El Camino Real de Tierra Adentro empezaba en Tlatelolco
Arq. Arturo Garrido y Rodríguez
En la inmensa
ciudad de México con cientos de colonias y millones de habitantes, hay miles de
historias contadas otras por contar. Una de estas historias es la que
relataremos a continuación, la del “Testigo olvidado”.
Yendo rumbo al
norte de la ciudad, nos acercaremos al antiguo barrio de San Simón Tolnahuac,
barrio de prosapia meshica. Ahí encontraremos un monumento olvidado que tiene
cientos de años encima. Pero acerquémonos y prestándole nuestra voz, escuchemos,
primero como un susurro, como si fuera el viento, después con más claridad nos
empezará a contar su historia :
Por este mismo
lugar, trescientos años antes de que existiera, transitaban con paso presuroso
innumerables tamemes como una fila de
hormigas conducidos por los pochtecas,
salían de Tlatelolco llevando entre otras cosas mantas finas, cerámica, cacao,
plumas preciosas y regresaban al gran tianguis de Tlatelolco cargando productos
como oro, turquesas, cinabrio, conchas y caracoles. Cien años después
aparecieron otros viajeros, de tez pálida y brillante armadura que acompañados
por una muchedumbre de pueblos enemigos, cercaron y atacaron a la doble ciudad
de Tenochtitlan y Tlatelolco, tomándola y destruyéndola.
Los recién llegados decidieron construir su ciudad en el mismo lugar, ocultando la antigua en los cimientos de la nueva. El camino quedó en tan mal estado, que durante algún tiempo no fue posible utilizarlo, pero el descubrimiento de minas de plata en el norte de la Nueva España, sirvió para que se reparara y volviera a su antigua actividad llevando artículos y trayendo plata.
Así fue durante
cerca de dos siglos, hasta llegar al año de 1691, en que gobernaba Gaspar de la
Cerda Sandoval Silva y Mendoza, conde de Galve y virrey de la Nueva España. En
el verano del año de 1691 llovió en demasía, tanto en la cuenca de México como
en el valle de Puebla. Se echaron a perder así tanto las siembras de trigo como
las de maíz. Desde el domingo10 de julio hasta el 22 del mismo mes, estuvo
lloviendo casi constantemente en la cuenca de México provocando que se
inundaran los campos circundantes y la misma capital del virreinato. Desde la
Calzada de los Misterios en toda su longitud, hasta los pueblos vecinos de
Tlalnepantla, Atzcapotzalco y Tacuba, todo era un lago con una profundidad de
hasta dos varas ( 1.676 mts.). Lo mismo se daba entre la Calzada de la Piedad y
la de San Antón ( San Antonio Abad ). Como lo reporta el sabio Don Carlos de
Sigüenza y Góngora "nadie entraba en la
ciudad por no estar andables los caminos y las calzadas" esto a su vez
ocasionó una tremenda carestía y elevación de los precios de los comestibles.
Prácticamente casi toda la ciudad de México parecía una enorme laguna, como en
tiempos de los aztecas.
Para agravar las
cosas un mes después, el 23 de agosto a las 8.47 de la mañana dio inicio un eclipse
total de sol, que provocó gran alarma en la población de la ciudad de México,
la cual corrió a los templos implorando por la misericordia divina, la calma únicamente
regresó al termino del eclipse y ya para las 9:30 todo había concluido. Sólo
algunas personas como Don Carlos de Sigüenza y Góngora lo observaron con
atención con su telescopio o "anteojo de larga vista", pero para el resto de
la población fue un mal augurio repitiendo una y otra vez "esas cosas del
cielo algo malo traerán".
Y así fue, pues en
la siguiente cosecha de trigo se hallaron las espigas sin grano atribuyéndose
al "chiahuiztli", este gusano de la
raíz de las plantas contaminó a las pocas que se habían salvado. Y no sólo fue
la plaga de ese gusano, sino también la aparición de una goma o resina
blanca que afectó tanto al trigo como a
los maíces. Nunca fue más cierto el dicho de “ les cayó el chahuistle “. La
escasez del pan comenzó a sentirse en septiembre de 1691, lo que provocó
desabasto y carestía. El virrey informado de la situación consultó a los
señores del Real Acuerdo y mandó a sus funcionarios a investigar al sur de la
cuenca en busca de alimentos, se le comunicó que algo había por el rumbo de
Chalco, pero los enviados a Puebla, le comunicaron que apenas había alimentos
para la subsistencia de la gente de aquel lugar.
