martes, 20 de noviembre de 2018

El poder enferma

Alejandro Mario Fonseca
Ya decía Jesús Reyes Heroles: seremos inflexibles en la defensa de las ideas, pero respetuosos en las formas, pues en política, frecuentemente, la forma es fondo.
Pero también, nos dice la politóloga de la UAEM Minerva Ordoñez, siempre abogaré más por el fondo que por la forma, por más responsabilidad social y menos marketing, especialmente en las campañas electorales.
Y si, tiene razón, sobre todo tratándose de tipos ideales de dominación carismática, como el de López Obrador: es innegable el peso de la imagen y todos sus estímulos verbales y no verbales que los políticos envían cotidianamente.
Es por eso que cuando ganó la presidencia aplastantemente, no dudó en regresar a la campaña. El Peje no se cansa nunca y en un acto de extrema humildad recorrió gran parte del país nuevamente, agradeciendo a la par que acaparaba  la atención pública.
Dentro de 15 días tomará posesión de la presidencia oficialmente y al parecer será un acto en el que rinda su primer informe de gobierno. Y las redes sociales de Internet le han ayudado mucho: todo el tiempo a toda hora somos bombardeados con mensajes políticos.
Pero mucha gente, sobre todo los jóvenes apenas si leen los mensajes, lo que les interesa son la fotos. Facebook no me dejará mentir, pero también están los twitazos, como los de Trump, que se limitan en la amenaza, la burla, la mentira, la descalificación, etc. En suma, son engañosos.

AMLO

El carisma del Peje
Pero AMLO de cuece aparte. Paradójicamente sus mensajes políticos están cargados de contenido, de reflexión seria, de valores bien cimentados; pero como en sus formas es muy desparpajado, aparente y continuamente entra en contradicciones.
Y es que en tiempos de crisis los seres humanos, y los mexicanos no somos la excepción, recurrimos a líderes carismáticos que nos restituyan la confianza y la fe. También recurrimos a la religión y a las tradiciones.
El carisma decía yo se define como: una cierta cualidad de una personalidad individual, en virtud de la cual "es considerada aparte" de las personas ordinarias y tratada como dotado con poderes o cualidades sobrenaturales, o al menos excepcionales para sus seguidores.
Estas no son accesibles a las personas ordinarias, y pueden verse como de origen divino o al menos ejemplares, y sobre la base de ellas el individuo en cuestión es tratado como un caudillo por sus adeptos. ​
El carisma es la capacidad de ciertas personas de motivar y suscitar la admiración de sus seguidores gracias a una supuesta cualidad de “magnetismo personal”. El del Peje es incuestionable y su arrastre le da miedo a todos los que se sienten amenazados por sus propuestas “populistas”.
Y estos últimos son minorías que han acaparado los recursos de nuestro país durante muchos años, por eso es que ganó el Peje. Pero en esta ocasión quiero poner énfasis en una característica del carisma, que por obvia pasa desapercibida.

La importancia de las apariencias
Me refiero a las formas, a las apariencias. Mi padre, que era muy dado a los refranes, decía “no sólo hay que serlo sino parecerlo”. La frase nos viene de  la Antigua Roma.
Julio César se divorció de Pompeya Sila al poco tiempo de ser ungido emperador, porque ella asistió a una Saturnalia, orgía sexual que se permitían las damas romanas de la aristocracia en algunas oportunidades.
Anunciado el divorcio, las más conspicuas matronas del patriarcado romano pidieron a Julio César la revocatoria de su divorcio ya que su esposa, Pompeya, había asistido solo como espectadora y no había cometido algún acto deshonesto.
Julio César contestó: “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además parecerlo”. Desde entonces, parafraseando a Julio César, cuando una persona cae bajo la duda de haber cometido un acto sospechoso, aun cuando no esté comprobado lo doloso del mismo, se dice “no solo hay que ser sino parecer”. (Cfr. Bernardo López en Plaza Pública).
Pero la frase también aplica al revés, no solamente para las acciones reprobables, sino también para las virtudes. ¿De qué te sirve una virtud si nadie la nota?, ¡hay que cacarearla! Y para mi gusto esto fue lo que hizo el Peje en su tercera campaña por la presidencia y también por eso ganó.
Pero no nada más por eso, sino además por aquellos que se empecinaron en la contra frase: “no solo hay que ser deshonesto, sino hay que ostentarlo”. Peña Nieto y la clase política que lo rodeaba, incluidos panistas y demás, abusaron de esta última máxima, y sin darse cuenta le pusieron al Peje la presidencia en bandeja de plata.

El poder enferma
Y ya para rematar esta columna e irnos de vacaciones este largo fin de semana de fiestas de la Revolución, quisiera referirme a aquellos políticos que en campaña abusaron de las falsas apariencias  y ya asentados en el poder regresaron a su verdadera esencia.
Y a lo que voy a referirme sucede no sólo donde vivo, aquí en Cholula, sino también en muchos municipios de Puebla y muy probablemente del país. Morena, el partido del Peje carecía de candidatos con suficiente experiencia política, así que tuvo que echar mano de políticos que habían tenido problemas en el PRI, en Movimiento Ciudadano, en el PRD y hasta en el PAN, por no hablar de los pequeños.
También hubo muchos políticos con olfato que anticiparon el creciente descontento social y oportunistamente se pasaron a Morena. Y le atinaron Morena no sólo gano, arrasó; y ahora todos los partidos, son pequeños, incluido el PAN que está viviendo una grave crisis.
Entonces lo que hicieron estos neo morenistas, fue aparentar una ideología de izquierda, con un discurso y con comportamientos, nunca asumidos como un compromiso real con el gran Proyecto Alternativo de Nación que se proponía AMLO.
Así que se montaron en la ola morenista que muy pronto se convirtió en un verdadero tsunami y ahora son flamantes senadores, diputados, presidentes municipales, regidores, funcionarios de alto nivel y demás.
Y a poco más de un mes de haber llegado al poder, cambiaron de actitud. Ya no se quitan la corbata, ya no le sonríen al pueblo; ahora son la autoridad y rápidamente regresaron a ser los mismos de siempre.
Probablemente estoy escribiendo esto motivado por la urgencia de ya ver los cambios prometidos, pero hasta el momento todo indica que cambiamos para seguir igual.
¡Cuánta razón tenía Max Weber! La burocracia es un mal necesario. Y yo le añado: el poder enferma.

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