miércoles, 19 de diciembre de 2012

Hasta luego maestro, un lector de Vivir en Tlatelolco: Jesús Flores y Escalante


Colaboración especial

Miguel Angel Márez Tapia*

Jesús Flores y Escalante
en su oficina de la XEB
Foto: Archivo familiar
Gracias a la generosidad de la familia de “Don Jesús”, Blanca Lidia su esposa y sus hijas, Mónica y Lilian, su nieta Frida, asistimos el 27 de noviembre pasado, al homenaje en las instalaciones del Instituto Mexicano de la Radio (IMER),  él era gerente de la “XEB, La B Grande de México”, 1220AM, el programa fue conducido por su cómplice y compañero de toda la vida al crear la Asociación Mexicana de Estudios Fonográficos A.C, el doctor Pablo Dueñas, iniciando así:
Señoras y señores sean ustedes bienvenidos a este programa especial. El motivo que nos reúne el día de hoy es la figura de un hombre que se entregó por completo a la tarea de difundir nuestra cultura popular, en especial: nuestra música, nuestra gastronomía, nuestra historia. El profesor Jesús Flores y Escalante cumplió ayer un mes de su ausencia física; hoy cumpliría 68 años de vida. El Instituto Mexicano de la Radio le rinde un merecido homenaje. Por eso estamos aquí para hablar de una labor comprometida con algo muy importante para el maestro: el amor a su país, a su gente, a su cultura… (IMER, 27 de noviembre de 2012).

Jesús Flores y Escalante, era una persona que adoraba dominar la plática, comer bien y disfrutar de una buena compañía. Recuerdo la primera vez que platicamos, compartimos intereses e inquietudes literarias, fue un destello inmediato, parecía conocernos de mucho tiempo, así era de generoso como ser humano. Sin embargo, hubo una frase, además de varios consejos que no se me olvidan: “Tú me recuerdas a mí, cuando era joven, cuando inicié con mi primera revista, mis primeros libros”, me dijo don Jesús, esas frases marcan la memoria de cada uno de nosotros, algo similar me pasó años antes, cuando Carlos Monsiváis comentaba un trabajo de Carlos Puig, luego de una tertulia amena, sin ni siquiera pensarlo, Carlos me dijo al encontrarme enfrente de él: -“estudia periodismo”-, yo estaba realizando mis estudios de periodismo en la UNAM, -“en eso ando, Carlos”-, le respondí, por lo que me escribió de su puño y letra “Para Miguel Angel, próximo periodista”. Esos encuentros con maestros son los efímeros momentos que dan sentido a una vida. 

The Daily Picayune de Nuevo Orleans, jueves 16 de julio de 1846
Foto: Archivo 
Rescato un pasaje de su libro “Breve historia de comida mexicana” (Editorial Debolsillo, 2004), donde nos narra la historia del corresponsal de guerra más sobresaliente en 1846 a través del periódico New Orleans Picayune en plena invasión de Estados Unidos a nuestro país, George Wilkins Kendall, su figura es rescatada por Jesús Flores y Escalante, al considerarlo uno de los pocos norteamericanos que supieron degustar las delicias de la gastronomía mexicana, desde el menú carcelario que vivió por una temporada:  “a pan y agua” en las bartolinas de Santiago Tlatelolco y después en el leprosario de San Lázaro, donde Madame Calderón de la Barca lo visitó a finales de 1842. Una vez libre, Wilkins Kendall “pudo extasiarse a gusto con espumeantes tazas de chocolate, biscochos, dulces, galletitas de almendra, y como devoción, manducar casi con erotismo las soletas de las monjas del colegio de niñas” (Flores, 2004: 173).

George Wilkins Kendall,
corresponsal de guerra (1848)
Foto: Internet 
Además de ser periodista, Wilkins Kendall hizo una labor importante de espionaje por medio de sus corresponsalías, en el tiempo libre, salía a las calles a admirar el colorido, la vida cotidiana y la importante diversidad culinaria de la capital del siglo XIX: "Fruteros, hombres y mujeres, con inmensas cestas de deliciosas naranjas, melones, limas, plátanos y zapotes, sostenidas en la cabeza, caminaban gallardamente y a toda prisa en dirección de los mercados", como narró estupendamente Artemio de Valle Arizpe en su gran obra Calle Vieja y Calle Nueva (Editorial Jus, 1949), un mercado que Wilkins evitó mencionar en sus mensajes fue la memorable Plaza del Volador, (donde se localiza hoy la Suprema Corte de Justicia), espacio de abasto popular, pese a que los lugares que frecuentó el periodista, muchos de ellos de gran lujo, como la hostería La Gran Sociedad, estaba muy cerca del dicho mercado.

Plaza del Volador, siglo XIX
Foto: Tomada del texto
La cocina mexicana a través de los siglos 
Estas breves palabras, homenaje a la memoria del maestro. Entre muchas otras historias, se esboza la manera de Jesús Flores y Escalante,  su sensibilidad de rescatar y difundir a través del perpetuar en tinta sobre papel, la vida cotidiana y cultura popular de nuestro país.

*Antropólogo

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