“Promoción de la Igualdad de Género y Prevención de la Violencia
contra las Mujeres y las Niñas”.
Vagón de mujeres en el Metro. Ilustración de Zanate Pirata, de DeviantArt. |
Por Martha Mc
Hoy, un miércoles de mañana soleada, aunque fría, de noviembre,
en una ciudad cosmopolita, que no está en China, sino en México, llena de autos
y saturada de gente que corre en las calles, en transportes y en el tren
suburbano donde, abordo con dificultad, voy, van y vienen en tropel todos y
todas, ya no caben más, avanzamos con prisas, hay voces, gritos, ruidos,
sonrisas, y sí las veo, pero pasan y se pierden, veo también rostros mal
encarados y no, …no pasan, se quedan en mi reflexión, esa que me dice que la
rutina citadina lleva a los adultos, a jóvenes y a familias a un estado de
inconsciencia, pero no de esa, donde se pierde el sentido, no, es ese estado de
marasmo, donde la apatía carcome sin permitir que se sienta el dolor por el
constante atropello, pero donde duele sin saber cómo hacer que no suceda por la
necesidad de ir, de volver a casa, …y se vuelve costumbre, y se va quedando
como una enfermedad emocional “cuasi normal”,
lo observo todos los días en el colectivo, en ese recorrido por debajo
del suelo, por donde no pasa la luz del sol, durante el trayecto a mi trabajo,
de regreso y en medio de apretones y jalones, luchando por permanecer dentro,
es en el Metro, donde las mujeres jóvenes, maduras, ancianas, algunas niñas
cargando a otros niños y una panza de embarazo adolescente y hasta infantil que
evidentemente no estaba en sus planes, se les puede ver, también algunas más
obesas, otras delgadas, alegres, hostiles, y ¡Claro! …también algunos, pocos
pero filtrados hombres que se mueven con desgano, en “el lado” de mujeres,
teniendo más oportunidad en el suyo, el lado de hombres, se meten a
fuerza, van, vienen, como haciéndose los
que no saben donde están, y con quién sabe ¿Qué intenciones?, pero… dentro de ese
espacio femenino claramente definido por letreros y policías que lo indican
siempre, y que no se respeta, en el montón mal acomodado de cuerpos, que no se
sabe donde empiezan y donde acaban, ….y escucho, …sí, hay siempre comentarios
muy generales en las pláticas y, el común, …es entre todas criticado,
inconformes lo van expresando, pero
resignadas aceptando, …es el cómo ellos, esos tipos que van como escondidos en
la multitud para no ser repudiados, pero que se meten a fuerza en los escasos
tres vagones del metro, ¡solo tres!, que han sido destinados para uso exclusivo
de mujeres, y donde esos pocos hombres violentamente se meten como huyendo de
los otros siete vagones, destinados desproporcionadamente para ellos, ¡los
caballeros! …en cada convoy que avanza con diez carros.
