Alejandro Mario Fonseca
A Rodolfo Herrera Charolet
Leo en la columna de Jorge Ramos (Reforma 31/8/19):
El 2019 está
en camino de convertirse en el año más violento del siglo en México. En 8 meses
han sido asesinados a más de 23 mil mexicanos, según cifras oficiales. Los
feminicidios y asesinatos de periodistas están fuera de control.
Es la gran
falla de AMLO. El grito de auxilio de los mexicanos es: que no nos maten. La
estrategia anti-crimen no ha funcionado. En este punto el actual presidente ha
fracasado al igual que los dos mandatarios -Calderón y Peña Nieto- que le
precedieron.
La luna de
miel -lo dicen las encuestas- continúa. Pero las pesadillas acechan, no importa
si se duerma en Los Pinos o en Palacio Nacional.
Desde luego que la violencia es
heredada, pero ¿por qué continúa e incluso se incrementa? ¿Qué está pasando en
este país? Alrededor de 150 mil muertos en la última década. ¿Acaso no se trata de una cifra propia de una
guerra civil?
Puebla |
Muchos me dirán, bueno México ya era
desigual, corrupto y violento, al menos así lo fue durante buena parte del
siglo XX, más o menos del 1929 al 2006; sí, pero lo que estamos viviendo del
2006 a la fecha es un México más desigual, más corrupto y absolutamente
secuestrado por la violencia.
Otros dirán que la violencia está muy
lejos, en Guerrero, en Veracruz, en Michoacán. No, lo cierto es que estamos
viviendo una época de terror generalizado a lo largo y ancho de todo el país. Y
lo más grave es que la población más afectada es la más vulnerable: jóvenes,
mujeres, inmigrantes y niños.
La
desintegración familiar
Aquí en San Pedro Cholula las últimas
víctimas que ha cobrado la violencia han
sido jovencitos. Hace tres años un jefe policíaco perdió el control y a sangre
fría disparó y mató a un joven de 18 años, tras entregarse y confesarlo ahora
purga una larga condena. Niños muertos por balas pérdidas, feminicidios, etc.
El caso del barrio de San Matías Cocoyotla
es representativo. Los conflictos entre pandillas juveniles son recurrentes, y
los jóvenes adolescentes siguen siendo las víctimas; los culpables son otros
jóvenes, también adolescentes.
Estando como está el país, estas
noticias no sorprenden a nadie. Hay tanta violencia que no es extraño que Cholula
tenga que pagar su cuota de sangre. Incluso hasta pueden ser vistos como casos aislados, fuera
de la lógica del “modus operandi” de los carteles del narcotráfico.
Pero entonces, ¿a qué lógica obedecen
estos hechos? Sin duda, y a reserva de que se profundice en las investigaciones,
la respuesta está en la desintegración familiar ligada a un modelo económico
excluyente.
Ya lo he comentado artículos anteriores,
en estos tiempos de globalización, competitividad a toda costa, neoliberalismo
abrupto y a rajatabla, en suma, de capitalismo salvaje; estamos dejando de lado
la disciplina familiar.
Por lo menos desde hace unos 20 años
la educación de los jóvenes ha ido quedando al garete. Mientras que la
educación pública y en gran medida la privada, se han ido pauperizando, en la
mayoría de los hogares ambos padres salen a trabajar todo el día ya que los
salarios son muy bajos y el dinero no alcanza: el resultado es que los hijos se
educan en la calle.
El efecto
correspondencia
Combinado todo esto con el masivo
acceso a las redes sociales por internet, surge lo que los psicólogos llaman
“efecto correspondencia”; aparecen las pandillas y bandas juveniles, en gran
medida influenciadas por las que operan
en las ciudades norteamericanas en las que cuentan con parientes o amigos.
¿Qué hacer? Reforzar la atención
familiar de nuestros jóvenes. Es la única medida efectiva. Y en los casos en
que el problema ya se ha desbordado, como en San Matías Cocoyotla, se hace
necesaria una intervención gubernamental más decidida.
Se requiere la participación de
expertos en violencia juvenil y de psicólogos especializados, no solamente para
desmantelar las bandas que ya operan, sino también para prevenir su
multiplicación en el futuro, ya que estando el país como está, no es poco
probable que suceda. En suma, una política de seguridad más preventiva y
proactiva que reactiva.
El Presidente AMLO insiste un día y
el otro también en que la corrupción ya se acabó porque él está “barriendo las
escaleras de arriba para abajo”. Está bien, pero ¿cuándo llegara hasta abajo?
Insisto, lo más pertinente es que los gobiernos estatales y municipales también
“se pongan a barrer”.
La metáfora es contundente, hasta un
niño la entiende, pero sí de estrategias de seguridad se trata, no ayuda mucho:
confunde. Desde el orden de gobierno municipal se puede hacer mucho. Lo que se
requiere es que los responsables salgan de su nicho de confort y con imaginación
implementen estrategias de seguridad adaptadas a casos específicos.
Apoyarse en
los expertos
En esta ocasión quiero aprovechar
esta columna, para felicitar a mi amigo Rodolfo Herrera Charolet por la
organización del Congreso Prevención y
erradicación de la violencia contra las mujeres. Por causas de fuerza mayor
no pude asistir, pero escribo estas notas a manera de disculpa.
Las causas de la violencia contra las
mujeres se encuentran en la discriminación de género, las normas sociales y los
estereotipos de género que la perpetúan. Dados los efectos devastadores que la
violencia tiene en las mujeres, los esfuerzos se han concentrado principalmente
en las respuestas y servicios para las sobrevivientes. Sin embargo, la mejor
manera de contrarrestar la violencia de género es prevenirla tratando sus
orígenes y causas estructurales.
La prevención debe comenzar en las primeras
etapas de la vida, mediante la educación de los niños y niñas que promueva las
relaciones de respeto y la igualdad de género. El trabajo con jóvenes es la
mejor opción para lograr un progreso rápido y sostenido en materia de
prevención y erradicación de la violencia de género. Aunque las políticas
públicas y las intervenciones suelen pasar por alto esta etapa de la vida, se
trata de una época crucial durante la cual se forman los valores y normas
relativas a la igualdad de género.
Lo deseable sería que las autoridades
municipales tomaran cartas en el asunto y se involucraran en serio en la Cuarta
Transformación que tanto cacarean: también hay que barrer de abajo para arriba.
La Guardia Nacional de AMLO es una corporación equívoca, sin ningún plan claro
para reformar un sistema donde la justicia no existe.
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