Alejandro Mario Fonseca
Las Olimpiadas,
qué hermoso momento vive la humanidad cada cuatro años. Más allá del
nacionalismo ramplón, representado por el número de medallas, hay que apreciar
la vida, la belleza de los atletas, su entrega, su ética, incluso su humildad.
Y es que el caso de Misael Rodríguez es emblemático.
Alfredo Castillo y su novia |
En esta justa
deportiva internacional que nos tocó vivir en el hermano país de Brasil quedé
convencido de que el evento más que deportivo es cultural. T V Azteca y
Televisa ya no transmitieron el evento, para ellos ya no es negocio; su interés
está más en las telenovelas, en el futbol, en los payasos de mal gusto y en los talk shows; viven de la ignorancia y
del mal gusto. La cobertura de canal 11
y del canal 22 fue excelente.
Y claro que es
un evento cultural, el turismo deportivo es una alternativa contundente a la
guerra, a la dominación, a la economía depredadora de los Bush, de los Trump,
de los petroleros y de los fabricantes de armas, del gran capital financiero;
en suma de todo aquello que signifique abuso de la fuerza, imposición,
discriminación, racismo, y un largo etcétera.
Brasil: belleza y pobreza
Brasil hermoso
país, lleno de vida, de exotismo y seducción. Qué mejor lugar para los juegos
olímpicos. Vi algunas competencias. Cómo me gustó Brasil contra Rusia en
volibol. La gimnasia, los clavados, la natación, el atletismo, etcétera,
etcétera. Qué bueno que los mexicanos ya al final ganaron algunas medallitas,
eso hizo felices a muchos compatriotas.
Pero más allá de
los juegos olímpicos, está el otro Brasil. El de los contrastes. El del
desequilibrio social: las favelas, la pobreza, el hambre, la violencia y todo
lo demás. Al igual que México, Brasil es hijo de la contra reforma, la
modernidad nomás no se nos da. Por lo menos los brasileños ya se atrevieron a
llamar a cuentas a los corruptos.
Y por otro lado,
qué lástima que sean precisamente los líderes de los partidos de izquierda los
que están siendo cuestionados. A Lula da Silva le tocó encabezar un movimiento
modernizador que parecía estar dando buenos resultados. Todos estábamos
pendientes de lo que sucedía en Brasil, tasas de crecimiento altas y
sostenidas, exportaciones, buenas inversiones, turismo, etcétera….
¿Qué fue lo que
pasó? Así como de las mujeres hermosas pero pobres los poderosos se aprovechan,
en Brasil pasó lo que tenía que pasar. Lo de siempre, en medio de la
abundancia, la alta burocracia y los empresarios oportunistas, abusando y
despilfarrando. Muy parecido a lo que le sucedió a los españoles, también de
izquierda, alucinados con una abrupta
modernidad, cayeron en el despilfarro. Creo que fue Marx el que dijo que en la
historia económica y política, cuando los errores se repiten devienen en
tragedia.
¿Y en México? No cantamos mal las rancheras
El Peje tiene
razón. Así como lo critico por sus desplantes arrogantes y burlones, como su declaración 3 de 3, en la que se
ostenta como un indigente, (bueno, un indigente que gana 50 mil pesos al mes)
así también le reconozco sus agudas críticas a la “mafia en el poder”.
Y regreso al
tema obligado de estos tiempos aciagos, al de la corrupción y la impunidad. Sin
embargo, esta vez quiero matizarlo: se trata de una corrupción ostentosa.
Muchos de los personajes de la clase política que nos gobierna no se contentan con
sus altísimos salarios y prestaciones, ni con sus vínculos con el crimen
organizado, lo que les permite amasar grandes fortunas en tiempos record:
también les gusta presumir.
Y es que la
“gran cloaca está abierta” como dice Enrique Krauze, y hoy en día todo se sabe.
Sí, pero además también los nuevos ricos necesitan presumir, su ego se los
exige. Y los viejos ricos también, si no ¿para qué es el dinero? Sólo que estos
últimos lo hacen de manera más discreta.
¿Qué no? Lo de
la “casa blanca” se supo por las declaraciones de la mismísima primera dama
a la revista Hola. Otro ejemplo, el
último escándalo, es el del amigo del presidente, Alfredo Castillo, el de la
CONADE, ¿cómo se le ocurre viajar a Brasil con su novia y hasta con su
masajista personal? Ojalá y estas últimas noticias sean falsas, a todos nos
avergüenzan.
En las
sociedades industriales modernas la burguesía profesional tiene normas muy
claras que obligan a las familias individuales a subordinar los gastos a los
ingresos. En cambio nuestra alta burocracia, como en la sociedad cortesana del
medioevo tardío, parece estar dominada por el consumo de status, si no lo hace
pierde el respeto de sus pares; aunque claro mucho de este consumo está garantizado
por el erario público, en el mejor de los casos.
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