Por Alejandro Mario Fonseca
El Yoga clásico es el de Patanjali, un sabio del
calibre del maestro Siddhartha Gautama, el Buda, el iluminado. Alrededor del
año 300 a. C. escribió sus Yoga Sutras. Una
obra que hoy en día puede ser considerada como todo un paradigma del Yoga.
Antes de pasar a comentar los cuatro capítulos que
constituyen los Yoga Sutras, tan sólo diré siguiendo los escritos del maestro Iyengar, que esta obra describe
los medios para superar las aflicciones del cuerpo y las fluctuaciones de la
mente: los obstáculos para el desarrollo espiritual.
Los Sutras de Patanjali abarcan todos los aspectos de
la vida, empezando con un código de conducta y finalizando con el ser humano
que ve su propio y auténtico Sí-mismo. Comprender su mensaje y ponerlo en
práctica es transformarse uno mismo en una persona culta y civilizada, en un
ser humano excepcional y valioso.
La obra se divide en cuatro capítulos: Samadhi (sobre
la contemplación), Sadhana (sobre la práctica), Vibhuti (sobre propiedades y
poderes) y Kaivalya (sobre la emancipación y libertad).
La estructura de los Yoga Sutras, como todo paradigma
filosófico, está perfectamente equilibrada. Consta de un primer capítulo
introductorio en el que se nos ofrece lo esencial: una base conceptual sólida,
los objetivos, los obstáculos y los medios para alcanzar los primeros y superar
los segundos.
Samadhi es el objetivo del Yoga y significa juntar,
meditación profunda, octavo y último aspecto del astanga yoga (al que me
referiré en otro artículo). En este capítulo se desarrolla su significado y las
técnicas para lograrlo.
Yoga |
El Yoga es la restricción
de la conciencia
Confieso que cuando leí por primera vez los Yoga Sutras, me causó una gran confusión,
incluso me sentí defraudado. Y es que tenía en mis manos una muy mala
traducción, que estaba circulando por internet, de un autor cubano de cuyo
nombre no me acuerdo.
Ya cuando conseguí el texto de
Iyengar (Luz sobre los Yoga Sutras,
Kairós. 2003) y ahora, tras la lectura de los primeros tomos de La esencia del Yoga, del mismo autor,
todo se aclaró.
Veamos en detalle los primeros
tres sutras, que son el resumen de toda la obra:
Atha yoganusasanam [Y S I.1]
Ahora comienza propiciamente,
la disciplina
del yoga para la iluminación
del sí-mismo.
En su interpretación correcta
el primer Sutra nos llama la atención presente (¡ahora!) hacia una tradición
pasada que se había descuidado: el libro es un código de ley (sasana) para el desarrollo espiritual de la
humanidad y contiene instrucciones directas acerca de las reglas de conducta
adecuadas.
Yogah cittavrtti nirodhah [Y S I.2]
El yoga es el cese de
movimientos en la consciencia.
Y mientras que el segundo
Sutra es precisamente el concepto de Yoga expresado de manera concisa,
inobjetable y contundente, como ya veremos; el tercero es la conclusión de este
resumen y dice que tan pronto se restringe la consciencia se manifiesta el
núcleo del ser y descansa en su morada: el Sí-mismo.
Tada drastuh svarupe
avasthanem [Y S I.3]
Cuando la consciencia está
silente, el que ve (atma)
brilla en su auténtico
esplendor.
Así, Patanjali
define el yoga como la restricción de citta, que significa
consciencia, y que incluye mente inteligencia y ego. Profundizando en este
concepto, nuestro autor comienza explicando el funcionamiento de la mente, para
que podamos aprender a disciplinarla, y que la inteligencia, el ego y la
consciencia puedan ser restringidos, inhibidos, dominados y tamizados, para a
continuación ser atraídos hacia el núcleo de nuestro ser, siendo absorbidos en
el alma. [Y S I.5-11]. Eso es yoga.
Dios es el primero y más importante de todos los
maestros
Hay que destacar el concepto de cultivo de la
consciencia, en el que es esencial la renuncia, entendida como templanza, para
utilizar como sinónimo una virtud occidental.
Es decir, la liberación de las pasiones mediante la
abstención de deseos y apetitos mundanos, y la discriminación entre lo real y
lo ficticio. Otro punto a subrayar son los conceptos de apego y desapego,
importante este último, para superar vicios y pecados [y S I.12-20].
Un aspecto importante en esta primera parte, es el
concepto de Dios. Hay muchas maneras de iniciar la práctica del yoga. Ante
todo, Patanjali describe el método de entregarse uno mismo a Dios (Isvara) [Y S
I.23 a I.29]. Implica el desapego del mundo y el apego a Dios, y sólo es
posible para aquellos pocos que han “nacido adeptos.”
Hasta aquí, pareciera que tan solo se nos está
ofreciendo una oferta muy parecida a la que, en nuestros días, nos hacen las sectas cristianas protestantes (¡sólo los
elegidos!).
Sin embargo, todo se vuelve a iluminar, ya que
Patanjali define a Dios como el Ser Supremo, totalmente libre de toda aflicción
y de los frutos de la acción. En Él mora la incomparable semilla de todo
conocimiento. Es el primero y más importante de todos los maestros, [Y S I.26] incondicionado por el
tiempo, el lugar y las
circunstancias.
Y, ante este concepto, no nos queda más que hacer una
reverencia al sabio Patanjali: Dios es Paramatman, Alma Suprema, el Sí-mismo
Universal.
Yo añadiría, con toda humildad y tratando de conciliar
este concepto con nuestro Dios cristiano, específicamente el de los católicos
mexicanos, el maestro Jesús: Dios ya está en nosotros y el camino del yoga es
descubrirlo.
Aquello de “los elegidos” o “nacidos adeptos” lo
interpreto más, como una motivación o un reto, que como una discriminación o
jactancia; hay que recordar que para las filosofías orientales en general, la
virtud de la humildad ocupa un lugar esencial.
(Continuará)
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