Por José Luis Hernández- Jiménez
En estos tiempos, no solo en Semana Santa, la inseguridad se
ha vuelto un verdadero calvario para quienes habitamos en la Ciudad de México o,
creo, en todo el país, porque… . Les platico:
Cuando, previo a la Presentación de mi libro, el profesor
Manuel Larrosa, politólogo de la UAM-I,
empezó a narrar el dramático asalto del que fue objeto, empecé a recordar lo
que me había sucedido días antes:
En San Pablo de las Salinas, en Tultitlán de Mariano Escobedo,
al norte de la capital, a las 12 horas del martes 6 de febrero del 2018, me
atreví a pegar un cartel en el que difundía la venta de un departamento, en el
poste de luz más cercano a la entrada de la Unidad Habitacional. Pero al estar
colocándolo, escuché una imperativa voz: “está usted detenido”. Al momento creí
que se trataba de una broma de algún conocido, pero no. Era un policía
afianzando su pistola al cinto, con su mano derecha. “¿No sabe que está
prohibido pegar propaganda?”, dijo otra voz a mi espalda. Era otro policía.
Estacionado a un lado, yacía un vehículo negro, era una patrulla
del municipio.
Foto: El Dìa de Tultitlàn |
Ambos, con una amabilidad que sentí fingida, tomáronme de los
brazos, empujándome hacia su vehículo; abrieron la puerta de atrás. Amablemente,
insisto, siguieron empujando hasta que quedé dentro. Cerraron, subieron también
y advirtieron: “Esto le va a salir muy caro”. ¿Por qué?, dije. “¡Porque está prohibido pegar carteles!”,
casi gritó el copiloto. Les repliqué que todas las paredes y muros de la zona
estaban llenas de carteles. Uno de ellos, aclaró “es porque tienen permiso”.
“Los que no tienen permiso deben pagar 3600 pesos de multa o
purgar una pena de 36 horas de arresto”, subrayó el chofer. Mientras el vehículo avanzaba por esas
calles, les hacía notar que había carteles pegados por todas partes y ¿todos
esos tienen permiso?, pregunté. “¡Sí,
todos!”. ¿Y a quién se le pide permiso? “¡Al Ayuntamiento!”
Luego de recorrer por varios minuitos varias calles de esa
zona del Estado de México, la patrulla ingresó al estacionamiento del juzgado
calificador. Bajó el copiloto y se dirigió a la oficina. En tanto, un extraño
diálogo se desarrolló entre el chofer de la patrulla y un servidor: “Entonces
qué jefe, ¿cómo nos arreglamos?”, me dijo.
“Pues, ustedes me regañan y me
dejan ir, luego voy a pedir el permiso correspondiente, y no le digo a nadie”, contesté. “Es que el
Bando Municipal es muy claro mire...”, y me mostró el cuadernillo. “Pero me es
difícil creer que los dueños de todos esos carteles que por doquier están, hayan
pedido permiso. ”Usted puede creer lo que quiera, díjome alzando la voz, y
tiene derecho a hacer una llamada para que localice a su abogado o persona de
su confianza, y que vengan a ayudarlo”.
“Pues como vengo de lejos (Iztapalapa), mejor me quedo las 36
horas, y luego los acuso”. Volteó a verme y preguntó: “¿De qué nos va a
acusar?” “De abuso de autoridad, porque nada pegué, apenas iba a empezar y
ustedes se aparecieron, por eso nadie los quiere”. “Mi familia sí me quiere….”,
“porque no lo conocen, pero ahora que lo vean en el periódico….” “¿Qué, usted
es periodista o qué?” ….En eso regresó el policía copiloto, y dijo: “No está la
licenciada y ¿qué pasó, ya se pusieron de acuerdo?”. Algo murmuraron entre
ellos y el recién llegado volteó para preguntarme:” ¿Y sus carteles que
anuncian?”, “Pues ahí los tiene, los puede leer”, le respondí.
“¡Ah, vende su departamento! Fíjese que tengo una
conocida que trabaja en esto de la venta
de inmuebles, le voy a dar un cartelito de estos. Tenga sus carteles”.
“Gracias, le dije, pero faltan los 200 pesos que iban pegados”. “Ah, esos son
para los refrescos”, me respondió. “Pero ahora no tengo para comer ni para
regresarme”. Rápido me contestó: “No se preocupe, ahorita lo llevamos hasta la
avenida principal y ahí un colectivo lo lleva hasta Indios Verdes. Y para otra
vez jefe, cuando venga a pegar sus carteles, nos busca, nos da para los
refrescos, le damos una contraseña y pega sus papeles”. Entonces ¿ya no pido
permiso al Ayuntamiento? “No. Nos busca, nos ponemos de acuerdo y le damos su permiso”.
Llegamos a la avenida transitada, y amables me indicaron qué
transporte abordar y….
