Alejandro Mario Fonseca
Un balandrón es
un fanfarrón que se las da de muy valiente, es un botarate, vago, chalado, y hasta bohemio en el mejor de los casos; la esencia
del adjetivo apunta hacia la charlatanería. La retahíla de conflictos que
estamos viviendo en México a raíz de la tan cacareada reforma educativa, no es
más que el resultado de una balandronada gubernamental en sus más altos niveles.
Maestros y Padres de familia
asesinados por Federales en Nochixtlán, Oaxaca Foto Proceso
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Y no podía ser
de otra manera, ya desde la campaña por la presidencia el entonces candidato
Enrique Peña Nieto mostró una terrible debilidad: su desdén por la educación y
la cultura. Pero lo más grave es que no se trata de un desdén circunstancial,
sino de una grave debilidad crónica. Todos esperábamos una verdadera reforma
educativa, ya urge.
Él es egresado
de una universidad pública, la del Estado de México y el hecho de que no haya
sido capaz de citar tres libros en la feria del libro de Guadalajara, mostró o
bien corrupción de las instituciones en las que estudió, o bien un bajo nivel
académico de las mismas; yo creo en esto último.
El nivel educativo está bajando, antes sí que
teníamos que leer libros, no había de otra, hoy en día “todo está en la red”, la red es una trampa. Lo cierto es
que este “accidente” en plena campaña presidencial, sentó un mal presagio y hoy
estamos viviendo las consecuencias.
¡Qué
se pongan a trabajar!
Y es que ya
desde la etiqueta de la reforma las cosas están muy mal. El hecho de llamarle
reforma educativa a una reforma que no buscaba otra cosa más que poner a
trabajar a los maestros revoltosos, muestra de entrada una terrible confusión,
para decirlo con suavidad.
Si bien era
urgente extirpar el terrible cáncer de la corrupción que asolaba al magisterio
principalmente en los estados más pobres del país, lo que estamos viendo es una
completa falta de cálculo político.
Entiendo que el
primer golpe que le tocó dar a Emilio Chuayffet fue magistral. Atacaron el
punto más débil del magisterio, a su lideresa la “maestra” Gordillo. Que ya
bastantes muestras de prepotencia y cinismo había mostrado, sobre todo desde su
luna de miel con los presidentes Fox y Calderón. Con la Gordillo en la cárcel,
el SNTE inmediatamente se doblegó.
Pero dejaron
abierto el otro frente, el más peligroso, el de la CNTE, en el que muchos de
sus líderes y principales seguidores y activistas creen y en consecuencia
actúan por convicción. Tienen una formación marxista leninista tan anquilosada
y obsoleta que ni siquiera se les entiende qué quieren.
Para muchos de
los maestros de la CNTE la movilización lo es todo, pareciera que fueron
contratados para viajar, marchar, bloquear y tomar plazas (“agitación social”
decía Lenin); no para dar clases. Están convencidos de que “el Estado” quiere
privatizar la educación pública y lo ven como un gran monstruo represor.
Y ahí están los
muertos de Nochixtlán, que para ellos no deja lugar a dudas. Sin embargo yo
creo que se trató de un terrible error de los jefes policiacos. Error de
resultados inciertos, porque lo que trajo consigo fue la solidaridad de amplios
sectores de la sociedad aun cuando no estén de acuerdo con los abusos de los
líderes de la CNTE.
El
“Peje” llevando agua su molino
Pero qué fue lo
que pasó. Porqué se les “olvidó” darle un tratamiento político especial a la
Coordinadora y sus líderes. Por qué no siguieron una estrategia de
convencimiento y cooptación previa a la implementación de la reforma.
Hay quien
asegura que de lo que se trataba desde el principio era de darle cuerda al
líder de MORENA, Andrés Manuel López Obrador, para que se desprestigiara con su
apoyo incondicional a la CNTE. Y en efecto el “Peje” cayó en la trampa.
Pero la pregunta
queda en el aire. De verdad los bonos políticos rumbo al 2018 del “Peje”
bajaron. Yo creo que no, que siguen subiendo y que en todo caso de o que se
trató fue de un mal cálculo político del gobierno de Peña Nieto.
Pero lo que sí
es cierto y en ello no me queda ni la menor duda, es que la reforma educativa que
hoy parece tambalearse, es una balandronada equivalente a poner bonito el chasis
de una carcacha abandonada y descompuesta, sin tocar el motor.
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