jueves, 16 de julio de 2020

La fortaleza de AMLO

Alejandro Mario Fonseca
De alguna u otra manera todos hemos participado en una discusión política. Incluso desde niños hemos vivido esa característica innata del ser humano (del homo sapiens) de discutir, defender nuestro punto de vista y finalmente tomar una decisión.

En el salón de clases, en el campo de futbol o incluso en la organización de una fiesta o de un viaje, hemos debatido sobre cómo hacerlo, cuándo cómo y con qué. Normalmente el líder, el que sabe más sobre el tema es el que convence a los demás: pero lo ideal es que la decisión final sea colectiva.

Así que un debate es una discusión en la que dos o más personas opinan acerca de uno o varios temas y en la que cada uno expone sus ideas y defiende sus opiniones e intereses.

Un debate político clásico es el que se da en los parlamentos; en México sería el que se da en las cámaras de diputados y senadores. Pero también se dan debates, aunque muy pobres, en los órganos ciudadanos y judiciales, como en el Instituto Nacional Electoral o en la Suprema Corte de Justicia, por citar tan sólo dos ejemplos.
La fortaleza de AMLO

La retórica
En la actualidad la retórica es una disciplina transversal a distintos campos de conocimiento que se ocupa de estudiar y de sistematizar procedimientos y técnicas del empleo del lenguaje; y aunque su finalidad es comunicativa, también suele estar al servicio de una necesidad persuasiva o estética.

Así que la retórica no es exclusiva de los políticos, también la estudian los hombres de letras, los publicistas, periodistas, educadores, abogados, líderes religiosos; y desde luego también los politólogos y en general aquellos estudiosos de las ciencias sociales.

La retórica se configura como un sistema de procesos y recursos que actúan en distintos niveles en la construcción de un discurso. Tales elementos están estrechamente relacionados entre sí y todos ellos repercuten en los distintos ámbitos discursivos.

En la Grecia clásica se entendía como retórica el ars bene dicendi, esto es, la técnica de expresarse de manera adecuada para lograr la persuasión del destinatario.


Pericles el estadista
El siglo V antes de Cristo, es el Siglo de Pericles, término acuñado al período de la historia de Atenas en el que alcanzaron su apogeo diversas manifestaciones culturales. 

Pericles, el estratega, el político y el orador ateniense, supo rodearse de las personalidades más destacadas de su tiempo: políticos, filósofos, arquitectos, historiadores, poetas, entre otros.

Fomentó las artes y las letras y dio a Atenas un esplendor que no se repitió a lo largo de su historia. Realizó también grandes obras públicas y mejoró la calidad de vida de sus ciudadanos.

Uno de sus grandes colaboradores fue Tucídides el historiador y militar ateniense que escribió La Guerra del Peloponeso. Relato que inicia haciendo un breve recorrido por los orígenes del pueblo griego, mencionando incluso la guerra de Troya y con especial detenimiento en la historia reciente de Atenas.

Para Tucídides la auténtica razón, el auténtico motivo para que se desencadenara la guerra, fue tan sencillo como este: La causa más verdadera, aunque a la que menos se manifiesta en las declaraciones, pienso que la constituye el hecho de que los atenienses al hacerse poderosos e inspirar miedo a los lacedemonios les obligaron a luchar.


Un paradigma clásico y moderno
Este día será para los griegos el principio de grandes desgracias”, es la frase que pronunció el último emisario que los espartanos enviaron a los atenienses al verse rechazado sin siquiera ser escuchado; tras esta frase dio comienzo la guerra.

El relato, la crónica de Tucídides está lleno de discursos, entre los cuales destaca la arenga de Pericles  a los caídos tras el primer año de guerra. Obra maestra de la oratoria, que condensa en breves palabras el espíritu del pueblo ateniense:

Tenemos un régimen político que no emula las leyes de otros pueblos, y más que imitadores de los demás, somos un modelo a seguir. Su nombre, debido a que el gobierno no depende de unos pocos sino de la mayoría, es democracia.

Y es precisamente éste párrafo de la oratoria de Pericles, el  que se ha convertido desde Maquiavelo hasta nuestros días en un verdadero paradigma de la democracia liberal moderna.

Y aunque algunos no nos gusten por demagogos, a lo largo de la historia hemos tenido grandes oradores, expertos en retórica, que han brillado por la facilidad con  la que convencían a sus audiencias, por más grandes que estas fueran: Hitler, Mussolini, Chuchill, Kennedy, el Che Guevara, Martín Luther King, el peruano Alán García y muchos otros.

En México también hemos tenido grandes oradores, cito algunos: Iturbide, Guillermo Prieto, Melchor Ocampo,… y ya en los últimos tiempos, López Mateos, López Portillo y Colosio. No me acuerdo donde leí que los periodistas desde  la Revolución solían referirse a estos con el término de picos de oro.


La fortaleza de AMLO
Pero mucho me temo que los picos de oro ya se extinguieron, brillan por su ausencia. Ahora lo que tenemos son políticos con labia, verdaderos demagogos que a base de verdades a medias, de mentiras e incluso de infamias, intentan defender sus canonjías y sus fortunas mal habidas.

La demagogia es un término que también proviene de la Grecia antigua. Se trata de una estrategia, muy utilizada en la actualidad, para conseguir el poder político, que consiste en apelar a prejuicios, emociones, miedos y perspectivas de la sociedad.

Los demagogos de la derecha mexicana están desatados intentando aprovechar el miedo pandémico y la crisis económica concomitante, para desacreditar al gobierno de la 4 T de AMLO.

Lo que no entienden es que la fortaleza de nuestro presidente aparentemente no está en su retórica, ya que es muy mal orador, sino en su humanismo, que está demostrando en los hechos.

Y sí, será muy mal orador, pero sus discursos son muy valiosos significan el regreso a la nobleza del espíritu, la recuperación de los valores universales de verdad, justicia, belleza, compasión y sabiduría.

Esos son los pilares en los que se apoya la fortaleza de nuestro Presidente. Así que debemos estar muy atentos, y cada quien desde su trinchera, combatir frontalmente a los demagogos y demás damnificados de la 4T, que se niegan a aceptar que tenemos derecho a vivir una nueva Era de bienestar social.

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