Por Aurelio
Cuevas*
Outsourcing es uno de los temas de la Reforma Laboral |
En
septiembre desde Los Pinos se mandó al Poder Legislativo -en calidad de
“iniciativa preferente”- una propuesta
de cambio a la Ley Federal del Trabajo, cuyo trasfondo es fomentar la
inestabilidad laboral y reducir el salario real de los trabajadores y empleados
del sector privado. La finalidad central de la reforma laboral es que busca lubricar
un “crecimiento económico” orientado a beneficiar a las empresas…
transnacionales.
Cuatro
aspectos ilustran la esencia de la normatividad laboral que busca aprobarse:
avalar el “despido relámpago” del trabajador solo con la decisión patronal, aprobar
el “outsourcing” (la subcontratación) como sistema de reclutamiento de mano de
obra haciendo a un lado al sindicato, eliminar el salario mínimo remunerador (con
pago obligatorio de 8 horas por jornada tal como lo señala la Ley aún vigente) con
el sistema de contratos por hora, y liquidar prestaciones (aguinaldos, derechos
de antigüedad y jubilación).
Hay
algunas propuestas en la reforma que son dignas de mención: la transparencia en
las finanzas sindicales, sobre todo en el uso de las cuotas de los agremiados, y
la elección con voto directo y secreto de los dirigentes, en lugar de la
designación “a mano alzada” durante la asamblea gremial. Otra propuesta es la
divulgación de los contratos colectivos en medios de consulta pública como el
Internet. Sin embargo, estas propuestas fueron puestas en segundo plano por los
legisladores (en particular los priistas).
Un
comentario aparte merece la modalidad que se trata de imponer al emplazamiento
de huelga, ya que este solo tendrá curso legal ante las autoridades respectivas
solo si la representación sindical presenta ¡todas las firmas! de sus agremiados (sea que estén a favor o en
contra de dicha medida). Se abre así la posibilidad de que la parte patronal soborne
a los trabajadores o que altere el número de los registrados en nómina para
evitar el emplazamiento. Se liquida así en los hechos el derecho de huelga.
Sin
lugar a dudas es deseable efectuar cambios a una ley reglamentaria que se
decretó en 1970, cuando el país tenía condiciones económicas, políticas y
sociales diferentes a las actuales. Los problemas del desempleo, subempleo e
informalidad se han incrementado -y siguen creciendo- desde hace poco más de tres décadas. Urge brindar
oportunidades de trabajo a los varios millones de jóvenes que ni estudian ni
trabajan (los llamados “ninis”), y que no tienen un ingreso siquiera modesto para
cubrir sus necesidades.
Entonces
¿Por qué se busca efectuar una reforma de
tal índole sin realizar un cabildeo previo con los diversos agentes políticos
nacionales, y no como “iniciativa preferente” del Presidente que obedece en
buena parte a presiones del extranjero? Recién alguien me comentó que en Brasil
hay mucha gente que se para al borde de las carreteras mostrando a los
automovilistas letreros que dicen “¡Trabajo por una comida!”.
Sin
ir tan lejos hoy es común hallar en zonas aledañas a la ciudad de México, como
en el municipio mexiquense de Tecamac, a infinidad de jóvenes con una mochila o
bulto en la espalda, que solicitan trabajo “de lo que sea” en cualquier pequeño
comercio. La respuesta que obtienen a su petición es una negativa rotunda. Ante
este problema social es necesario buscar soluciones imaginativas y respetuosas
de la dignidad humana, y no generar normas laborales que solo encubren una
esclavitud moderna.
*Sociólogo
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