Alejandro Fonseca
Ex Cine Tlatelolco |
Cholula, Puebla, 21 de marzo del 2014
El pasado 18 de marzo
(una fecha en la que ahora tendríamos que ponernos de luto) visité Tlatelolco,
una colonia entrañable en la que viví mi primera juventud. Viajé desde Puebla
para visitar a mi hermano Antonio (como muchos de ustedes saben él vive en el
edificio Chihuahua). Como ya no me gusta manejar en el D F, llegué en autobús a
la terminal TAPO y me subí al metro. Iba un poco temeroso, ya saben “la
violencia y la inseguridad”, sin embargo me fue bien, hubo incluso quien me
cedió su asiento (al parecer ya estoy viejo, jajaja) sentí a los “chilangos”
muy amables (creo que el artículo de Lariza Fonseca me afectó, me sentía muy
amoroso).
Pero bueno, Toño me
dijo que ¡no más de una cuartilla! así que al grano. Al bajarme del metro en
Tlatelolco, lo primero que vi fue al cine Tlatelolco en ruinas, me sentí
triste, fue casi un cine de arte, allí aprendí muchas de las cosas de la
vida que hoy disfruto mucho (ya me volví
a salir del tema, bueno, en otro artículo volveré sobre este punto). Seguí
caminando hacia la tercera sección y observé los jardines y cuadros muy
descuidados y cuando pasé por la “Pera” me entristecí todavía más: el estado de
abandono era deprimente. Me entusiasmó un poco ver a un grupo de jóvenes
haciendo una especie de “performance” en un área de juegos que esta ya casi
llegando al túnel que da acceso a la Plaza de las Tres Culturas.
Y ahora si ya al grano:
qué significa “Vivir en Tlatelolco”, ¿comer, dormir, ver televisión, etcétera,
en una casa habitación cómoda en pleno centro de la ciudad de México? O Vivir de a de veras, como lo hacíamos hace 40 años, disfrutando de las áreas verdes, de
los clubes, de la gente; haciendo deporte, teatro, etcétera, en fin: conviviendo.
No sé, puedo sonar
nostálgico y deprimente, pero no es mi intención, no me queda más espacio y en
próximos artículos abundaré sobre propuestas concretas. Por lo pronto felicito
a mi hermano Toño y a sus colaboradores por su perseverancia, un fuerte abrazo
desde Puebla. Van por muy buen camino, las posibilidades de generar en México
capital social positivo están en proporción directa a las fuentes de
inconformidad: la desigualdad, la ineficiencia del sistema económico y la
inseguridad. A propósito, les recomiendo leer el libro Remolino: el México de la sociedad organizada,
los poderes fácticos y Enrique Peña Nieto, que Sergio Aguayo acaba de
publicar en editorial Ink.
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