Alejandro Mario Fonseca
Hace más o menos 20 años que los
poblanos estrenamos el Periférico. Fue una obra magna que simbolizó la entrada
de nuestra ciudad en la modernidad. Muy pronto su artífice, el controvertido
gobernador Bartlett lo bautizó como “periférico ecológico”.
Me acuerdo muy bien que la entonces
presidenta y diputada del Partido Verde, de apellido Cacho, denunció en el
Congreso estatal que la obra estaba muy mal hecha y que significaba un alto
riesgo para los poblanos: le llamó el “periférico de la muerte”.
Y si, la Cacho tenía razón, a pesar
de haber llegado sin ningún mérito a los cargos que ostentaba, gracias a que no
era más que un simple pelele del “niño verde”, tenía razón. El periférico era
muy peligroso, estaba hecho al aventón, además no tenía nada de ecológico.
Proyecto del Tren Maya |
El tabasqueño Bartlett había llegado
como gobernador impuesto por el PRI, ya había sido secretario de Educación
durante el salinato y Zedillo lo hizo gobernador de Puebla para quitárselo de
encima. Los políticos conservadores poblanos al principio no lo aceptaron.
En ese tiempo, el alcalde de Puebla
capital fue un panista, Gabriel Hinojosa, e igual que el gobernador Bartlett,
fue un alcalde muy controvertido, siempre estuvo en el ojo del huracán. Otro
alcalde panista, Luis Paredes jocosamente
bautizó el periférico como “Agustín de Iturbide”. Más surrealista imposible.
Sí, todo esto suena a cuento guajiro,
pero hasta donde me acuerdo, así sucedió. Tiempo después Paredes se retiró de
la política y la fantasía popular creó el entuerto de que se había ido a apoyar
al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, allá en Chiapas.
Una
modernidad depredadora
Hoy en día el periférico poblano está
casi terminado. Todos los gobernadores le han invertido y poco a poco se fue
convirtiendo en una importante vialidad para la ciudad de Puebla. Sin embargo,
sigue sin tener nada de ecológico.
Es más, fue una obra contra ecológica
que le permitió a la ciudad de Puebla seguir creciendo sin ton ni son, ya que poco
a poco se fue tragando a todos los pueblos de la periferia, que han ido
perdiendo su identidad y su vocación agrícola originaria.
Al principio estaban reticentes, pero
muy pronto los empresarios poblanos se dieron cuenta de que se les presentaba
una oportunidad para hacer grandes negocios.
Los ganones en este gran proyecto de
“modernización” de Puebla capital fueron los bancos, las empresas financieras
ligadas al desarrollo inmobiliario y comercial; también los políticos que
contando con información privilegiada supieron hacer negocios.
Después vendría el morenovallismo,
que no sería otra cosa más que la profundización de la debacle de la ciudad.
Continuaron las obras faraónicas para los ricos, concreto hidráulico, museos, hoteles
de lujo, colonias de lujo, promoción turística, etcétera.
Hasta incluyó un inservible y
carísimo tren interurbano Puebla-Cholula y una rueda de la fortuna muy
desafortunada. Mientras que en la periferia de la ciudad crecería la
pauperización, la violencia y la inseguridad. En suma, abuso, endeudamiento y corrupción.
Y ahí estamos lo poblanos, esperando
a ver que milagros hacen los de Morena para deshacer el entuerto. Pero más vale
que no nos hagamos ilusiones y que tomemos cartas en el asunto, y por lo menos
desde lo local, desde los municipios logremos atemperar el desastre. También
está difícil, pero hay que intentarlo.
El proyecto
del Tren Maya
Quise iniciar esta colaboración con
el ejemplo del “periférico ecológico”, a todas luces un galimatías digno del
maquiavelismo de Bartlett, para introducir la crítica del proyecto del Tren
Maya del presidente López Obrador.
Existe una gran polémica en pro y en
contra del proyecto, por ejemplo en el sitio de Internet Salva la Selva se puede leer:
La idea del
presidente mexicano López Obrador es construir un Tren Maya que lleve
masas de turistas de sol y playa desde Cancún y la Riviera Maya hasta las
ruinas de Palenque y otros centros arqueológicos.
El tren
recorrería 1.500 km por cinco estados de México y atravesaría parajes mexicanos
de la Selva Maya, parte del mayor continuo de bosque tropical húmedo de
Mesoamérica cuya contribución a la estabilidad del clima es fundamental.
Cualquier
obra de infraestructura tiene un alto impacto ambiental. El tren amenaza
ecosistemas que garantizan refugio a jaguares, ocelotes, tapires, monos
aulladores, monos arañas, cocodrilos, manatíes, loros y guacamayos. Estas
especies necesitan de grandes territorios para desplazarse, alimentarse y reproducirse
lo que se dificultará al dividir su hábitat en dos partes. No basta construir
túneles o puentes para el paso de las especies animales o decir que se
utilizarán los derechos de vía ya existentes para preservar la selva.
La
construcción del tren generará inevitablemente ruido, contaminación, extracción
de recursos pétreos, obras de cimentación y nuevos centros de población para la
obra y posteriores actividades turísticas. Con graves repercusiones negativas.
Las comunidades
rechazan cualquier cambio de uso del suelo o licencia para el proyecto sin el
consentimiento de los pueblos indígenas afectados por el tren. El Tren Maya “no
tiene nada de Maya, ni beneficia a la población maya. No queremos ser un Cancún
o Riviera Maya, donde las cadenas hoteleras, de transporte, de restaurantes son
los únicos beneficiarios.
Un Tren Maya
Ecológico
Sin embargo, entrando a la página del
gobierno federal, lo primero que se nos dice es que además de ser el principal proyecto de infraestructura del gobierno de
AMLO, se basa en un modelo de desarrollo
sostenible que impulsa el crecimiento económico sin depredar el ambiente.
Al contrario, procura medidas de mitigación, compensación y protección del entorno como
la creación de corredores ecológicos en el margen de la Reserva de la Biósfera
de Kalakmul para contener la presión del crecimiento poblacional y la actividad
humana.
Así, la
importancia del proyecto es doble porque plantea: 1. Detonar la economía y mejorar la calidad de vida de los habitantes;
y 2. Proteger el medio ambiente de
los estragos que produce la invasión humana y las actividades derivadas de la
precariedad económica como la tala ilegal y el tráfico de especies.
¿Se trata de otro galimatías,
parecido al “periférico ecológico” del paisano poblano de AMLO? De entrada
quiero creerle a éste último, pero el tema es complicado y hay que profundizar
en los argumentos, hay que debatir con seriedad. En el fondo lo que sucede es
que hemos perdido la confianza en nuestros gobiernos.
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