martes, 24 de abril de 2018

La esencia de la política: el debate

Alejandro Mario Fonseca
De alguna u otra manera todos hemos participado en un debate. Incluso desde niños hemos vivido esa característica innata del ser humano (del homo sapiens) de discutir, defender nuestro punto de vista y finalmente tomar una decisión.
En el salón de clases, en el campo de futbol o incluso en la organización de una fiesta o de un viaje, hemos debatido sobre cómo hacerlo, cuándo cómo y con qué. Normalmente el líder, el que sabe más sobre el tema es el que convence a los demás: pero la decisión final es colectiva.
Y precisamente esa es la esencia de la política. El homo sapiens también es un zóon politicón y la política en su acepción más amplia es la toma de decisiones colectivas.
Así que un debate es una discusión en la que dos o más personas opinan acerca de uno o varios temas y en la que cada uno expone sus ideas y defiende sus opiniones e intereses.
Un debate político clásico es el que se da en los parlamentos; en México sería el que se da en las cámaras de diputados y senadores. Pero también se dan debates, aunque muy pobres, en los órganos ciudadanos y judiciales, como en el Instituto Nacional Electoral o en la Suprema Corte de Justicia, por citar tan sólo dos ejemplos.

Foto: Forbes. com

La retórica
Pero antes de pasar al análisis crítico de los debates en el quehacer de la actividad política mexicana, veamos sus orígenes. Y estos están íntimamente ligados a la democracia clásica de la Grecia antigua en la que surgió la retórica.
En la actualidad la retórica es una disciplina transversal a distintos campos de conocimiento que se ocupa de estudiar y de sistematizar procedimientos y técnicas del empleo  del lenguaje; y aunque su finalidad es comunicativa,  también suele estar al servicio de una necesidad persuasiva o estética.
Así que la retórica no es exclusiva de los políticos, también la estudian los hombres de letras, los publicistas, periodistas, educadores, abogados, líderes religiosos; y desde luego también los politólogos y en general aquellos estudiosos de las ciencias sociales.
La retórica se configura como un sistema de procesos y recursos que actúan en distintos niveles en la construcción de un discurso. Tales elementos están estrechamente relacionados entre sí y todos ellos repercuten en los distintos ámbitos discursivos.
En la Grecia clásica se entendía como retórica el ars bene dicendi, esto es, la técnica de expresarse de manera adecuada para lograr la persuasión del destinatario.

Pericles el estadista
El siglo V antes  de Cristo, es el Siglo de Pericles, término acuñado al período de la historia de Atenas  en el que alcanzaron su apogeo diversas manifestaciones culturales. 
Pericles, el estratega, el político y el orador  ateniense, supo rodearse de las personalidades más destacadas de su tiempo: políticos, filósofos, arquitectos, historiadores, poetas, etc.
Fomentó las artes y las letras y dio a Atenas un esplendor que no se repitió a lo largo de su historia. Realizó también grandes obras públicas y mejoró la calidad de vida de sus ciudadanos.
Uno de sus grandes colaboradores fue Tucídides el historiador y militar ateniense que escribió La Guerra del Peloponeso. Relato que inicia haciendo un breve recorrido por los orígenes del pueblo griego, mencionando incluso la guerra de Troya  y con especial detenimiento en la historia reciente de Atenas.
Para Tucídides la auténtica razón, el auténtico motivo para que se desencadenara la guerra, fue tan sencillo como este:
La causa más verdadera, aunque a la que menos se manifiesta en las declaraciones, pienso que la constituye el hecho de que los atenienses al hacerse poderosos e inspirar miedo a los lacedemonios les obligaron a luchar.

Un paradigma clásico y moderno
Este día será para los griegos el principio de grandes desgracias”, es la frase que pronunció el último emisario que los espartanos enviaron a los atenienses al verse rechazado sin siquiera ser escuchado; tras esta frase dio comienzo la guerra.
El relato, la crónica de Tucídides está lleno de discursos, entre los cuales destaca la arenga de Pericles  a los caídos tras el primer año de guerra. Obra maestra de la oratoria, que condensa en breves palabras el espíritu del pueblo ateniense:
Tenemos un régimen político que no emula las leyes de otros pueblos, y más que imitadores de los demás, somos un modelo a seguir. Su nombre, debido a que el gobierno no depende de unos pocos sino de la mayoría, es democracia.
Y es precisamente éste párrafo de la oratoria de Pericles, el  que se ha convertido desde Maquiavelo hasta nuestros días en un verdadero paradigma de la democracia liberal moderna.
Y aunque algunos no nos gusten, por demagogos, a lo largo de la historia hemos tenido grandes oradores, expertos en retórica, que han brillado por la facilidad con  la que convencían a sus audiencias, por más grandes que estas fueran: Hitler, Mussolini, Chuchill, Kennedy, el Che Guevara, Martín Luther King, el peruano Alán García y muchos otros.
En México también hemos tenido grandes oradores, cito algunos: Iturbide, Guillermo Prieto, Melchor Ocampo,… y ya en los últimos tiempos, López Mateos, López Portillo y Colosio. No me acuerdo donde leí que los periodistas desde  la Revolución solían referirse a estos con el término de picos de oro.

El debate de los demagogos: todos contra AMLO
Pero mucho me temo que los picos de oro ya se extinguieron, brillan por su ausencia. Ahora lo que tenemos son políticos con labia, verdaderos demagogos que a base de verdades a medias, de mentiras e incluso de infamias, intentan defender sus canonjías y sus fortunas mal habidas.
La demagogia es un término que también proviene de la Grecia antigua. Se trata de una estrategia, muy utilizada en la actualidad, para conseguir el poder político, que consiste en apelar a prejuicios, emociones, miedos y perspectivas de la sociedad.
Los grandes demagogos suelen ser oradores que abusan de la ignorancia, de la desinformación y de la propaganda política. Y en consecuencia, lo que estamos por presenciar el domingo 22 de abril será un pobre debate.
Y es que con la excepción de Anaya y de López Obrador, los otros tres candidatos carecen de buena oratoria. Lo que no quiere decir que la de Anaya o la de  AMLO sean muy buenas, sino que suelen defenderse medianamente.
El tabasqueño se perfila como el ganador del debate y no tanto por su buena oratoria, como ya dije, sino por las debilidades de los otros cuatro. Margarita y el Bronco nada tienen que hacer allí, claramente van como provocadores.
Y mientras que Meade llega derrotado por las encuestas, ya veremos si el arrojo, la inteligencia y la juventud de Ricardo Anaya, logran imponerse a un viejo diablo con el colmillo retorcido en el que se ha convertido AMLO.

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