lunes, 18 de marzo de 2019

¿100 días de gobierno? AMLO sigue en campaña

Alejandro Mario Fonseca

Oficialmente Andrés Manuel López Obrador lleva gobernando México 100 días. La verdad es que son muchos más porque hay que incluir, por lo menos, los últimos seis meses del gobierno de Peña Nieto. Pero no gobierna, sigue en campaña.

Peña quedó borrado del mapa político mexicano desde julio del 2018 ya que desde entonces México está pendiente de lo que dice o hace el tabasqueño. Y valla que su discurso es más que dominante, es avasallador.

Sí, avasallador, arrollador, exigente, intransigente; y a veces también  dictatorial, desmedido, intolerante y hasta injusto. Uuuuuffff ¿todo eso? Pues sí.

Su “gobierno” está basado en el discurso. Sus conferencias mañaneras nos tienen interesados, absortos, perplejos,… a veces también divertidos o alicaídos, etcétera. También a veces, resultan incluso hipnotizantes.

Lo mismo pasaba con los discursos de Fidel Castro y aunque en menor grado con los de Hugo Chávez. El comandante Castro sí que hipnotizaba a las masas en discursos que duraban horas: era un maestro de la oratoria.

AMLO no es buen orador, resulta lento, soso y a veces hasta aburrido, pero también hipnotiza. ¿Por qué? Las claves nos las da el especialista en discurso político Luis Antonio Espino, que escribe en letraslibres.com. (6/3/19).

AMLO y Manuel Bartlett

Su cercanía con la gente es real y poderosa
 Y es que AMLO es un presidente que sigue en campaña: tiene una comunicación centrada en la narrativa, los sentimientos y los símbolos: su uso de aviones comerciales, su auto modesto, su gusto por mostrarnos que come en lugares sencillos.

Y lo más importante, su uso magistral del lenguaje popular con fines de comunicación política, que  lo ha consolidado en la imaginación de muchas personas como un gobernante distinto, realmente cercano a la gente, ha creado un poderoso vínculo que se refleja en las encuestas.

Para la mayoría de los mexicanos, pobres y humildes, el discurso del presidente resulta catártico. La catarsis es la purificación de las pasiones de ánimo mediante las emociones que provoca la contemplación de una situación trágica.

Y eso es lo que nos explica Espino: Es muy claro el enorme poder de desahogo que tiene el castigo retórico que AMLO propina diariamente a las élites en sus discursos matutinos.

 Uno puede pensar que la gente se dará cuenta de que hay una enorme brecha entre sus palabras y sus acciones contra la corrupción o que sus linchamientos verbales rebasan los límites del abuso de poder, y que eso le va a costar popularidad.

Tal vez, pero mientras ese día llega, él ha conseguido persuadir a la mayoría de que está siendo implacable con los gobernantes previos, los empresarios, los medios, los “neoliberales” y los “corruptos”. Esta “reparación simbólica” explica mucho de su alta aprobación.


Un padre severo que regaña e insulta, pero convence y divierte
El tipo ideal de dominación de AMLO está resultando más que carismático, patrimonial en el sentido más puro de la palabra. Ha asumido un arquetipo profundamente conservador de “padre severo” que cumple roles patriarcales de proveedor (trabaja duro desde muy temprano para ver por los “hijos buenos”) y guardián de la moral (castiga a los “hijos malos”).

Al centrar su discurso en consideraciones morales, el presidente ha logrado el sueño de todo político: la gente lo valora por la bondad de sus intenciones, no por los resultados de sus acciones. Esto es muy positivo para AMLO, pero no necesariamente es positivo para la calidad de las decisiones del gobierno.

Y aquí viene algo que a muchos no les gusta, sobre todo a los panistas: está resultando un maestro del insulto fino. Espino le llama reificación que significa cosificación. En términos marxistas el concepto designa una forma particular de alienación o pérdida de la personalidad o de la identidad de una persona o de un colectivo.

La reificación le sirve a AMLO para reducir la valía de algunas personas o grupos ante la audiencia, lo que se puede lograr con calificativos denigrantes.

El presidente ha creado para ese fin un extenso catálogo de términos cargados de desprecio moral: “conservadores”, “mezquinos y neofascistas”, “corruptos”, “fifís”, “la mafia de la ciencia”, “machuchones”, etcétera.

Así que el tabasqueño ha resultado un “artista del insulto”, que además lo presume. Incluso hace gestos  para acompañar sus insultos; y esto, como ya dije, a algunos les molesta, pero a la mayoría los convence y hasta divierte.



Propaganda en lugar de comunicación
Lo más interesante es que para este analista (Espino) AMLO y su gobierno están usando predominantemente técnicas de propaganda política, no de comunicación gubernamental.

Mientras que la comunicación busca informar, brindar evidencia (datos), rendir cuentas y generar consensos sociales a favor de los planes de gobierno.

La propaganda busca generar lealtad a una persona o partido usando el conflicto y el contraste mediante la activación de emociones, el manejo de símbolos y la polarización.

Espino tiene razón pero es severo y exagerado en sus conclusiones. Tacha a AMLO como un maestro de la posverdad: algo muy cercano al pacto diabólico.

La posverdad​ o mentira emotiva es un neologismo que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales, en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales.  

100 días es muy poco tiempo para aventurar  una conclusión tan severa. Mucho de lo que dice Espino es razonable y cierto, pero no por ello AMLO es condenable tan rápido.

Hay que recordar que proviene de las filas del PRI, y todavía más claro, del PRI de izquierda. Esto significa que fue educado en la retórica y en la demagogia. Mi opinión personal, es que debemos darle tiempo para ver qué tan eficaces resultan sus políticas.

Lo que yo concluiría a “bote pronto” es que su forma personal de gobernar, patriarcal, propagandista y a veces hasta mentirosa, le está permitiendo afianzarse en el poder.

Y que si lo logra, a pesar de todas las adversidades internas y de la geopolítica (el poder financiero, petrolero  y armamentista), los frutos ya estarán por venir. Sí, son buenos deseos y lo digo por el bien de todos.

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