Alejandro Mario Fonseca
I
Raza de Abel, duerme, bebe y come;
Dios te sonríe complaciente.
Raza de Caín, en el fango
Arrástrate y muere miserablemente.
¡Raza de Abel, tu sacrificio
Halaga la nariz de Serafín!
Raza de Caín, tu suplicio,
¿Tendrá alguna vez fin?
Raza de Abel, ve tus sembrados
Y tus ganados crecer;
Raza de Caín, tus entrañas
Aúllan hambrientas como un viejo can.
Raza de Abel, calienta tu vientre
En el hogar patriarcal;
Raza de Caín, en tu antro
Tiembla de frío, ¡pobre chacal!
¡Raza de Abel, ama y pulula!
Tu oro también procrea.
Raza de Caín, corazón ardiente,
Guárdate de esos grandes apetitos.
¡Raza de Abel, tú creces y paces
Como las mariquitas de los bosques!
Raza de Caín, sobre los caminos
Arrastra tu prole hasta acorralarla.
II
¡Ah, raza de Abel, tu carroña
Abonará el suelo humeante!
Raza de Caín, tu quehacer
No se cumple suficientemente;
Raza de Abel, he aquí tu vergüenza:
¡El hierro vencido por el venablo!
¡Raza de Caín, sube al cielo y arroja a Dios sobre la tierra!
159 Delitos electorales en Puebla 2016. |
Los poetas
malditos
El poema que usted acaba de leer Abel y Caín lo escribió Charles
Baudelaire en 1861. Es parte de Las
flores del mal su libro más conocido y también el más escandaloso. Se trata
de un poema emblemático de toda una generación que encabezaron los franceses.
Se utiliza el título de Poetas
Malditos para designar a Baudelaire, Rimbaud, Verlaine y otros, que
llevaron a cabo una de las mayores
revoluciones estilísticas conocidas hasta la fecha.
Según los expertos, su poesía, dotada
de belleza y caracterizada por un aire
gótico y altamente destructivo, se alejó del romanticismo imperante en
la época y se desarrolló gracias a la creación de entornos evocadores y sugestivos.
Se trata de un estilo, extremadamente ajeno a la lógica y la razón, lo que les granjeó una mala fama y la incomprensión en vida que solo al pasar de
los años se pudo depurar. Si a esto agregamos que algunos de ellos llevaron una
vida desenfrenada, podemos entender eso de
malditos.
Para mi gusto los poetas malditos se convirtieron en todo
un paradigma (un modelo) de lo que vendría a ser, ya a fines del siglo XX la
crítica de la modernidad. Y es que su poesía expresa claramente un
rechazo a los valores convencionales del mundo burgués de fines del siglo XIX.
Son los años de los mayores éxitos de
la Revolución Industrial. Europa y los Estados Unidos se levantaban como
potencias mundiales que ya dominaban el mundo, industrializándolo,
democratizando y secularizándolo.
Pero había una trampa, había
hipocresía. En el fondo de la crítica de los poetas malditos está el rechazo a
los falsos valores cristianos de los empresarios, los banqueros, los
comerciantes y de los líderes políticos que conquistaban el mundo sin ninguna
consideración ética: el proyecto de la Ilustración “había fracasado”.
En nuestros días está pasando algo muy
parecido. Las críticas más lúcidas y radicales a los depredadores posmodernos
provienen de los artistas, de los intelectuales de las letras y de las ciencias
sociales; en suma de la gente más valiosa y sensible desde el punto de vista
moral y ético.
Nada más hay que ver quiénes son los
que día con día sostienen la batalla contra las fanfarronadas de Donald Trump,
de Mariano Rajoy, de la clase política mexicana, venezolana y demás. Pues ni
más ni menos que los “malditos”: los artistas, los intelectuales y los
periodistas serios y comprometidos.
Sacar al
diablo de nuestras instituciones
¿Tarea
imposible?
Toda esta reflexión me viene a la
mente debido a los últimos acontecimientos en la escena política mexicana. Nuestra
clase política se empeña en defender a toda costa sus prebendas, sus canonjías,
sus privilegios y demás: en defender su pacto con el diablo.
“Instituciones
que se pensaban consolidadas en México como el INE, la Fepade, el TEPJF y la
PGR, además de la inconclusa Fiscalía General de la República y la naciente
Fiscalía Nacional Anticorrupción tienen un común denominador: la actual
administración federal las ha minado.
Faltan ocho
meses para las elecciones de 2018 –en las que se elegirá Presidente de la
República, gobernadores, integrantes del Congreso de la Unión, entre otros– y
las instituciones encargadas de velar por la certeza de los comicios llegan
golpeadas a un proceso difícil, ante una oposición que se fortalece y un
partido oficial que ha demostrado que usará todos los recursos para mantenerse
en Los Pinos.
Hoy,
sostiene el analista político Enrique Toussaint, el Gobierno de Enrique Peña
Nieto es el principal responsable de la
mayor involución democrática que hemos visto en nuestro país en décadas por
privilegiar el sometimiento de las instituciones para evitar la autonomía de los poderes que podrían
juzgar la corrupción política”. (Cfr. SinEmbargo, Efrén Flores,
25/oct/17).
Estos últimos párrafos hacen alusión
a la frase de Andrés Manuel López Obrador, “al diablo con sus instituciones”,
pronunciada el 2 de julio de 2006. Y es que el diablo sigue metido en nuestras
instituciones y al parecer no hay manera de sacarlo. Efrén Flores concluye:
¿Llegaremos a 2018 sin un Fiscal
General y sin un Fiscal Anticorrupción; con una Procuraduría General de la
República (PGR) y una Fiscalía Especializada en Atención de Delitos Electorales
(FEPADE) prácticamente acéfalas; con un Instituto Nacional Electoral (INE) y
con un Tribunal Electoral del Poder Judicial (TEPJF) de la Federación
cuestionados?
¿Acaso Dios ya abandonó a los
mexicanos? Diría Baudelaire. Pero ya veremos qué sucede, porque también es
cierto que ya toda la oposición, con excepción de los panistas
calderonistas, se unió contra el PRI
gobierno.
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