Dos semanas después, volví al sitio con la intensión de
mostrar el departamento a, al parecer, la conocida de aquel policía. Alguien me
llama por teléfono, contesto, cuelgo y…en ese instante, algunas calles antes de
que el colectivo arribara a la esquina
en la que se halla la unidad habitacional, un joven pasajero lo aborda y
empuñando una pistola escuadra, apuntándonos con ella, grita, para la sorpresa y
el susto de los doce pasajeros: “¡bájale chofer, que le bajes cabrón, voy a
asaltar a tu pasaje! ¡A ver cabrones, sus celulares, todos sus celulares!” Para
colmo, todos llevan sus teléfonos a la vista, pues lo estaban utilizando. Hasta
yo, que no acostumbro hacerlo.
En cuestión de segundos, todos entregan sus aparatos al
ladrón. Cuando éste mira el mío… ¡no lo coge! Me mira con lástima, pero me
arrebata un billete de 50 pesos que llevaba en la otra mano. Se baja no sin
amenazarnos de nuevo y corre… hacia el colectivo que viene detrás. Todos vemos
que le hace la parada y… “¡Hay que llamar a la policía!”, grita una de las
pasajeras. “¿Y con qué?”, dice otra. Una señora nada dice pero por sus mejillas
corren lágrimas. Otra me dice, “no se preocupe, yo le pago su pasaje. Hay que
ayudarnos ¿no creen? Uno de los jóvenes asaltados, pide bajar y corre para
reportar el hecho pues, nos dice, acababa de estrenar su aparato que le
costó…. ¡20 mil pesos! “¡Pero así le ha
de ir al maldecido!”, grita una señora mayor. Entre nosotros reina el puro
desconcierto.
Una señora me pregunta ¿y el ratero por qué no quiso el suyo?
Les muestro mi celular y….” ¡Ah, con razón, estos roban caro!” (Mi celular es
un “clásico” Nokia, solo opera como teléfono y me costó 70 pesos; además es la
segunda ocasión que algún ratero “desprecia” mi aparato. ¡Qué humillación!).
Todo esto recordaba, el pasado 22 de marzo, en el auditorio
de la UAM-I en el que estaba por Presentar mi libro, y el Profesor Manuel Larrosa,
aún pálido y desencajado, narraba que tres semanas atrás, pero por el rumbo de
esa universidad, o sea en Iztapalapa, había sido asaltado, con más violencia
que en mi caso (que ya parezco cliente de la delincuencia) cuando iba en su
propio vehículo, rumbo a dicha escuela.
Por eso, insisto, estimados cuatro o cinco lectores, que la
inseguridad, de todos los niveles y grados, es como un calvario permanente en
todas partes y no solo en Semana Santa. ¿O ustedes cómo ven la situación?
Notitas: Una.- Que la entrevista que, sobre mi libro, “Cuando correteábamos
utiopias”, me hicieron mis cuates del periódico “La Crónica de hoy”, fue
publicada el martes 27 de marzo. Gracias. Dos.-
Que como el jueves 5 de abril, se cumplen 21 años del fallecimiento del Ingeniero
Heberto Castillo Martínez, líder verdadero de luchadores sociales que con ética
y congruencia de por medio, pugnaron y pugnan aún los sobrevivientes, por un
México mejor, en dicha fecha digo, algunos de sus “alumnos”, le rendiremos un
homenaje. Será en donde está uno de sus bustos, en el jardín Aguascalientes,
sobre la avenida Eduardo Molina (Eje 3 oriente), frente a la entrada del Archivo General de la Nación (inmueble
que antes fuera sede del penal de Lecumberri), en la CDMX. La cita es a las 16 horas. Y las estaciones del
Metro más cercanas son “Morelos” y “San Lázaro”. Por si gustan acudir. Tres.- Que, por cierto, sobre el mismo
tema, personas amables me entrevistaron para un programa televisivo por
Internet, de Laura Itzel Castillo (ver su página de Facebook) el cual se
proyecta ese mismo jueves 5, pero a las 18 horas, Igual, por si gustan verlo. Cuatro.- Que, como se reclamaba desde
las luchas izquierdistas de los años sesentas, setentas y ochentas, yo voto
porque ya, de inmediato, saquen de la CDMX, el Aeropuerto Internacional “Benito
Juárez” pues, por el riesgo que representa, es una bomba de tiempo, un foco de
contaminación permanente y la causa de la sordera de miles de capitalinos que habitan
en su entorno. Cinco.- Que si gustan
leer algo bueno, sugiéroles “De Espartaco al Ché y de Nerón a Nixon, lecturas
de historia universal”, Editorial Pueblo Nuevo. Digo, ahora que, el 30 de marzo
inician formalmente las campañas electorales, bien harían los cuatro candidotes,
en leer textos como el citado, ya que les ayudaría y nos ayudaría a todos, para llegar a tener algún día, representantes
cultos. Seis.- Que si hacen ejercicio diario, mis estimados
y estimadas, se van a poner jóvenes (as) y bellos (as). He dicho.
Correo E hernandez-jimenez2012@hotmail.com
México, CdMx, a 28 de marzo del 2018.
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