miércoles, 4 de septiembre de 2019

Prevención y erradicación de la violencia

Alejandro Mario Fonseca
A Rodolfo Herrera Charolet
Leo en la columna de Jorge Ramos (Reforma 31/8/19):
El 2019 está en camino de convertirse en el año más violento del siglo en México. En 8 meses han sido asesinados a más de 23 mil mexicanos, según cifras oficiales. Los feminicidios y asesinatos de periodistas están fuera de control.

Es la gran falla de AMLO. El grito de auxilio de los mexicanos es: que no nos maten. La estrategia anti-crimen no ha funcionado. En este punto el actual presidente ha fracasado al igual que los dos mandatarios -Calderón y Peña Nieto- que le precedieron.

La luna de miel -lo dicen las encuestas- continúa. Pero las pesadillas acechan, no importa si se duerma en Los Pinos o en Palacio Nacional.


Desde luego que la violencia es heredada, pero ¿por qué continúa e incluso se incrementa? ¿Qué está pasando en este país? Alrededor de 150 mil muertos en la última década.  ¿Acaso no se trata de una cifra propia de una guerra civil?


Puebla

Muchos me dirán, bueno México ya era desigual, corrupto y violento, al menos así lo fue durante buena parte del siglo XX, más o menos del 1929 al 2006; sí, pero lo que estamos viviendo del 2006 a la fecha es un México más desigual, más corrupto y absolutamente secuestrado por la violencia.

Otros dirán que la violencia está muy lejos, en Guerrero, en Veracruz, en Michoacán. No, lo cierto es que estamos viviendo una época de terror generalizado a lo largo y ancho de todo el país. Y lo más grave es que la población más afectada es la más vulnerable: jóvenes, mujeres, inmigrantes y niños.


La desintegración familiar
Aquí en San Pedro Cholula las últimas víctimas que ha cobrado la violencia  han sido jovencitos. Hace tres años un jefe policíaco perdió el control y a sangre fría disparó y mató a un joven de 18 años, tras entregarse y confesarlo ahora purga una larga condena. Niños muertos por balas pérdidas, feminicidios, etc.

El caso del barrio de San Matías Cocoyotla es representativo. Los conflictos entre pandillas juveniles son recurrentes, y los jóvenes adolescentes siguen siendo las víctimas; los culpables son otros jóvenes, también adolescentes.

Estando como está el país, estas noticias no sorprenden a nadie. Hay tanta violencia que no es extraño que Cholula tenga que pagar su cuota de sangre. Incluso hasta  pueden ser vistos como casos aislados, fuera de la lógica del “modus operandi” de los carteles del narcotráfico.

Pero entonces, ¿a qué lógica obedecen estos hechos? Sin duda, y a reserva de que se profundice en las investigaciones, la respuesta está en la desintegración familiar ligada a un modelo económico excluyente.

Ya lo he comentado artículos anteriores, en estos tiempos de globalización, competitividad a toda costa, neoliberalismo abrupto y a rajatabla, en suma, de capitalismo salvaje; estamos dejando de lado la disciplina familiar.

Por lo menos desde hace unos 20 años la educación de los jóvenes ha ido quedando al garete. Mientras que la educación pública y en gran medida la privada, se han ido pauperizando, en la mayoría de los hogares ambos padres salen a trabajar todo el día ya que los salarios son muy bajos y el dinero no alcanza: el resultado es que los hijos se educan en la calle.


El efecto correspondencia
Combinado todo esto con el masivo acceso a las redes sociales por internet, surge lo que los psicólogos llaman “efecto correspondencia”; aparecen las pandillas y bandas juveniles, en gran medida influenciadas por las  que operan en las ciudades norteamericanas en las que cuentan con parientes o amigos.

¿Qué hacer? Reforzar la atención familiar de nuestros jóvenes. Es la única medida efectiva. Y en los casos en que el problema ya se ha desbordado, como en San Matías Cocoyotla, se hace necesaria una intervención gubernamental más decidida.

Se requiere la participación de expertos en violencia juvenil y de psicólogos especializados, no solamente para desmantelar las bandas que ya operan, sino también para prevenir su multiplicación en el futuro, ya que estando el país como está, no es poco probable que suceda. En suma, una política de seguridad más preventiva y proactiva que reactiva.

El Presidente AMLO insiste un día y el otro también en que la corrupción ya se acabó porque él está “barriendo las escaleras de arriba para abajo”. Está bien, pero ¿cuándo llegara hasta abajo? Insisto, lo más pertinente es que los gobiernos estatales y municipales también “se pongan a barrer”.

La metáfora es contundente, hasta un niño la entiende, pero sí de estrategias de seguridad se trata, no ayuda mucho: confunde. Desde el orden de gobierno municipal se puede hacer mucho. Lo que se requiere es que los responsables salgan de su nicho de confort y con imaginación implementen estrategias de seguridad adaptadas a casos específicos.

Apoyarse en los expertos
En esta ocasión quiero aprovechar esta columna, para felicitar a mi amigo Rodolfo Herrera Charolet por la organización del Congreso Prevención y erradicación de la violencia contra las mujeres. Por causas de fuerza mayor no pude asistir, pero escribo estas notas a manera de disculpa.

Las causas de la violencia contra las mujeres se encuentran en la discriminación de género, las normas sociales y los estereotipos de género que la perpetúan. Dados los efectos devastadores que la violencia tiene en las mujeres, los esfuerzos se han concentrado principalmente en las respuestas y servicios para las sobrevivientes. Sin embargo, la mejor manera de contrarrestar la violencia de género es prevenirla tratando sus orígenes y causas estructurales.

La prevención debe comenzar en las primeras etapas de la vida, mediante la educación de los niños y niñas que promueva las relaciones de respeto y la igualdad de género. El trabajo con jóvenes es la mejor opción para lograr un progreso rápido y sostenido en materia de prevención y erradicación de la violencia de género. Aunque las políticas públicas y las intervenciones suelen pasar por alto esta etapa de la vida, se trata de una época crucial durante la cual se forman los valores y normas relativas a la igualdad de género.

Lo deseable sería que las autoridades municipales tomaran cartas en el asunto y se involucraran en serio en la Cuarta Transformación que tanto cacarean: también hay que barrer de abajo para arriba. La Guardia Nacional de AMLO es una corporación equívoca, sin ningún plan claro para reformar un sistema donde la justicia no existe.

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