Alejandro Mario Fonseca
Leo en la red de Internet, en la
página Definición.de: del
latín fraternitas, fraternidad es el afecto
y el vínculo entre hermanos o entre quienes se tratan como tales. El
concepto es sinónimo de hermandad, amistad y camaradería.
Ejemplos: “En un gesto de
fraternidad, el canciller visitó el país vecino para expresar el apoyo y la
solidaridad del gobierno”, “Marcos y yo estamos unidos por una
relación de fraternidad desde que teníamos tres años de edad”, “La fraternidad
se rompió cuando me traicionaste”.
Las organizaciones fraternales son
aquellas cuyos miembros se comportan como una hermandad. Las fraternidades son
habituales en las universidades
norteamericanas y en algunas europeas y latinoamericanas, así como en muchas
sociedades secretas (con organizaciones estrictas, acuerdos de
confidencialidad, etc.).
Y aquí vienen expresiones que dan
cuenta de lo más interesante de la definición: “Si un miembro de la
fraternidad está en problemas, tenemos la obligación de ayudarlo”. “La
fraternidad siempre ha estado conmigo en los momentos más difíciles”. “Quisiera
ingresar a la fraternidad, pero aún no me han iniciado”.
Pero, amable lector, lo invito a
profundizar un poquito en el concepto.
Repùblica amorosa Morena y PES |
Fraternidad:
un concepto filosófico
Pero el concepto de fraternidad
también incluye un contexto histórico y filosófico: está bien, comúnmente se
entiende por fraternidad a la unión y buena correspondencia
entre hermanos o entre los que se tratan como tales.
Pero también fue proclamada como
virtud tanto en
el Antiguo y como en el Nuevo Testamento. Además la fraternidad ya
había sido enseñada como principio filosófico por
los estoicos de Grecia y Roma.
Y desde el siglo XVIII diversas
escuelas filosóficas han apelado al sentimiento de fraternidad: los positivistas por
el altruismo; Stuart Mills y Herbert Spencer, en nombre de la unión
de los intereses; Schopenhauer, por el sentimiento de la piedad, limitativo del
derecho natural del más fuerte.
Incluso en el socialismo de ayer
y hoy (la social democracia e incluso la democracia cristiana) siempre la han
tenido como una aspiración: la República Francesa la tiene como una de sus
divisas: libertad, igualdad, fraternidad.
Y hoy en día no es difícil encontrar
obras filosóficas y literarias de todo tipo que incluyan en el área conceptual
de la fraternidad a otras virtudes humanas no menos valiosas: fidelidad,
generosidad, compasión, misericordia, gratitud, humildad, amor y sencillez; y
otras, que aunque más distantes, no por ello menos importantes: justicia,
tolerancia, valentía, templanza, etcétera.
2018 La
Salida
Todo esto viene a cuento, porque Andrés
Manuel López Obrador en su último libro 2018
La Salida, nos ofrece de manera sencilla y clara su propuesta de una
República Fraterna. Lo hace después de abordar con amplitud los conceptos de
honestidad y justicia.
Para él, la decadencia que vive
actualmente nuestro país, se debe tanto a la falta de empleo, estudio y otros
satisfactores básicos, como a la pérdida de valores culturales, morales y
espirituales.
Lo que propone es lograr el
renacimiento de México para hacer realidad el progreso con justicia y, al mismo
tiempo, auspiciar una manera de vivir sustentada en el amor a la familia, al
prójimo, a la naturaleza, a la patria y a la humanidad.
Su análisis es a un tiempo simple y
contundente: los seres humanos necesitan
bienestar. Nadie puede ser feliz sin trabajo, alimentación, salud, vivienda o
cualquier otro satisfactor básico.
Un hombre en
la pobreza piensa en cómo sobrevivir antes de ocuparse de tareas políticas,
científicas, artísticas o espirituales. Pero el sentido de la vida no debe
reducirse únicamente a la obtención de lo material, a lo que poseemos o
acumulamos.
Y aquí viene lo más interesante: Una persona sin apego a un código de
principios no necesariamente logra la felicidad. En algunos casos triunfar a
toda costa y en forma inescrupulosa conduce a una vida vacía y deshumanizada.
De ahí que deberá buscarse siempre el equilibrio entre lo material y lo espiritual: procurar que a nadie le falte
lo indispensable para la sobrevivencia y cultivar los mejores sentimientos y
actitudes hacia nuestros semejantes.
Honestidad,
justicia y amor
Lo que en suma AMLO hace es
proponernos una República Amorosa con
dimensión social y grandeza espiritual. ¿Cómo? Regenerando la vida pública de
México mediante una nueva forma de hacer política, aplicando en prudente
armonía tres ideas rectoras: la honestidad, la justicia y el amor.
Honestidad y
justicia para mejorar las condiciones de vida y alcanzar la tranquilidad y la
paz pública; y el amor para promover el bien y lograr la felicidad.
En el núcleo duro de la filosofía de
AMLO están los valores humanos. Lo interesante de su propuesta es que sostiene
que la crisis actual que vivimos no se debe solamente a la falta de bienes
materiales, sino también a la pérdida de valores.
Entonces resulta clave e
indispensable fomentar una nueva corriente de pensamiento para promover un paradigma (modelo) moral de amor a la familia, al prójimo, a la
naturaleza y al país.
Dicho esto, Andrés Manuel hace un recuento textos sagrados, clásicos y
de autores, filósofos, artistas y demás
en los que el tema de los valores humanos es central: Oscar Wilde, José
Martí, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, la Constitución
de Apatzingán de 1814, El Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento, Confucio,
Aristóteles, Eduardo Galeano, Ricardo Flores Magón, etc.
Y de todos tan sólo quiero poner el
ejemplo que AMLO cita para debatir contra los que sostienen que hablar de
fortalecer los valores espirituales es inmiscuirse en el terreno de lo
religioso; es decir en un terreno exclusivo de las iglesias y de los
sacerdotes.
La Cartilla
Moral de Alfonso Reyes
La respuesta
magistral a tal cuestionamiento la aporta Alfonso Reyes en su Cartilla Moral: el bien no sólo es
obligatorio para los creyentes, sino en general para todas las personas; el
bien no solo se funda en una recompensa que el religioso espera recibir en el
cielo, sino en razones que pertenecen a este mundo.
En una
perspectiva laica y científica, una colectividad que no cuida y protege a sus
integrantes más débiles se condena a sí misma al suicidio, porque debilita los
lazos gregarios que la aglutinan y termina por establecer en su propio seno la
ley de la sobrevivencia y del más fuerte; de esa manera se coloca en el camino
de la dispersión de sus miembros individuales y en la disolución.
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