Alejandro Mario Fonseca
¿Qué dicen los psiquiatras y los
psicólogos del flamante presidente de los Estados Unidos? Si usted entra a la
red, se va a encontrar con una gran cantidad de artículos dedicados al tema. Como
un ejemplo, voy a lo que dice el Dr. Juan Ramón de la Fuente, ex rector de la
UNAM y toda una autoridad en la materia.
Su crítica data de mayo del año
pasado publicada en El Universal, antes de que Trump fuera candidato del partido
republicano. Y no duda en tacharlo de narcisista. No voy a repetir aquí todo lo
que dice sobre los rasgos de la enfermedad narcisista, tan sólo pongo el acento
en lo que sería el punto débil del magnate:
Su enfermedad “...puede ser también
su flanco más vulnerable, detrás de una personalidad narcisista hay
habitualmente una persona insegura, acomplejada, vengativa, pero frágil al fin
y al cabo”. ¿Qué hacer ante alguien así?
De la Fuente recomienda “lo primero
es no enojarnos, las reacciones viscerales de sus adversarios lo fortalecen. Lo
desnuda más la burla que la injuria. El ridículo puede ser su peor escenario.
En el momento en que pierda su confianza se apagará su energía. Pero no va a
ser fácil vencerlo”.
Donald Trump |
¿Síndrome de
hubris?
Hace ya año y medio, aventuré una
crítica al alcalde de Cholula, al gobernador de Puebla y al presidente de
México, desde el ángulo de la psicología. Lo titulé “Síndrome de Hubris”. Decía
yo que se trata de una enfermedad ligada al poder, que la padecen los hombres
con egocentrismo exagerado y que esto los lleva a cometer muchos errores.
La hybris es un concepto griego que
significa “desmesura”, llevado al mundo actual alude al orgullo o confianza en
sí mismo muy exagerada. Los psicólogos
la tienen catalogada como “síndrome de Hubris“: “la enfermedad del poder”. Se
trata de una patología que lleva a perder la perspectiva de la realidad.
Vale la pena profundizar un poquito
más en el concepto. El psiquiatra argentino Harry Campos considera que “…el
síndrome de Hubris saca su nombre del teatro de la Grecia antigua que aludía a
la gente que robaba escena. Empezó a tratarse como trastorno de personalidad al
observarse ciertas características en personas que tienen un cargo de poder.”
Es una enfermedad que puede padecer
cualquier persona que está en el ejercicio del poder. Se manifiesta como
egocentrismo exagerado: narcicismo. La
persona “se la cree” con el poder, imagina que lo que piensa es correcto y
que lo que opinan los demás no, cree que
todos los que lo critican son sus enemigos. Lo más grave es que estas actitudes
pueden llevar a quien las padece a tomar decisiones erróneas, porque la persona
pierde la perspectiva de la realidad y ve sólo lo que quiere ver.
¿Es curable
el síndrome de hubris?
Pareciera que la enfermedad es directamente
proporcional a la “dosis” o “porción” de poder que ejercen. En el caso del presidente
Peña Nieto, es clarísimo que no ha querido
o no ha podido ver la terrible realidad en la que se hunde nuestro país:
corrupción, impunidad, hambre, inseguridad, devaluación, etcétera; el país se
le “deshace en las manos” y no hace nada.
En cuanto al gobernador de Puebla,
nunca hubo quién le hiciera ver sus errores, todos adulándolo, centralizó el
poder y en cuanto a los pocos analistas que se atrevieron a criticarlo, simplemente
los ignoró. Y ya a punto de terminar su
mandato, pareciera que su enfermedad se ha acrecentado: está obcecado en llegar
a la presidencia de México.
Por último, en el caso de nuestro presidente
municipal, decía que su narcisismo parecía
no ser tan grave y que los
conflictos innecesarios en los que se había estado metiendo cada vez eran menos,
al parecer cambió de asesores y corrigió a tiempo.
Trump: un
mega narcisista
Y es que el tratamiento para el síndrome de hubris es un
baño de realidad. Para eso están los
asesores, los buenos asesores, el problema es cuando en lugar de cumplir
cabalmente su papel, se convierten en aduladores.
Pero regresando al presidente Trump,
lo que se puede ver hasta este momento, es que no va haber nadie que le haga ver la realidad. Su
enfermedad es todavía peor, es un mega narcisista que ya en la cima del imperio
irá enloqueciendo más y más.
La semana pasada cuatro diplomáticos
de carrera encargados de la gestión del Departamento de Estado renunciaron a su
cargo. El día de ayer destituyó a la procuradora general en funciones, Sally
Yates, quien desafió su orden ejecutiva migratoria contra ciudadanos de siete
países de mayoría musulmana.
De última hora, mil diplomáticos
firman su rechazo al veto de Trump y la Casa Blanca responde: váyanse. Su falta
de oficio político en combinación con un síndrome de hubris desenfrenado hará
que se vaya quedando sólo, rodeado de aduladores carentes de conocimiento y de
experiencia.
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