miércoles, 11 de enero de 2017

¿Qué debo hacer? ¿Qué hubieran hecho ustedes?

En su texto El alma del ateísmo, el filósofo francés André Comte-Esponville, apoyándose en La crítica de la razón pura de Kant se pregunta, ¿qué estudia la filosofía? Y para responder a algo tan general, tan básico, pero también tan complejo, aclara de inmediato, la filosofía pretende responder a tres preguntas: ¿qué puedo conocer? ¿qué debo hacer? y ¿qué me está permitido esperar?

Traigo a colación estás grandes cuestiones filosóficas porque últimamente me he estado preguntando ¿en qué cree el loco Trump? Ya sabemos que no estudia ni lee nada, no tiene tiempo, sólo está dedicado a hacer dinero (y ahora política); pero ¿es religioso?  ¿católico? ¿cristiano? No lo sé y para escribir esto ni siquiera me molesté en investigarlo, carece de importancia, en todo caso si dice ser cristiano, en el fondo no es más que un gran hipócrita.


Pero no vayamos tan lejos, veamos que sucede aquí en casa, en “el patio trasero” del imperio y preguntémonos ¿en qué cree nuestro presidente? Dando por descontado que no sigue ninguna corriente filosófica, porque tampoco lee, o en todo caso muy poco, sólo recuerda haber leído algunas partes de la Biblia; ya sabemos que es católico, todos lo vimos comulgar junto con su esposa de la mano del Papa Francisco. Así que me temo que se trata de otro hipócrita. ¿Qué no? Solo hay que ver su último sainete con relación al gasolinazo, con toda desfachatez  nos pregunta a los mexicanos ¿qué hubieran hecho ustedes?

¿Dónde comienza la modernidad?
Pero antes de continuar con la crítica política, regresemos  al texto de Comte-Sponville. Lo que el filósofo defiende es que, si bien la  religión y la espiritualidad son dos cosas distintas, a fin de cuentas “los ateos también tienen espíritu”. Pero entonces ¿por qué se interesan menos que los demás por la vida espiritual?

Su propuesta es pensar en una espiritualidad laica, sin Dios, sin dogmas y sin Iglesia. Lo que supone un gran desafío: la espiritualidad es algo demasiado precioso e importante, como para dejarlo en manos de los fanáticos. El laicismo no debe confundirse con el odio antirreligioso, hay que reivindicarlo como un amor que exige libertad, para uno mismo y para los demás.

Y regresando a Kant, nos aclara: no porque Dios me ordene algo está bien, sino que podemos creer que Dios ordena una cosa o acción porque es buena. Ya no es la religión lo que funda la moral, sino la moral la que funda la religión.

Y todavía más a fondo: para quien tiene religión, los deberes son divinos. Para quien no la tiene, los deberes continúan, se los impone uno mismo. Ahí es donde comienza la modernidad. Y remata: el siglo XXI será espiritual y laico o no será.

Comte-Sponville cita a Alain: la moral consiste en saberse espíritu y, por este motivo, absolutamente obligado, porque nobleza obliga. En la moral no hay otra cosa que el sentimiento de la dignidad. ¿Robar, violar, matar? No sería digno de mí: ni digno de lo que la humanidad ha alcanzado, ni digno de la educación que he recibido, ni digno de lo que soy y quiero ser. Por tanto, yo me lo prohíbo, y a esto es a lo que podemos llamar moral.

¿Qué hubieran hecho ustedes?
Y ahora sí, regresando a la crítica política, ¿qué debo hacer? se pregunta el presidente Peña Nieto. Bueno, no lo dijo así, pero en el fondo esa es la pregunta clave. Y la respuesta es para la mayoría de los mexicanos, pues ni más ni menos que lo que usted juró cuando tomó posesión del cargo: respetar y hacer respetar la ley y servir al pueblo de México. Pero ya es demasiado tarde. En combinación con la llegada del loco Trump al poder, nos espera un fin de sexenio todavía peor.

Como dice Jorge Zepeda Patterson en su última columna en Sin embargo: la frase de Peña Nieto para explicar el aumento en el precio de las gasolinas, “¿qué hubieran hecho ustedes?” es como la del cirujano: absolutamente reveladora. Es lo que argumenta alguien que se encuentra contra la pared en un último intento para justificarse, cuando todas las demás razones se han agotado.

Y continua con una respuesta demoledora: “Con su pregunta, Peña Nieto pretende que nos pongamos en sus zapatos. Una exigencia ilegitima porque él nunca se puso en los zapatos de tantos millones que viven bajo el apremio, la inseguridad y la injusticia. Millones que observaron durante cuatro años la manera en que gobernadores, legisladores, partidos políticos y funcionarios saqueaban a una escala nunca antes vista los recursos públicos”.

Y ya para terminar, regresando a las tres preguntas de Kant, ¿Qué puedo conocer? Pues casi todo, lo bueno y lo malo, por fortuna “la gran cloaca está abierta” como dijera Krauze. ¿Qué debo hacer? De acuerdo con la Ilustración y con la fe cristiana, actuar conforme al humanismo y la razón: lo que mi educación y mi dignidad humana me indican. Y por último ¿qué nos está permitido esperar? Para los creyentes la respuesta es sencilla: la salvación; pero para los que no lo somos pareciera que la esperanza se burla de nuestros razonamientos. ¿Usted qué opina?

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