Alejandro Mario Fonseca
Hoy estoy
pesimista. ¿Qué futuro le espera a nuestros hijos, a nuestros nietos? ¿Cómo
será nuestro país dentro de 25, dentro de 50 años? ¿Cuál es la mejor educación
que debemos darle a nuestra juventud para que enfrenten los desafíos de un
futuro incierto?
Cuando me hago
este tipo de preguntas, me deprimo. Me asalta una incertidumbre casi total que
incluso me impide pensar con claridad. Y es que el panorama en el corto plazo
se ve negro, y en el largo plazo todavía peor.
Incertidumbre con el futuro de México |
No veo claridad
de expectativas en nuestros líderes. Los que nos están gobernando están
interesados únicamente en su propio beneficio. No les interesa nada más que
aquello que les reditúa ganancias, grandes ganancias en el corto plazo: están
allí para aprovechar el momento. ¿Qué hacer?
Modernización
fallida
México se empezó
a “modernizar” en los años 40 del siglo XX. El camino que se eligió fue el que
seguían los países del norte de Europa y de América: la industrialización. El
modelo mexicano se llamó “industrialización por sustitución de importaciones#.
Nunca hubo un
plan a seguir. Simplemente se promovió la actividad empresarial con los
incentivos proteccionistas que se tenían a la mano: exención de impuestos y cierre
de fronteras a la competencia. Muy pronto surgieron empresas industriales
ligeras que carecían de tecnología. No era problema, se podía importar la que
se quisiera.
De este “modelo”
de industrialización surgió una clase empresarial aliada con la clase política,
acostumbrada a grandes ganancias sin preocuparse por la calidad de sus
productos ni por la competitividad, mucho menos por la productividad: tenían el
mercado asegurado.
La energía y los
servicios estaban garantizados gracias a las empresas paraestatales. Las tasas
de crecimiento económico fueron muy altas durante más de dos décadas. Los
especialistas denominaron esta etapa como “desarrollo estabilizador”. Las
finanzas públicas se controlaron: el artífice fue Don Antonio Ortiz Mena.
Endeudamiento y
despilfarro
El “proyecto
modernizador” parecía ir muy bien, hasta que llegaron al poder Echeverría y
López Portillo. México ya era importador neto de tecnología de todo tipo y esta
se pagaba con dólares.
Así que nuestro
país se empezó a endeudar de manera inusitada e irracional. Esto se combinó con
el famoso “boom petrolero” ya en los años 80. El resultado fue mayor
endeudamiento, despilfarro y las reiteradas crisis económicas: devaluación e
inflación. La corrupción y la impunidad sentaron sus reales.
Ya durante el
gobierno de Miguel de la Madrid el “modelo” económico empezó a cambiar. Poco a
poco se abrieron las fronteras a la competencia. Y ya con Salinas de Gortari en
el poder el modelo cambió radicalmente.
Llegó el
neoliberalismo a la mexicana. Se inició la venta de empresas paraestatales y se
terminaron los subsidios. Sin embargo el endeudamiento y el despilfarro
continuaron: la crisis económica se profundizó. La corrupción se agudizó: la
pobreza se incrementó y apareció la pobreza extrema. También aparecieron el
narcotráfico y la violencia concomitante.
La democracia
Ernesto Zedillo
hizo lo que pudo para capotear la crisis y no fue sino hasta los gobiernos
panistas de Fox y Calderón cuando se regresó a la disciplina fiscal y a la
reducción de la deuda a mínimos históricos.
La modernización
económica había fracasado. Y es que las esferas política y social estaban
estancadas. Zedillo lo entendió muy bien y le abrió la puerta a la democracia.
Así que llegaron los panistas al poder.
Sin embargo, a
los panistas les faltó oficio político y sobre todo un proyecto alternativo
realista que atacara en serio el atraso en la esfera social. La educación
estaba olvidada, en manos de caciques sindicales corruptos.
Por diversas
razones las reformas de Peña Nieto no cuajan, regresó el endeudamiento, la
corrupción y la impunidad se agudizan todavía más con el narcotráfico, la
violencia se incrementa. Al parecer no hay salida, México empieza a vivir en la
incertidumbre total. Insisto ¿qué hacemos?
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