Alejandro Mario Fonseca
Ya decía Jesús Reyes Heroles: seremos inflexibles en la defensa de las
ideas, pero respetuosos en las formas, pues en política, frecuentemente, la
forma es fondo.
Pero también, nos dice la politóloga de
la UAEM Minerva Ordoñez, siempre abogaré
más por el fondo que por la forma, por más responsabilidad social y menos
marketing, especialmente en las campañas electorales.
Y si, tiene razón, sobre todo
tratándose de tipos ideales de dominación carismática, como el de López
Obrador: es innegable el peso de la imagen y todos sus estímulos verbales y no
verbales que los políticos envían cotidianamente.
Es por eso que cuando ganó la
presidencia aplastantemente, no dudó en regresar a la campaña. El Peje no se
cansa nunca y en un acto de extrema humildad recorrió gran parte del país
nuevamente, agradeciendo a la par que acaparaba
la atención pública.
Dentro de 15 días tomará posesión de
la presidencia oficialmente y al parecer será un acto en el que rinda su primer
informe de gobierno. Y las redes sociales de Internet le han ayudado mucho:
todo el tiempo a toda hora somos bombardeados con mensajes políticos.
Pero mucha gente, sobre todo los
jóvenes apenas si leen los mensajes, lo que les interesa son la fotos. Facebook
no me dejará mentir, pero también están los twitazos, como los de Trump, que se
limitan en la amenaza, la burla, la mentira, la descalificación, etc. En suma,
son engañosos.
AMLO |
El carisma
del Peje
Pero AMLO de cuece aparte.
Paradójicamente sus mensajes políticos están cargados de contenido, de
reflexión seria, de valores bien cimentados; pero como en sus formas es muy
desparpajado, aparente y continuamente entra en contradicciones.
Y es que en tiempos de crisis los
seres humanos, y los mexicanos no somos la excepción, recurrimos a líderes
carismáticos que nos restituyan la confianza y la fe. También recurrimos a la
religión y a las tradiciones.
El carisma decía yo se define como:
una cierta cualidad de una personalidad individual, en virtud de la cual
"es considerada aparte" de las personas ordinarias y tratada como
dotado con poderes o cualidades sobrenaturales, o al menos excepcionales para
sus seguidores.
Estas no son accesibles a las
personas ordinarias, y pueden verse como de origen divino o al menos ejemplares,
y sobre la base de ellas el individuo en cuestión es tratado como un caudillo
por sus adeptos.
El carisma es la
capacidad de ciertas personas de motivar y suscitar la admiración de
sus seguidores gracias a una supuesta cualidad de “magnetismo personal”. El del
Peje es incuestionable y su arrastre le da miedo a todos los que se sienten
amenazados por sus propuestas “populistas”.
Y estos últimos son minorías que han
acaparado los recursos de nuestro país durante muchos años, por eso es que ganó
el Peje. Pero en esta ocasión quiero poner énfasis en una característica del
carisma, que por obvia pasa desapercibida.
La
importancia de las apariencias
Me refiero a las formas, a las
apariencias. Mi padre, que era muy dado a los refranes, decía “no sólo hay que serlo sino parecerlo”.
La frase nos viene de la Antigua Roma.
Julio César
se divorció de Pompeya Sila al poco tiempo de ser ungido emperador, porque ella
asistió a una Saturnalia, orgía sexual que se permitían las damas romanas de la
aristocracia en algunas oportunidades.
Anunciado el
divorcio, las más conspicuas matronas del patriarcado romano pidieron a Julio
César la revocatoria de su divorcio ya que su esposa, Pompeya, había asistido
solo como espectadora y no había cometido algún acto deshonesto.
Julio César
contestó: “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además parecerlo”.
Desde entonces, parafraseando a Julio César, cuando una persona cae bajo la
duda de haber cometido un acto sospechoso, aun cuando no esté comprobado lo
doloso del mismo, se dice “no solo hay que ser sino parecer”. (Cfr. Bernardo López en Plaza Pública).
Pero la frase también aplica al
revés, no solamente para las acciones reprobables, sino también para las
virtudes. ¿De qué te sirve una virtud si nadie la nota?, ¡hay que cacarearla! Y
para mi gusto esto fue lo que hizo el Peje en su tercera campaña por la
presidencia y también por eso ganó.
Pero no nada más por eso, sino además
por aquellos que se empecinaron en la contra frase: “no solo hay que ser
deshonesto, sino hay que ostentarlo”. Peña Nieto y la clase política que
lo rodeaba, incluidos panistas y demás, abusaron de esta última máxima, y sin
darse cuenta le pusieron al Peje la presidencia en bandeja de plata.
El poder
enferma
Y ya para rematar esta columna e
irnos de vacaciones este largo fin de semana de fiestas de la Revolución,
quisiera referirme a aquellos políticos que en campaña abusaron de las falsas
apariencias y ya asentados en el poder
regresaron a su verdadera esencia.
Y a lo que voy a referirme sucede no
sólo donde vivo, aquí en Cholula, sino también en muchos municipios de Puebla y
muy probablemente del país. Morena, el partido del Peje carecía de candidatos
con suficiente experiencia política, así que tuvo que echar mano de políticos
que habían tenido problemas en el PRI, en Movimiento Ciudadano, en el PRD y
hasta en el PAN, por no hablar de los pequeños.
También hubo muchos políticos con
olfato que anticiparon el creciente descontento social y oportunistamente se
pasaron a Morena. Y le atinaron Morena no sólo gano, arrasó; y ahora todos los
partidos, son pequeños, incluido el PAN que está viviendo una grave crisis.
Entonces lo que hicieron estos neo
morenistas, fue aparentar una ideología de izquierda, con un discurso y con
comportamientos, nunca asumidos como un compromiso real con el gran Proyecto
Alternativo de Nación que se proponía AMLO.
Así que se montaron en la ola
morenista que muy pronto se convirtió en un verdadero tsunami y ahora son
flamantes senadores, diputados, presidentes municipales, regidores,
funcionarios de alto nivel y demás.
Y a poco más de un mes de haber
llegado al poder, cambiaron de actitud. Ya no se quitan la corbata, ya no le
sonríen al pueblo; ahora son la autoridad y rápidamente regresaron a ser los
mismos de siempre.
Probablemente estoy escribiendo esto
motivado por la urgencia de ya ver los cambios prometidos, pero hasta el
momento todo indica que cambiamos para seguir igual.
¡Cuánta razón tenía Max Weber! La
burocracia es un mal necesario. Y yo le añado: el poder enferma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario