Alejandro Mario Fonseca
4 de noviembre de 2015
(Para mi amigo
México rompió con su pasado. La Suprema Corte de
Justicia de la Nación, por cuatro votos a favor y uno en contra, ha abierto las
puertas a la legalización de la marihuana con fines lúdicos y sin ánimo de
lucro. La histórica decisión supone un paso de gigante para un país que durante
años ha combatido a sangre y fuego el narcotráfico.
Mariguana foto tomada de Internet |
Nuevamente, como ya ocurriera con el matrimonio gay,
han sido los jueces los que han tomado la iniciativa frente a una opinión
pública mayoritariamente en contra y unos partidos titubeantes. En este caso,
los magistrados han primado la libertad personal sobre los daños a la salud. Y
aunque el fallo circunscribe la autorización para el consumo, cultivo y
posesión a los pleiteantes, en la práctica pone en marcha el mecanismo para una
legalización más amplia.
“No estamos
ante una cuestión penal, sino de modelo de vida y libertad de la persona”,
afirmó la magistrada Olga Sánchez Cordero. Un giro copernicano en el que han
sido determinantes los avances registrados en los Estados Unidos, pero también
una estrategia jurídica diseñada para este fin. (El País 5/XI/2015).
Cuando yo era muy joven, por allá a fines de los
años sesenta, vivía en Tlatelolco, en la ciudad de México. Mis padres se habían
ido a vivir a Guadalajara para buscar un mejor clima que ayudara a mi madre en
su combate de cáncer de pulmón debido al consumo de tabaco. Así que nos dejaron,
a mi hermano Toño y a mí, un departamento para que continuáramos nuestros
estudios en la UNAM.
Era la época de la liberación sexual (ya se había
inventado la píldora anticonceptiva), del marxismo, la literatura y el cine de
arte, pero también de los jipis, del amor y paz, del rock and rol y de la
mariguana.
Me acuerdo muy bien que la marihuana vino del
norte, la consumían de manera cotidiana estudiantes, que vivían en
departamentos pagados por sus padres en Tlatelolco, eran de clase media alta y
alta que venían de Tijuana, de Culiacán, Ensenada y otras ciudades de la
frontera. Algunos de ellos la conseguían en cantidades regulares y la
revendían. También la vendían policías, soldados, estudiantes de arte y adictos
que vivían o pernoctaban en los cuartos de las azoteas de los edificios.
Sobre todo en las fiestas, que llamábamos tardeadas
o tocadas, se consumía aunque no de manera generalizada. No recuerdo haber
visto nunca actos violentos relacionados con el consumo de la hierba; al
contrario, los fumadores eran muy tranquilos, incluso demasiado tranquilos.
A la vuelta de medio siglo la marihuana se
convirtió en la droga más popular en nuestro país. No tengo a la mano
estadísticas actualizadas de su consumo, pero no debe ser muy alto (tal vez de
un 15 %) comparado con los Estados Unidos. No hay porqué escandalizarse, se
trata de una buena noticia. Los adictos no son delincuentes, son en todo
caso enfermos.
Si el camino de la legalización ya empezó, lo que
sigue es su regulación y la atención a los adictos compulsivos. Lo deseable
sería que desde los centros de salud, desde los DIF municipales y
delegacionales se desplegara una campaña paralela de orientación y atención
para la juventud. ¡Enhorabuena! Al parecer el combate al narcotráfico en serio
ya empezó.
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