Decía Iván
Ilich, el controvertido filósofo austriaco, también tachado de anarquista, que
“por definición, los niños son alumnos y el aprendizaje es una actividad humana
que no necesita que la manipulen los demás. El aprendizaje no se basa tanto en
la enseñanza, como en la libre participación en un entorno significativo”.
La cita es
perturbadora y la traigo a colación, porque el “nuevo” modelo educativo del
probable delfín de Peña Nieto, Aurelio Nuño Mayer, pareciera apostarle casi todo a lo que hacen
los maestros, no lo que hacen los
estudiantes.
Si algo aprendí
a lo largo de mi vida académica y valla que han sido muchos años, fue que el
aprendizaje lo determina lo que hace el alumno, no lo que hace el profesor.
Cheque usted todo el sainete: carrera académica, evaluaciones, puntos, cursos
de actualización, más puntos, estímulos por cumplimiento y un largo etcétera.
¿Y los estudiantes?
Una verdadera educación tiene que ver con lo que haga el alumno. |
Está bien, yo no
digo que se deje a los maestros a su libre albedrío, qué bueno que se les
estimule y se les premie cuando hacen su trabajo, pero ¿qué está pasando con
los niños, con los jóvenes? ¿Cuál es su situación específica, se alimentan
bien? ¿Cómo está su familia, su barrio? ¿Cuáles son sus actividades extra
escolares? ¿Quiénes son sus amigos? ¿Cómo se divierten? Y otro largo etcétera.
Educación
integral
Todo esto viene
a cuento, porque en las sociedades
vernáculas, es decir domésticas, nativas, propias del país, como las que tenemos en
Oaxaca, en Chiapas, en Guerrero… la educación no es más que otra manera de
denominar la socialización, un proceso por el que el niño nacido con la
posibilidad de convertirse en miembro de cualquier familia, comunidad o
sociedad, aprende a convertirse en un miembro de una familia, una comunidad o
una sociedad y un ecosistema determinados.
Todo esto
significa, desde el punto de vista de la propia sociedad, renovarse o
reproducirse progresivamente integrando sucesivas generaciones. Las primeras etapas
son la clave, ya que determinan los aspectos generales del modelo de conducta
del niño, y es por ello que los padres son los educadores más importantes y la
calidad del entorno familiar el factor más significativo para determinar el
carácter y las capacidades del niño.
Otro aspecto
clave, importante, es que los procesos de conducta son secuenciales, sus
diferentes etapas se suceden en un orden específico. Si se omite una, las
siguientes no podrán darse o sucederán de modo imperfecto. Es por eso que lo
que aprende el niño durante su educación en la escuela no puede suplir ninguna
deficiencia de sus previas fases de crianza.
Todo lo que he
dicho hasta aquí, son las conclusiones a las que llegó un estudio muy serio que
se hizo hace medio siglo, en el que se observaron 600 mil niños, seis mil
maestros y cuatro mil escuelas (Coleman, 1968). En suma, la gran conclusión es
que “las diferencias en la educación
familiar inciden más en la diferencia de rendimiento que las diferencias de los
colegios.
¿Qué
sucede en casa?
Ya para rematar,
por si no ha quedado claro, otro estudio, financiado por el gobierno de los
Estados Unidos en 1964, que se llamó Igualdad
de oportunidades en la educación, concluyó que “las diferencias en los
medios y el programa de las escuelas influyen relativamente poco en el
rendimiento del alumno, mientras que el factor más importante es la educación
recibida en casa”.
Y otra vez, en
suma, la gran conclusiones es que “si su educación es deficiente es probable
que aumente proporcionalmente la incidencia de los síntomas de una
socialización deficiente: inestabilidad emocional, delincuencia, drogadicción y
alcoholismo. (U.S. Seot if Education, 1964).
Estimado lector,
con todo lo que he dicho hasta aquí, de ninguna manera quiero decir que el “nuevo”
modelo educativo de la SEP no vaya a servir para nada. Lo que el gobierno, en
sus diferentes órdenes, debe hacer, es articular el modelo con una atención
integral a las familias: empleos dignos, salarios dignos, salud en serio,
programas de nutrición; en suma, programas de bienestar social serios y efectivos,
no limitarse a repartir mochilas, uniformes y útiles escolares. ¿Qué no hay
dinero para todo esto? ¿Cómo no? ¿Y todo lo que se fuga por corrupción e
impunidad?
Las citas que utilicé las tomé del capítulo 54
del texto El Tao de la ecología; de
Edward Goldsmith; Icaria; 1999.
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