viernes, 8 de julio de 2016

Ética empresarial a la mexicana

Por Alejandro Mario Fonseca

La ética es el núcleo duro de la filosofía, es la disciplina que estudia la bondad o la maldad de los comportamientos. Tiene como centro de atención las acciones humanas y aquellos aspectos de las mismas que se relacionan con el bien, la virtud, el deber, la felicidad y la vida realizada. El estudio de la ética se remonta a los orígenes mismos de la filosofía en la Antigua Grecia, y su desarrollo histórico ha sido amplio y variado.

Corrupción empresarial

La ética estudia qué es un acto moral, cómo se justifica racionalmente un sistema moral, y cómo se ha de aplicar posteriormente a nivel individual y a nivel social. En la vida cotidiana constituye una reflexión sobre el hecho moral, busca las razones que justifican la adopción de un sistema moral u otro.
Max Weber
A principios del siglo XX Max Weber escribió una serie de ensayos, que después se convertirían en un libro importantísimo para comprender los avatares de la vida moderna: La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
Lo que hace Weber, el primer sociólogo de la modernidad, es investigar los orígenes del capitalismo. Y lo que encontró, es sorprendente, sobre todo para nosotros los mexicanos que estamos acostumbrados a la corrupción.
Los primeros capitalistas no fueron aventureros que lo arriesgaban todo en empresas inciertas; todo lo contrario, fueron hombres racionales que planeaban lo que hacían. Además, llevaban libros de contabilidad, que si bien primitivos, les daban certidumbre sobre el futuro de sus empresas.
Pero lo más importante, y es lo que quiero subrayar aquí, es que sus acciones tenían una base ética: muchos de ellos eran protestantes y seguían a Lutero y sobre todo a Calvino. Los más interesantes son los presbiterianos, que creían en una doble predestinación; creían que estaban predestinados a la vida eterna en el reino de los cielos, pero además creían que esa predestinación valía también para lo que hacían aquí en el mundo terrenal.
Tampoco para ellos existía el perdón de los pecados, tenían que portarse bien a toda costa: eran honrados a ultranza. Todo esto nos suena muy raro a nosotros los mexicanos educados en el catolicismo, pero para ellos significó la base de su éxito.
Empresarios de invernadero
Contrariamente a lo que sucedió en las metrópolis, en Europa y en los Estados Unidos, México durante la Colonia fue un paraíso patrimonialista: la industria y el comercio giraban en torno a la figura representativa del monarca, la libre empresa nunca existió.
Después de la catástrofe política y económica de los primeros 50 años de la vida independiente de nuestro país, ya en el porfiriato México se empezó a industrializar. Surgieron las haciendas, se  reactivaron la agricultura, la minería y el comercio, nacieron las primeras empresas metalúrgicas, la industria del papel, del vidrio, la cervecera  y demás; sin embargo todo seguía dependiendo de la figura representativa de la dominación, en este caso, de la bendición de Don Porfirio.
Después del terremoto revolucionario, no fue sino hasta el gobierno del general Lázaro Cárdenas, cuando México empezó a industrializarse en serio. La clave fue la política de “Industrialización por sustitución de importaciones”. Se trató de los famosos CEDIS: exención de impuestos para todas aquellas industrias que fabricaran algún bien o servicio que se estaba importando. Esta política se fortaleció con el proteccionismo: se cerraron las fronteras a la competencia.
Miguel Alemán refrendó la política cardenista y todo los que le siguieron, hicieron lo mismo, hasta López Portillo. Fue todo un éxito, surgió una clase político empresarial mexicana que muy pronto se acostumbró a obtener grandes ganancias fácilmente, prácticamente sin ningún riesgo.
¿Neoliberalismo?
Aparentemente todo cambió ya con Miguel de la Madrid y sobre todo desde el salinato. ¿De verdad todo cambió? ¿Acaso México ya vive una era plenamente capitalista? Sí, en algunos sectores, no en todos. Lo que tenemos ahora son algunos monopolios muy fuertes, consentidos por los gobiernos en turno y una clase empresarial incipiente que vive en la incertidumbre del caos y la violencia: todo ello generado por la corrupción y la impunidad de la clase política. Ya no hay proteccionismo, ahora hay corrupción. ¿Qué será peor?

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