Alejandro Mario Fonseca
Mezquino es un adjetivo que define la actitud de una persona ruin o hipócrita que comete acciones que pueden perjudicar a los demás
sin hacerse responsable de sus actos.
Las personas mezquinas pueden ser muy creídas en situaciones
concretas, por ejemplo, en el éxito. La mezquindad suele estar ligada al
individualismo, al de los norteamericanos (no todos), aquellos que sólo piensan
en hacer dinero y en su placer.
Pero hay otro tipo de individualismo,
el de los europeos, el que se basa en el auto perfeccionamiento, en la búsqueda
del máximo desarrollo de las potencialidades del ser humano; es aquel que tiene
sus raíces en la filosofía clásica alemana, en el proyecto de la Ilustración.
Por eso es que no me resulta extraño
que las grandes revoluciones industriales que han impactado el mundo hayan
iniciado en Europa. Y también que la Revolución en ciernes, la de las energías
limpias, esté ya siendo liderada por
Europa.
David Wallace-Wells asistió a la Universidad de Chicago y se graduó de la Universidad de Brown (Universidad privada estaunidense) en 2004 con un título en historia. |
Pero no está siendo nada fácil, los
intereses mezquinos del capital financiero internacional, en alianza con las
empresas petroleras, armamentistas y depredadoras de todo tipo la están
frenando. Por eso es que las protestas juveniles también están creciendo desde
Europa hacia todo el planeta.
La protesta del clima trasciende a
los jóvenes y llena las calles. Cientos de miles de manifestantes en todo el
mundo rechazan la pasividad de los gobiernos ante el calentamiento global y
exigen soluciones.
Semana del
cambio climático
La semana pasada se dio una intensa
actividad de protestas y actos con el cambio climático como protagonista a lo
largo del planeta. Las manifestaciones que iniciaron el 20 de septiembre
concluyeron con grandes movilizaciones
del pasado viernes 27/9/19.
Como si
fuera una balanza, en un momento en el que el liderazgo de los mandatarios
políticos en la lucha internacional contra el cambio climático decae, las
calles de medio planeta se llenan de protestas en las que se pide afrontar esta
crisis con medidas ambiciosas.
Como ya
ocurrió en marzo, cuando los estudiantes convocaron la primera huelga mundial
por el clima, decenas de ciudades de todo el mundo fueron tomadas ayer por
miles de manifestantes.
Pero en esta
ocasión la protesta trascendió a los jóvenes y en muchos lugares sumó a los
adultos a través de organizaciones no gubernamentales, sindicatos o,
simplemente ciudadanos preocupados.
Las
protestas, inspiradas en la activista adolescente sueca Greta Thunberg, se
volvieron a extender por ciudades de medio mundo; había convocatorias en más de
150 países. “No hay planeta B”, se repetía en decenas de idiomas en
innumerables pancartas.
Daba igual
el lugar donde fuera: Barcelona, Milán, Valencia, Monreal o Wellington. Esta
protesta es global y sus lemas contra la inacción frente al cambio climático
viajan de una parte a otra del mundo a través de las redes sociales de
Internet. (Cfr. El País 28/9/19).
Mientras tanto, en la sede de la ONU,
en Nueva York se realizaría una cumbre extraordinaria sobre el clima. Convocada
por el Secretario General Antonio Guterres, pretendía conminar a los países a
ser más ambiciosos en sus planes de recorte de las emisiones de gases de efecto
invernadero.
El planeta
inhóspito
Y la polémica científica y en general
literaria sobre el tema, ya no es sobre los motivos del calentamiento global,
sino sobre sus consecuencias: inundaciones, incendios, hambrunas, etcétera. Por
ejemplo, ahí está el texto de David Wallace-Wells, El planeta inhóspito. La vida después del calentamiento, editado
por Debate recientemente.
Usted lo puede encontrar en la
librería Gandhi, por tan sólo $199.
Como dice Antonio Calvo, se trata de un
puñetazo por el clima, un puñetazo encima de la mesa, un puñetazo en la mitad
de las consciencias. A reserva de leerlo con calma y comentarlo plenamente,
veamos una sinopsis:
Hoy, la
subida del nivel del mar es una causa de alarma generalizada entre aquellos que
ya han abandonado el sueño pernicioso de que el calentamiento global es un
mito.
Sin embargo,
no es ni siquiera la punta del gigantesco iceberg de horrores inimaginables que
amenazan la vida en la Tierra: incendios, huracanes, sequías, inundaciones...
Todas estas
inquietantes manifestaciones del cambio climático, ya recurrentes para millones
de personas, son solo un adelanto de lo que está por llegar: hambrunas, plagas,
un aire irrespirable, migraciones cada vez más masivas, el colapso económico e
incluso conflictos armados globales.
Con una
precisión y una lucidez que estremecen, David Wallace-Wells construye el relato
caleidoscópico de las consecuencias que tendrá, tan solo dentro de una
generación, nuestra impasibilidad ante la crisis ecológica. Incidiendo con
crudeza en cómo hemos fracasado al imaginar y, ante todo, promulgar un mejor
porvenir.
El planeta inhóspito nos
transporta a un futuro inminente y nos sirve la reflexión definitiva de cómo
hemos devastado nuestro propio hogar; todo ello en clave de una ferviente y aún
más apremiante llamada al cambio. (Cfr. Me gusta
leer).
No volverá a
haber normalidad
Fue el último libro de la semana que
presentó Babelia, el suplemento
cultural de El País. La fotografía
que acompaña el comentario es contundente, un
bombero luchando contra el fuego en un área rural amazónica, en el norte de
Brasil, a principios de septiembre.
El planeta
inhóspito reúne
años de investigaciones climatológicas destinadas a eliminar tibiezas. No, no estamos ante un pequeño problema que
se acabará resolviendo por sí mismo. No, ya no es posible que una desconocida y
maravillosa tecnología resuelva la catástrofe en dos décadas. No, ya nada será
igual. No volverá a haber normalidad.
Por desgracia, aquí en México
nuestros políticos no parecen darse cuenta de nada; y si se dan cuenta, son
unos hipócritas ya que al parecer, sólo
sirven a sus propios intereses mezquinos.
Tampoco desde lo local vemos que se haga nada serio. Aquí en
Cholula, desde donde escribo, una presidencia municipal anodina se resiste a
salir de su área de confort y no llega más que a regalar algunos calentadores solares.
Una verdadera burla en estos tiempos
aciagos en los que el destino ya nos alcanzó. ¿No le parece?
No hay comentarios:
Publicar un comentario