Existe, se difunde un criterio, que erróneamente considera que
las mujeres que salimos a trabajar, somos mucho menos de la mitad de los
usuarios, y esta absurda disposición que me enoja, por ver el descaro, la
osadía y el irrespeto con esa indiferencia hacia el sentido común que dice
claramente y fomenta en cada letrero, y la sola percepción de que, en donde van
mujeres, ¡Es para mujeres! ¿Por qué lo hacen?, ¿¨Por qué se meten ahí?, si a leguas ven que en solo tres vagones no
cabemos todas las mujeres, tantas que somos la fuerza de trabajo que apoya al
país en todo ámbito y que salen, que salimos a luchar, y que visiblemente se suman cuando menos el
50 %, y no, …somos más y ¡Ya no cabemos!, La mayoría de ellas van con actitudes
hostiles y al mismo tiempo soportando sumisas, aunque frecuentemente escucho a
muchas que se rebelan, que al menos hablan inconformes, cuyos temas son siempre
sobre los peligros, la violencia, y
“siempre, siempre” sobre el tema de violencia familiar, del hostigamiento
sexual, van atentas cuidando sus bolsos y sus traseros alertas, contraídos
cuando se ve algún hombre en ese montón; hablan de sus líos en casa y en sus
trabajos de las injusticias laborales, hablan también de los feminicidios, que
si la política, que si el narco, que si los robos, secuestros y la inseguridad,
se notan permanentes MIEDOS en sus
conversaciones, en sus actitudes, en ¡Todas!, sus breves comentarios que
terminan invariablemente en un arrebatado y apresurado… ¡Adiós!,… ¡Cuídate
mucho!, …¡Me llamas al llegar!, o cualquier frase religiosa que hace ver la
angustia, el no querer soltarse como de la mano, como del afecto; esta condición de vida que se ha vuelto una
“norma” sin terminar de aceptarlo y, me cuestiono:
¿Será que cada día se hará más persistente vivir con miedo de no
regresar a casa? ¿Miedo de no volver a ver a sus seres queridos? ¿Temor a ser
ofendida y manoseada en el Metro, sin poder evitarlo?
Esta reflexión me lleva a
mirar desde otro ángulo esta rutina,
porque ciertamente en estas formas sociales de convivencia y con lo duro
del escarnio, esta modernidad ha convertido a las mujeres con nueva versión, en
Entidades sujetas de resistencia para soportar y para heredar la enseñanza a
las niñas, a los varones y niños de cada familia, mostrando que esa forma, es
un molde social en el que más tarde o más temprano tendrán que embonar, a pesar
de los discursos, de políticas que no se aplican, que a nadie le llegan o que
no importan, cuando los ciudadanos y madres trabajadoras, estamos más ocupados
en las deudas, en la injusta carrera por no llegar dos minutos después, a donde
igual vamos a llegar; en el desempleo, la preocupación por la supervivencia y
en el hambre familiar, pero ¡Eso sí!, ya enteradas y muy claras de que la
pobreza genera violencia, y no queremos más de eso; pero, esto vuelve a girar y
nos alcanza esa parte del circulo, de ese ciclo de vida cruel,
irremediablemente repetible, desde épocas antiguas, hoy, donde pareciera que ya se rompe, ese
delgado hilo aún lo detiene, y nos
regresa al patrón social, inmoral, cruel, lleno de misoginia, de abuso,
de incomprensión.
En los medios, cualquiera que sea, televisión libre o contratada,
revistas de mejor o menor calidad, periódicos, programas de radio, internet y
redes sociales, publicidad, gráficos,
juguetes, cine, etcétera. Es la
violencia hacia las mujeres y las niñas un mensaje de agravio permanente que
parece permitido, cotidiano.
No…. bueno, y además, la exposición comercial de la intimidad
femenina por vender productos, por la competencia de marcas, lo vuelve un tema
común y despectivo, que se expresa en
voces masculinas con frases irrespetuosas, que descalifican al pudor, la
opinión y hasta la participación femenina, la burla hacia el descontento o mal
humor provocado por un cólico o la aparente ligereza de algunas conductas
aprendidas involuntariamente, que estigmatiza a todas, formando en la mente
masculina, la que no lo entiende, esas contradicciones del discurso popular,
que no es congruente con la vida real, la de allá afuera, donde las pequeñas niñas lo escuchan, lo ven,
lo respiran, lo reproducen y hasta lo imitan, no siendo ya suficiente toda esta
afrenta, hasta graban y publican videos
de pequeñas, que aplaudidas por bailes con tubo o contorsiones de corte erótico,
por demás incongruente con lo infantil, vende, ¡Si vende! y me indigna que las
propias madres lo fomentan como una gracia, sin tener la conciencia de que lo
aprueban, lo inducen y desgraciadamente,
más tarde lo castigan con ofensas, con violencia y las adolescentes con el
compromiso sin consenso de la maternidad no deseada, que comenzó y termina
irremediablemente en abandono, si, con presencias que ignoran o en
soledad.