También se
investigó en el valle de Atlixco, en el de San Salvador y en Huamantla, donde
había habido buenas cosechas, pero el alto costo del transporte lo hacia
prohibitivo. La carestía hizo que el pueblo comenzara a acudir en tropel a la
alhóndiga en busca de maíz, lo que hizo que se racionara, expendiendo solo una
cuartilla a cada comprador. Durante todo noviembre continuó la gran demanda, lo
que alarmó al virrey por lo que envió nuevamente a funcionarios a Chalco, así
como a los valles de Toluca, Ixtlahuaca y Metepec. De Chalco regresó el 20 de
enero de 1692 y de los demás valles hasta mediados de febrero del mismo año,
con la buena noticia que habían conseguido remesas considerables y cotidianas de
maíz para la alhóndiga de la Ciudad de México.
El virrey consideró
necesario también acudir por más maíz a tierra adentro, especialmente a Celaya
donde había sido buena la cosecha y estaba barato. Pero hubo dificultades para
traerlo porque los productores carecían de recuas. Envió a uno de sus
funcionarios a Celaya para que personalmente recaudara todo el maíz que hallase
y lo enviara sin dilación a esta capital. Y así con las remesas de Chalco,
Toluca y Celaya pareció que se lograba controlar la situación. Pero aún faltaba
otra desgracia, desde el 3 de febrero de 1692 hasta el 6 del mismo mes, hubo lo
que ahora llaman un frente frio, empezó a lloviznar con agua nieve y a nevar
sobre los montes y serranías como no había sucedido en un siglo. Esto, más el
frío excesivo al cual no estaba acostumbrada la gente ocasionó muchas muertes,
así como también en el ganado tanto mayor como menor y especialmente en el
mular. Por lo que a la carestía de pan y maíz se añadió ahora la falta de
carne.
Pero lo más sentido
fue la falta de recuas, ya que de ellas dependía el aprovisionamiento del
maíz. Agravándose la situación, el Conde
de Galve convocó a una asamblea de los vecinos más importantes de la capital,
la cual se llevó a cabo el 29 de abril de 1692, tomándose acuerdos que
facilitaron el transporte y venta del maíz. Una de las cosas que era necesario
hacer era reparar la calzada de Tenayuca que era el tramo inicial del Camino Real de Tierra Adentro, el cual
había quedado en muy malas condiciones a consecuencia de la inundación de 1691.
Para el mes de mayo gracias a la labor del virrey, ya no hubo falta notable de
maíz en la alhóndiga. Pero para fines de este mes empezaron a faltar las
remisiones de Chalco y de Celaya, estas últimas por falta de recuas.
Empezando junio
corrió el rumor de que se agotaba el maíz y toda la gente corrió a la alhóndiga
dando como resultado la muerte de una criatura, esto fue el 6 de junio, a
partir de entonces la protesta empezó a subir de tono llegando a su clímax el
domingo 8 de junio de 1692 con el incendio del palacio Virreinal y de las casas
del cabildo gobierno de la ciudad ) pero
esto es otra historia. * 1
Mientras tanto se
trabajaba en la reconstrucción de la calzada de Tenayuca y sus puentes gracias
al empeño del Conde de Galve y al haber obtenido el financiamiento del Real
Consulado ( antecedente de la Cámara de Comercio ), siendo en ese año Prior el
Cap. Luis Sáenz de Tagle, así pronto estuvo listo. Para celebrar su terminación
se decidió levantar un monumento conmemorativo cerca de la garita de Santiago,
en los linderos del barrio de San Simón Tolnahuac. Seguramente en el gran día
de la apertura, desde temprana hora empezaron a llegar grandes personajes de la
ciudad, para llegar poco después en medio de gran pompa, la guardia de
alabarderos con los estandartes reales, siguiéndolos la carroza del virrey, los ministros de la Audiencia,
los oficiales de la Real Hacienda, los miembros del Real Consulado, los representantes
del cabildo eclesiástico y seglar, y los prelados de las religiones,
especialmente los franciscanos de Tlatelolco, ya que la calzada se pondría bajo
la protección de Santiago Peregrino. Una vez estando todos presentes, se dijo
un discurso laudatorio en donde se dieron las gracias al virrey y al Consulado,
explicando los motivos de mi construcción y de la inscripción que tengo para
eterna memoria, a continuación se procedió a rociarme con agua bendita.
Fue así como inicié
mi existencia hace ya más de 320 años.
Ciudad de México
9 de diciembre de
2012
Escrito previo de
la investigación del agarrido05@hotmail.com
- 1.-Ver -México a través de los Siglos- Tomo Segundo, El Virreinato, Historia de la Dominación Española en México desde 1521 á 1808.
- D. Vicente Riva Palacio, 1887, edición de 1973.
MUCHAS GRACIAS POR TAN VALIOSA INFORMACION.
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