gigante petrolera Exxon Mobil, propuesto por Trump para secretario de Estado,
que no nada más es amigo de Putin, sino también
su socio en un proyecto de 500 mil millones de dólares para perforar en
el ártico.
Pero, como dice Manuel Jáuregui en su
columna del diario Reforma: como secretario de Estado, Tillerson tendrá fuertes
conflictos de interés, ya veremos si el Congreso aprueba este nombramiento, tan
claramente inapropiado.
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