Agustín es un vecino que participó en los Jueves de Poesía, realizados en
distintos puntos de Tlatelolco a finales del año pasado: ahí lo conocí.
Acaba de publicar un libro con sus propios recursos,
teniendo la finalidad primordial de decir su palabra y la intención de ser
escuchado,
Palabras indignadas es un libro
escrito con amor y coraje, al leerlo me recordó una frase del Che: “Sin perder la ternura, jamás”.
Agustín cuenta historias de amor y desamor, con los
pies tocando el suelo, nos lleva de la mano a mirar la historia de México, a
abrir los ojos, a tocar el dolor, a mirar el futuro posible, a voltear al
pasado para entender este presente, infectado por el peor cáncer que puede
sufrir una sociedad: la corrupción.
Agustín llama a las cosas por su nombre, es directo,
las metáforas no le son amigas, con nadie es condescendiente, describe a la
izquierda tal cual la concibe; a la oligarquía, sin retoque; a los jefes de
gobierno que no van más allá de ser gerentes de una nación-negocio.
Invita a reflexionar acerca de los métodos de lucha
utilizados por los grupos sociales que se oponen al dominio asfixiante de los
poderosos.
Palabras indignadas, palabras que deberían ser leídas, escuchadas,
comprendidas y confrontadas con esta sombría realidad que hoy abraza a nuestra
sociedad.
Después de leerlo es muy difícil seguir mirando el
mundo sin indignarse aunque sea un poco.
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