Es pues, una tarea difícil, esa tan trillada recuperación de los
Valores en la vida honorable de las mujeres, de los hombres, de las familias,
ese machismo que persiste, lo intentan, quieren no verlo a veces, por el honor
malentendido que solo protege al “señor”, pero solo para apartarlas de mundano
lenguaje verbal y corporal despectivo, hacia las imágenes del maltratador y sin dirigir el objetivo con el cuidado de
que no se repliquen estos arquetipos dentro de los hogares, en todos, …¡En
todos!, la humillación y el ultraje hacia las féminas madres, hermanas esposas,
hijas y hasta nietas, alcanza a todas, y se permite, …y se reproduce, con un
buen intento de hacerlo hasta más gráfico en las tele-series, en shows
realistas, como para hacer reflexión, como para enseñar, pero que funcionan
también como ejemplos, olvidando por algunos conceptos comerciales, que la
televisión también enseña, se ve y escucha sin supervisión, sin asegurarse de
que la calidad y el desarrollo del tema, no es percibido siempre positivamente
por el auditorio, y todo se ve reflejado en cualquier ámbito donde se reúnen
muchos, muchas, …como en el Metro, donde veo historias que se van entrelazando,
y que lastiman a mi ciudad, a mujeres y hombres, y que para mí, …cobran sentido
con la observación cotidiana y tan solo por cinco pesos en el Metro.
¿De dónde sacas 10 carros? Hay que contar de nuevo
ResponderEliminarAdemás de que sólo son 9 vagones (no 10), las restricciones de acceso son para los hombres, no para las mujeres. Las mujeres tienen la opción de subirse a los tres vagones exclusivos, o de "arriesgarse" a subir a los otros 6; eso no es recíproco para los hombres, que sólo podemos subirnos en los 6 no exclusivos. Es decir, las mujeres tienen la total libertad de tránsito en los transportes, y aunque es verdad que no representan el tercio de los usuarios, sino el estricto 51% por ciento como en los censos, nada les impide compartir el espacio con los hombres en los vagones que, ojo, NO SON EXCLUSIVOS NI PARA HOMBRES NI PARA MUJERES. Por otro lado, que haya hombres que se cuelan en los tres vagones exclusivos sí tiene su lado gandalla porque si sucede es únicamente por complicidad de los policías, porque sin eso es prácticamente imposible; pero considerarlo un abuso es exagerado y desproporcionado considerando que nosotros sólo tenemos derecho a usar 6 vagones contra los 9 que usan las mujeres. Además, el que lo hagan no asegura más allá de toda duda que sean acosadores sexuales: yo me subí toda la vida en el primer vagón del metro hasta que empezaron con estas restricciones, y no le hacía daño a nadie; sólo hasta después de estas medidas tan policíacas fue que, sólo por ser hombre, comencé a recibir de las mujeres improperios y ofensas por todo, hasta porque no les cedo el asiento cuando se les da la gana que sea yo quien lo haga teniendo otros más disponibles en otra parte de los vagones no exclusivos. Y ya que andamos instalados en la queja, a mí sí me ofende recibir el tratamiento de acosador sexual en potencia en el metro sólo porque soy hombre cuando a mí ni me van ni me vienen las mujeres; ahora que uso el último vagón, ellas son las más gandallas y pareciera que buscan colonizar especialmente ése por algún repentino ataque de moralina. Medidas policíacas y arbitarias como ésta no sólo resuelven el problema sino que fomentan otros; pero si de veras quieren que sea equitativo, lo correcto sería dividir el metro por la mitad y separar a los dos sexos, sin excepción alguna. En cuatro vagones y medio puras mujeres, y en los otros cuatro y medio puros hombres. Igual no acabarían los abusos ni la discriminación, pero no sería una medida tan porosa y mal aplicada
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar