Alejandro Mario Fonseca
El término “kafkiano” tiene dos
acepciones. La primera es el adjetivo que se refiere al escritor checo Franz
Kafka, o también a su obra. La segunda, es la referencia a aquella cosa o
situación absurdamente complicada, extraña, como las que describía Kafka en sus
obras.
Para entender bien el término, es
necesario hacer referencia al hombre de letras que le dio origen. Kafka
(1883-1924) fue un escritor de origen judío, que seguramente usted recuerda por
La metamorfosis, una novelita que fue, y sigue siendo, de
lectura obligada en las secundarias y preparatorias de nuestro país.
Su obra está considerada una de las
más influyentes de la literatura universal y está llena de temas y
arquetipos sobre la alienación, la brutalidad física y psicológica, los
conflictos entre padres e hijos, personajes en aventuras terroríficas,
laberintos de burocracia y transformaciones místicas.
¿Acusaciones contra Ricardo Monreal en Ecatepec? Foto: La Jornada |
México un
país kafkiano
El castillo es una novela de Kafka
poco conocida en México. Fue publicada póstumamente en 1926, y es una obra
inconclusa que había empezado a escribir
en enero de 1922.
Su protagonista, conocido solamente
como K., lucha para acceder a las misteriosas autoridades de un castillo que
gobierna el pueblo al cual K. ha llegado a trabajar como agrimensor. Un
agrimensor es un perito en el arte de medir las tierras, un técnico burócrata.
K. el burócrata protagonista de la
novela se empeña en acceder a un castillo (el
Estado), cuyos propietarios lo contrataron para realizar un trabajo que ni
siquiera conoce.
En esta obra todo es irracional,
desesperante: K. un desconocido y odiado en el pueblo aledaño al castillo, nada
puede hacer ante un sistema que habiendo sido creado por hombres, nada tiene de
humano.
En líneas generales, El
castillo trata sobre la alienación, la burocracia, y la
frustración, aparentemente interminable, de los intentos de un hombre por
incorporarse al sistema.
Es irresistible la metáfora, México
nuestro país es kafkiano. Al menos desde 1968, los que pertenecemos a la
generación del rompimiento de valores, los que creemos en la libertad y en la
democracia, estamos empeñados en acceder al “castillo”, al gobierno del Estado,
para cambiarlo, para dignificarlo.
A éstas alturas, después de medio
siglo, la tarea se antoja imposible, pero ahí estamos, seguimos intentándolo.
Estamos empeñados en la tarea de corregir la corrupción y los abusos de los
gobiernos que cada vez son más escandalosos.
López
Obrador: el más kafkiano de todos
Y Andrés Manuel López Obrador es el
más perseverante de todos nosotros. Como si se tratara de una mala película que
hemos visto ya muchas veces, se acaba de enfrentar, en el Estado de México, al
mismo monstruo de siempre: la corrupción electoral.
Y a pesar de todo, sigue en campaña. Ahora
que se acercan las elecciones presidenciales del 2018 vuelve a ser el “enemigo
a vencer”.
Sus detractores le han dicho de todo,
desde los más cultos como Enrique Krauze que lo llamó “mesías tropical”; hasta
los calificativos más variados de todo tipo, tanto de reconocimiento y apoyo,
como de repudio y burla: ingenuo, comparsa, ladino, reformador, populista, necio,
carismático, etcétera.
Insisto en algo que ya dije en un
artículo anterior: la verdad es que pueden decirle de todo, menos corrupto y
desobligado. El señor quiere ser presidente y ahora parece que lo va a lograr,
pero no tanto por sus propios méritos, sino porque la clase política tanto del
PRI como del PAN, salvo honrosas excepciones, está podrida.
Y aunque no llegara a la presidencia,
su nuevo partido Morena se ha convertido muy pronto en un polo de atracción
política para muchos mexicanos, tanto para aquellos que creen en él, como para
muchos oportunistas.
¿Qué no? Sólo hay que ver lo que
acaba de suceder en el Estado de México. Una humilde maestra de primaria,
Delfina Gómez, le disputa el poder a uno de los grupos económicos y políticos
más poderosos de nuestro país: el grupo Atlacomulco.
Al parecer no hay poder humano que
corrija tantos abusos, al menos por la vía democrática. La situación se torna
cada vez más explosiva. Sin embargo hay que guardar la calma.
¿Qué hacía
el alcalde de Cholula en Ecatepec en plena jornada electoral?
Y por aquello de que para muestra
sólo hace falta un botón, los cholultecas nos preguntamos ¿qué hacía nuestro
alcalde el pasado domingo en el “ojo del huracán”?
Yo vi el video que circuló en las
redes de Internet a las pocas horas del
acontecimiento. La turba enardecida acusando a J. J. Espinosa de haber agredido
a alguien; un huevazo en la cabeza; insultos y en medio de una situación fuera
de control, un puñetazo en su cabeza.
Por fortuna la cosa no pasó a mayores
y uno de sus funcionarios, el director de obra pública, el ingeniero Huerta lo
ayudó a escapar.
Después me enteré en el diario La Jornada, de que “un grupo de priistas agredieron al alcalde de San Pedro Cholula, José Juan
Espinosa Torres. El recién militante de Morena se encontraba afuera
del hotel Fiesta Inn en Ecatepec,
Estado de México.
Espinosa Torres fue golpeado en el rostro durante el enfrentamiento que
priistas iniciaron afuera del hotel, y en el
cual exigían la salida de Ricardo
Monreal Ávila, a quien acusaban de realizar la compra de votos a favor de Delfina Gómez
Álvarez, candidata a la gubernatura por Morena”.
Que absurdo
y angustioso, y a un tiempo que extraño y complicado: ¿Oportunista?
¿Irresponsable? ¡Más kafkiano, imposible!
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