viernes, 9 de febrero de 2018

El ego, ese pequeño gran problema de AMLO

Alejandro Mario Fonseca
Para los que han seguido mis artículos aquí en Vivir en Tlatelolco, que son pocos pero interesados en el análisis político, no es ningún secreto que una de mis pasiones es el Yoga.
El Yoga me hace bien, me da salud física y me permite enfocar mi mente y vivir en armonía con migo mismo y con todo lo que me rodea. El objetivo del Yoga es la atención mental plena en todo lo que hacemos.
Pero al grano, lo que hoy quiero es compartirles el concepto clásico de Yoga, el de Patanjali:
Yogah cittavrtti nirodhah [Y S I.2]
El yoga es el cese de movimientos en la consciencia.

Este es el segundo aforismo de los Yoga Sutras del sabio Patanjali. La clave para entenderlo está en el concepto de consciencia, que para Patanjali incluye la mente, la inteligencia y el ego.
El Yoga es un viaje hacia el núcleo duro de nuestro propio ser, nuestro Sí mismo. Es un difícil y largo camino en el que hay que ser perseverantes para lograr la paz interior. Y los que lo practican no  me dejaran mentir, lo más difícil es tranquilizar la mente.

AMLO en Xiutetelco Puebla. Foto: Sol de Puebla

¿Qué es el ego?
Con una buena técnica y con una actitud mística se controlan el cuerpo físico y el emocional, pero el control de la mente lleva más tiempo. Pero el control, o mejor dicho la restricción no es exclusivamente de la mente, también debemos restringir la inteligencia y el ego.
La inteligencia es elección, saber elegir, y más que restringirla hay que darle cause y dejarla gobernar nuestra vida. Pero el ego, ¿qué es el ego? ¿Por qué debemos restringir nuestro ego? Pues porque nos hace daño, es un obstáculo para nuestro desarrollo.
El ego es una camisa de fuerza, es una prisión, cobrar consciencia de su pequeñez es ya escapar de ella. La práctica correcta del Yoga nos da salud física, mental y emocional y corremos el peligro de caer en la trampa del egocentrismo, de la soberbia.
El Yoga también puede ser entendido como la experiencia de la naturaleza (o del universo si usted quiere), en su inmensidad, es una experiencia espiritual: porque ayuda al espíritu a liberarse, al menos en parte, de la estrecha prisión del Yo.
Así, la contemplación de la inmensidad que vuelve ridículo al ego, hace que mi egocentrismo, y por tanto la ansiedad, sea menos fuerte, algo menos opresivo. ¡Qué sosiego repentino cuando el ego de retira! Decimos los yoguis.

¿Qué dicen los psicólogos?
Pero el ego no es necesariamente malo, lo que le estoy diciendo desde mi experiencia es que d
ebemos controlarlo. Y es que el ego es, para la psicología, la instancia psíquica a través de la cual el individuo se reconoce como yo y es consciente de su propia identidad.
El ego, por lo tanto, es el punto de referencia de los fenómenos físicos y media entre la realidad del mundo exterior, los ideales del superyó y los instintos del ello.
Para el psicoanálisis freudiano el ello (id) está compuesto por los deseos y los impulsos. El superyó (superego), en cambio, está formado por la moral y las reglas que un sujeto respeta en la sociedad. El yo (ego), por último, es el equilibrio que permite que el hombre pueda satisfacer sus necesidades dentro de los parámetros sociales.
Aunque algunas corrientes rechazan esta división de la mente en tres personas diferenciadas, para Sigmund Freud la personalidad humana está compuesta tanto por los elementos conscientes como por los impulsos inconscientes.
El ego, que evoluciona con la edad, intenta cumplir con los deseos del ello de manera realista y conciliándolos con las exigencias del superyó. El yo, por lo tanto, cambia con el paso del tiempo y de acuerdo al mundo externo.
Freud cree que el ego trasciende el sentido de uno mismo para convertirse en un sistema de funciones psíquicas de defensa, funcionamiento intelectual, síntesis de la información y memoria, entre otras. El yo supone el primer paso del propio reconocimiento para experimentar alegría, castigo o culpabilidad. (Cfr. Definición.de).

El peor enemigo de AMLO es AMLO
Quise hacer todo este rodeo conceptual, para intentar comprender lo que le está pasando a Andrés Manuel López Obrador. O mejor dicho, lo que siempre le ha pasado.
Y sin ser psicólogo, cada vez me queda más claro que vive una tremenda presión entre sus deseos incumplidos y las realidades de una moral social y política que no acepta y que constantemente lo desafía.
Él mismo fue educado políticamente en las entrañas del ogro filantrópico. Creció en las filas del priismo patrimonialista y clientelar. Pero además de político era intelectual y crítico.
Y cuando lo frenaron en una carrera política muy temprana y agresiva, se radicalizo. La tensión entre sus deseos e impulsos (el ello), es decir su ambición política desenfrenada; y las realidades de un contexto político y social dramáticamente corrompido y adverso (el súper yo); determinaron que su ego (el yo) se robusteciera para permitirle sobrevivir en la adversidad.
Y aquí estamos, con un Andrés Manuel López Obrador más que patrimonialista, más que egocéntrico, francamente mesiánico. ¿Qué no? Tan sólo veamos lo que pasó el lunes pasado (5/2/18) en Xiutetelco, aquí en el estado de Puebla.

AMLO en Puebla
Se trata de un problema que están viviendo todos, los militantes, los de la cargada (principalmente los priistas) y los simpatizantes de MORENA. Todos los que quieren ser candidatos están con el alma en un hilo. Esperando a “ver que dicen las encuestas” en las que nadie cree.
Es una verdadera guerra de rumores, chismes, ataques y demás. Todos se acusan entre sí buscando atraer el dedo de AMLO. Y es que el “dedopeje” ya designó algunas candidaturas.
Para los cholultecas el caso de Nancy de  la Sierra es emblemático. Se trata de una avezada priista que ahora va por el senado cobijada por el PT. Pero, y aquí viene lo grave, también es la esposa del protagónico alcalde de Cholula y flamante militante de MORENA.
Y por si faltara poco, al parecer también la hermana del alcalde se registró, creo que buscando ser diputada por MORENA. Sólo falta que J. J. Espinosa intente imponer como candidatos a regidores a sus colaboradores de las jefaturas del Ayuntamiento.
Está bien, es legal, a ver “qué dicen las encuestas”. Pero entonces que AMLO no hable de monarquía ni del nepotismo de Moreno Valle por impulsar a su esposa Martha Erika Alonso para la gubernatura del estado.
Y lo más irónico fue que ante los abucheos a Nancy de la Sierra en la asamblea de Xiutetelco del pasado martes, AMLO regaño a los gritones y los llamó a la unidad; y para rematar los  obligó a un coro de siiii rotundo para sus imposiciones.
Más egocéntrico imposible, pero a pesar de todo sigue siendo el candidato mejor posicionado y además resulta ser el mejor de los tres, o mejor dicho, el menos peor. ¿Qué le parece?

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