Por Alejandro Mario Fonseca
De entrada, hay que decir que el Yoga constituye uno de los grandes eventos culturales de la
historia de la humanidad; una de las grandes aportaciones de la milenaria
cultura hindú para el bienestar del ser humano, que en los tiempos que nos tocó
vivir, se está convirtiendo en paradigma
de la salud y de la felicidad humanas.
Y al decir esto ya de inmediato estoy en problemas
porque nos encontramos ante una disciplina compleja, caracterizada tanto por
rasgos antiguos, como por su relanzamiento en el mundo moderno, apoyada por los
avances en casi todas las disciplinas científicas.
La pervivencia del yoga a lo largo de más de treinta
siglos denota una gran fortaleza cultural, prácticamente es una disciplina
consustancial al desarrollo de la historia humana.
Es más, hasta podría escribirse una historia
alternativa de la humanidad basada en la empatía (una de las características culturales básicas de la
cultura hindú y del yoga), es decir, basada en la comunicación afectiva, en
oposición a las historias guerreras clásicas a las que estamos acostumbrados.
Yoga |
Pero lo que me interesa destacar en primer lugar, son los rasgos
mitológicos y religiosos que aún conserva
y que si no los estudiamos con suficiente cuidado y discernimiento, pueden
empañar el esclarecimiento conceptual que me he propuesto.
Nada que ver
con el espiritismo, la brujería o la adivinación
La confusión es tan grande, que para algunos
experimentados instructores, el yoga es una especie de práctica subordinada a los preceptos, mitos y
creencias del hinduismo o de otras religiones afines. O al menos eso pareciera
cuando abuzan de las metáforas, que por cierto son muy abundantes en los textos
clásicos del yoga.
Me refiero a leyendas y supersticiones fuertemente
arraigados, como por ejemplo la de la re encarnación o en general a aquellas
vinculadas con el determinismo astrológico.
O lo que es todavía peor, hablando de los practicantes
yoguis de nuestro país, nos encontramos ante no pocos que sostienen una
amalgama confusa de conceptos, mitos y creencias, tomados tanto de la tradición
judeocristiana como de las religiones orientales.
Esta situación es muy delicada porque un instructor de
yoga, como todo profesor o maestro, es toda una autoridad en la materia para
sus practicantes y alumnos, sobre todo cuando se trata de una disciplina en la que los beneficios son inobjetables y
casi inmediatos.
Entonces el practicante toma muy en serio todo lo que
dice el instructor, de allí el enorme peligro de utilizar metáforas y alegorías
sin el suficiente cuidado. Tenemos que
ser muy claros, el yoga no tiene nada que ver ni con el espiritismo, ni con la
brujería, ni con la adivinación.
Antes de continuar, quiero dejar claro que a pesar de
mi condición de ateo no estoy en contra
de las religiones, es más, las veo como necesarias para la sana convivencia en
el mundo moderno.
El Yoga
requiere de una sólida base ética
Así que, sí usted no cuenta con una sólida formación
filosófica, le recomiendo la religión, y todavía más, la entrega incondicional
a Dios, como una de las alternativas básicas para la práctica correcta del
yoga.
¿Por qué? Porque el yoga requiere para su práctica
correcta y saludable, de una base moral, con principios éticos bien cimentados.
Y estos últimos son muy difíciles de conseguir en la
actualidad: la fe religiosa es una excelente alternativa. Pero de aquí a
considerar al yoga como una religión, o aventurarse a una conceptualización que
incluya preceptos religiosos, mitológicos o de otro tipo, hay una enorme
distancia.
Pero el yoga tampoco es una ciencia, aunque en
nuestros tiempos está viviendo una explosiva expansión, apuntalada por las
disciplinas científicas modernas, principalmente aquellas vinculadas a la
medicina en lo particular y la salud en lo general.
Y no es una ciencia porque su objeto de estudio no es
el descubrimiento de leyes de comportamiento, ni mucho menos la formulación de
teorías científicas racionales, objetivas, sistematizadas, etcétera.
No, no es una ciencia aunque nos ayuda a conocernos a
nosotros mismos a través de observaciones, experimentos, experiencias y pruebas
(el método científico).
Nos hace conocernos de manera más objetiva aunque el
camino en un principio sea el de la subjetividad, además de indicarnos cómo hay
que aplicar el yoga.
Es una
filosofía que se apoya tanto en la religión como en la ciencia moderna
Pero como dice el maestro Iyengar: “…para gustar de
ese conocimiento hemos de practicar como cualquier artista que dedica y
consagra su tiempo a su búsqueda.”
Llegados a este punto, permítaseme utilizar una larga
cita de una conferencia del mimo Iyengar:
“…el yoga es el arte de la educación para
alcanzar la realización del Sí-mismo. Todos vivimos en la munificencia de la
naturaleza, que consiste en la flora y la fauna, que, si se explotan con moderación,
están ahí para nuestro correcto disfrute”.
“La práctica
del yoga con habilidad, ejecutada mediante esfuerzos repetidos y guiada por
principios de los que mana la belleza
creativa con la expresión de la verdadera felicidad dentro de uno mismo, se
convierte en conocimiento subjetivo”.
“El yoga, como
conocimiento subjetivo, es arte. Cuando se aprende yoga bien, resulta tan
nutritivo y sabroso como la comida sana. Expresa el ser interior del
practicante refinando su cuerpo, consciencia y sí-mismo. Vive en ello como si
la tierra fuese el cielo.”
Sin embargo, el yoga es mucho más que un arte o una
simple estética, es algo que los incluye y que además se apoya en la religión y
en la ciencia moderna: es una revolucionaria propuesta filosófica.
Y es que la filosofía no tiene por qué ser algo
alejado del arte de vivir. Hay que ser muy claros, el yoga como toda filosofía
no pretende tan sólo darnos lecciones de moral, sino ayudarnos a cada uno de
nosotros a convertirnos en dueños de nosotros mismos, en nuestros únicos
jueces: el maestro ya lo llevamos dentro, es necesario descubrirlo.
(Continuará)
Bibliografía: B.K.S. Iyengar; La luz del Yoga; Kairós; 1995
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