Alejandro Mario Fonseca
La lectura puede darnos paz, es un vehículo para la paz. Nadie que esté leyendo está pegando, pateando o agrediendo a alguien, dijo la escritora Beatriz Gutiérrez Müller, el pasado domingo 3 de febrero en Mocorito Sinaloa.
Desterrar la idea de que leer es
aburrido, que los libros se encuentren a la mano y con un costo accesible,
además de convertir la lectura en un vehículo para la paz, son algunos de los
puntos de la Estrategia Nacional de Lectura presentada por el gobierno de AMLO.
AMLO detalló: Estamos promoviendo la lectura, porque necesitamos fortalecer valores
culturales, morales, espirituales. No sólo de pan vive el hombre… la felicidad
no solo es acumular bienes materiales, dinero, fama, títulos.
La verdadera
felicidad es estar bien con uno mismo, estar bien con nuestra conciencia y
estar bien con el prójimo, esa es la verdadera felicidad.
TENER A LA MANO UN DICCIONARIO |
No el lujo
barato, la ropa de marca, las alhajas, la troca, eso es efímero. Por eso es muy
importante el fortalecimiento de los valores”, dijo durante la presentación el
presidente López Obrador.
Pero lo que le faltó decir en esta
ocasión, fue que lo más grave es que México está sumido en la pobreza, la
corrupción y la impunidad, principalmente porque hemos estado gobernados por
políticos analfabetas.
Sí, estuvimos gobernados por
verdaderos analfabetas funcionales, ya he puesto muchos ejemplos en anteriores
artículos. Y lo más grave es que el problema continua, ya que muchos de los
políticos del actual gobierno morenista, pecan de lo mismo. Día con día la
prensa confirma lo que digo.
Nuestra clase política NO LEE. Por
eso estamos cómo estamos. A los mexicanos nos urge una clase política
ilustrada. La legislación electoral debe cambiar, hay que corregirla, los
requisitos para ocupar un puesto de elección popular deben ser más estrictos.
Por lo menos eso sí se puede remediar.
La fortuna
de haber leído desde pequeño
Pero pasando a la crítica de la
estrategia de AMLO, lo que no se puede remediar, al menos en el corto plazo, es
la grave situación en la que se encuentran la mayoría de los mexicanos.
Muchos no leen porque, a pesar de
saber leer, no comprenden lo que leen: su vocabulario es muy limitado. La
lectura debe fomentarse desde la infancia. Yo tuve la fortuna de haber crecido
en un ambiente que, aunque limitado, me ofreció la oportunidad de leer desde
muy temprana edad.
A fines de los años 50 mi padre
compraba todas las tardes las Últimas
Noticias de Excélsior. Cómo él ya las había leído seguramente en el autobús
camino a casa, mis hermanos y yo nos peleábamos el periódico vespertino para
leerlo.
También llegaban a mi casa revistas.
Recuerdo que estábamos suscritos al Selecciones
del Reader´s Digest una revista gringa de resúmenes de best sellers.
También llegaba la revista Life en
español.
Los domingos, muy temprano, mi padre
salía de casa y compraba la edición dominical del Excélsior. Que también devorábamos. Sobre todo las tiras cómicas,
que eran toda una sección y una delicia para nosotros los niños.
También leíamos, y eso lo hacíamos a
escondidas de mi papá, “cuentos”, así les llamábamos a las historietas
ilustradas, lo que ahora en tiempos de globalización llamamos “comics”.
Recuerdo Los supersabios, Chanoc, La Familia
Burrón, también caían en mis manos
los cuentos de Walt Disney y los de Superman.
Ya en la secundaria (siempre asistí a
escuelas públicas) hice mis primeras lecturas serias. Recuerdo el Cantar de mío Cid, El Periquillo Sarniento,
Don Quijote de la Mancha… Por cierto, este último fue para mí de difícil
lectura, el español medieval me resultaba aburrido, no fue sino hasta ya muy
recientemente, ya de viejo, que lo leí completo.
Leer con un
buen diccionario a la mano
Y en mi primera juventud, ya en la Escuela
Nacional Preparatoria, vendrían las lecturas importantes. Leí obras de Stefan
Sweig, Dostoievski, Hermann Hesse, Nietzsche, Marx y Engels, Marcuse, Octavio
Paz, García Márquez, etcétera. También seguí leyendo periódicos y revistas. Ah
y también monos, los monos de Eduardo del Río (Rius) y otros.
Ser pobre y asistir a escuelas
públicas no debe ser pretexto para no leer. Un niño o un joven al que le gusta
leer, se las ingenia para conseguir los libros, revistas y demás. El asunto
está en que de verdad le guste leer.
Pero cuando se trata de un joven
mayor o de un adulto que quiere leer pero no entiende lo que lee, el problema
es mucho mayor. Requiere de perseverancia y de un buen diccionario.
Cuando ya de profesor universitario
mis alumnos me decían que no les gustaba leer, lo que yo hacía era ponerles una
pequeña prueba de vocabulario, para que se dieran cuenta de que su problema era
de limitación de lenguaje.
Y es que si uno se pone a leer
cualquier texto, debe tener a la mano un buen diccionario. El que no sabe esto
hace el intento, se sienta a leer, pero se va encontrando con palabras que no
entiende, se las va saltando y al cabo de un rato se aburre porque no entiende
lo que está leyendo.
Conclusión
Así que ya de adulto se requiere de
perseverancia y de un buen diccionario. De niño el problema es muy distinto. De
lo que se trata es que a los niños les vaya gustando la lectura.
Es más, desde muy temprana edad,
cuando todavía no saben leer ni escribir, hay que sentarse con ellos todos los
días y leerles cuentos, fábulas, adivinanzas y demás. Y ya mayorcitos sus
primeras lecturas deben hacerse jugando.
Y ya cuando el niño lea sólo, hay que
estar cerca de él porque se va a ir encontrando con palaras que no entiende y
nos va a preguntar. Y muy pronto va a haber palabras que no vamos a saber
contestar o que de plano no sabemos, entonces hay que enseñarlo a usar el
diccionario.
Y ya para finalizar, regreso al tema
de inicio de este artículo. Es una verdadera desgracia que nuestra clase
política, en general, sea analfabeta funcional.
Urge que nos gobiernen mexicanos
medianamente preparados, y sobre todo que se tomen en serio sus funciones: que
lo hagan con responsabilidad y
sabiduría.
¡Enhorabuena! AMLO también en
Mocorito, en voz de Paco Ignacio Taibo II presentó una estrategia para fomentar
la lectura. Esto no sucedía desde el gobierno de López Mateos haya por los años
60, cuando el poeta Jaime Torres Bodet fue secretario de educación.
Es una lástima que la prensa, sobre
todo la televisiva haya presentado lo de Mocorito como si todo se redujera a
abaratar los libros. Así que dejo para mi próximo artículo una crítica más
completa de la nueva Estrategia Nacional de Lectura de AMLO.
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