Si la Alianza para el Progreso fracasa, nada
puede detener la ola de movimientos populares.
ERNESTO CHE GUEVARA
Por Luis Arellano/ Especial para Vivir
en Tlatelolco
Portada de la revista Trinchera Tlatelolca 1975. |
En un lapso de apenas seis años
los tlatelolcas lograron poner en jaque al control político del régimen
priista. En 1968 la simpatía y apoyo de los vecinos hacia el movimiento
estudiantil, especialmente a los alumnos de la Voca 7, y posteriormente en 1973-76
la lucha vecinal por la autoadministración generaron el miedo gubernamental de
una rebelión urbana incontrolable en Tlatelolco. “La lucha vecinal ejercida por los tlatelolcas a partir de 1973
representó tal vez el primer el primer triunfo popular sobre el Partido
Revolucionario Institucional”, recordaría más tarde el activista y
periodista Max Mendizábal.1
En efecto, la crisis urbana y la
pérdida de legitimación del Estado mexicano permitió el surgimiento en el país,
entre 1968 y 1972, del Movimiento Urbano Popular, cuyas primeras
manifestaciones se dan con tomas independientes de terrenos —sobre todo en el
norte— y movimientos reivindicatorios en varias ciudades, proceso en el cual
“se integraron, y jugaron un papel clave, muchos estudiantes del movimiento
estudiantil del 68 que buscaban vincularse al movimiento de masas”.
Para el catedrático Pedro
Moctezuma, dicho proceso fue seguido por un auge relativo de los movimientos
urbanos, por lo que identifica una segunda etapa comprendida en el periodo
1973-76, en la que se expanden las luchas urbanas a lo largo y ancho del país y
“se consolidan, a nivel de colonias, numerosas organizaciones en terrenos
tomados, las cuales se reúnen en asambleas generales, eligen representantes por
manzana o sector para formar consejos, asambleas de representantes, etc., y promueven
la participación amplia de los habitantes, tanto en las reuniones y tareas
colectivas hacia el interior de la colonia, como en las movilizaciones para
presionar a la burguesía urbana y el Estado con la finalidad de arrancar
mejores condiciones de vivienda, servicios, educación, etcétera”.
Contraportada Trinchera Tlatelolca. 1975 |
Es en ese contexto que se
desarrolla el poder y la autonomía de esas organizaciones de masas
independientes, aunque aún con carencias ideológicas, organizativas y
políticas, pues “las luchas tienen un carácter fundamentalmente inmediato y
reivindicatorio sin contar con un horizonte político bien definido”, explica el
también líder popular Moctezuma Barragán en su Semblanza del Movimiento Urbano y Popular y la Conamup, publicado
por la Universidad Autónoma de Guerrero en 1983.2
En otras colonias, “producto de
fraccionamientos clandestinos o invasiones oficiosas, brotan también grupos que
—partiendo de luchas por demandas sentidas (escuela, agua) o contra proyectos
antipopulares de regularización propios de las instituciones fundadas por la
administración del presidente Luis Echeverría Álvarez, como es el caso de los
residentes de Tlatelolco— consolidan organismos representativos con mayor o
menor influencia local”.
En 1974, a raíz de un impositivo
aumento de cuotas de administración y mantenimiento, se inicia en Ciudad
Tlatelolco un proceso jurídico que propugnaba la autoadministración como una
alternativa de los tenedores del Certificado de Participación Inmobiliaria para
solucionar por cuenta propia los problemas inmediatos de cada edificio y de
enfrentar los continuos e ilegales incrementos de las cuotas que aplicaba la
Administradora Inmobiliaria, Sociedad Anónima (AISA) —empresa encargada de
administrar, conservar y proporcionar mantenimiento a los inmuebles de la
Unidad— por servicios que prestaba de manera deficiente.
Protesta de tlatelolcas en Los Pinos. Asociación Reforma de Tlatelolco A.C. Noviembre, 1985. Fotografía: archivo Hermanos Arellano. |
La idea de organización
independiente de los vecinos y el ejemplo que esta acción representaba para
otras unidades habitacionales del Valle de México (como Lomas de Plateros,
Tepito y Villa Olímpica) significó para “el aparato de control político del PRI
el inicio de la pérdida de la hegemonía y del consenso”, que se concretó
ampliamente tras los sismos de 1985.3
Con el surgimiento de la autoadministración
como forma de organización afloraron organizaciones de tlatelolcas que en un
periodo de 13 años de lucha enarbolaron en las diferentes etapas del movimiento
vecinal las siguientes demandas, plasmadas en sendos pliegos petitorios:
En 1974: la reivindicación de los
derechos inherentes al Certificado de Participación Inmobiliaria Serie “B”,
instrumento jurídico representativo de los residentes. Las demandas fueron
impulsadas por el Comité Coordinador de Asociaciones y Residentes de
Tlatelolco, AC, primera agrupación organizada y propia de los vecinos tlatelolcas.
En 1983: la rehabilitación
integral de los edificios. Esta vez, petición manifestada por el Frente de
residentes de Tlatelolco (FRT), la Coordinadora de Cuartos de Azotea (CCAT), la
Asociación de Residentes de Tlatelolco y el Consejo de Edificios en
Autoadministración. Cabe mencionar que al momento de los terremotos del 19 y 20
de septiembre de 1985 alrededor de 26 edificios se encontraban organizados y
agrupados en este Consejo.
En 1985: la reconstrucción
Democrática de Nonoalco-Tlatelolco, demanda apoyada por la fusión en los hechos
de las tres organizaciones que habían surgido en el movimiento de tres años
atrás: la Coordinadora de Residentes de Tlatelolco.
A 40 años de esta gesta se
demuestra, como menciona Rubén Cantú, que “sólo la organización social y la
autogestión vecinal representan una alternativa a las fuerzas del mercado y a
la descomposición social que trajo la otra cara del neoliberalismo
globalizador, aun en su forma más elemental: la organización vecinal por
entrada de edificios”. Experiencia que impulsó en su momento la Asociación
Reforma de Tlatelolco, que agrupaba cuatro edificios tipo “A” de la Segunda
Sección de la Unidad.
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