Alejandro Mario Fonseca
Por allá a principios de los años 70
del siglo pasado, vi la película Un
perro andaluz, creo que en cine club de la Facultad de Ciencias de la UNAM.
Me impacto por la violencia física extrema, pero no le entendí mucho.
Después me enteré por algunos amigos
que sabían de cine y que tenían familiares estudiando o trabajando en el CUEC
(Centro Universitario de Estudios Cinematográficos) que la película era todo un
manifiesto surrealista.
El título original
en francés es Un chien andalou, se trata de un cortometraje
originalmente mudo. Y ya en la versión de 1960 se le incorporó música
de Wagner y un tango.
Un perro andaluz fue escrita, producida, dirigida e interpretada por Luis
Buñuel en 1929 con la colaboración en el guion de Salvador
Dalí y gracias a un presupuesto de 25 000 pesetas que aportó la madre
de Buñuel.
Se estrenó el 6 de junio de
1929 en el cine Studio des Ursulines de París (Francia).
Posteriormente se exhibió durante nueve meses ininterrumpidamente en el Studio
28 de la misma ciudad.
El rodaje duró quince días. Según
refiere Buñuel a De la Colina y Pérez Turrent, Un perro andaluz nació
de la confluencia de dos sueños. Dalí le contó que soñó con hormigas que
pululaban en sus manos y Buñuel a su vez cómo una navaja seccionaba el ojo de
alguien.
Mexico: Elecciones 2012 - 360° |
¿Qué es el
surrealismo?
Un perro andaluz está considerada la
película más significativa del cine surrealista. Ya que pretende provocar
un impacto moral en el espectador a través de la agresividad de la imagen.
Remite constantemente al delirio y al sueño, tanto en las imágenes producidas
como en el uso de un tiempo no lineal de las secuencias.
El nombre Un perro andaluz fue
elegido porque no guardaba relación alguna con los temas del
filme. Lorca se sintió aludido por el título, pero Buñuel negó dicha
alusión, alegando que era el de un libro de poemas que él tenía escrito desde
1927.
Y en esta breve sinopsis que tomé de
la Wikipedia, ya tenemos un primer
concepto de surrealismo. Se trata de un movimiento literario y artístico que
busca trascender lo real a partir del impulso psíquico de lo imaginario y lo
irracional.
En El surrealismo y la
pintura, de 1928, Breton expone la psicología surrealista: el inconsciente
es la región del intelecto donde el ser humano no objetiva la realidad sino que
forma un todo con ella.
El arte, en esa esfera, no es
representación sino comunicación vital directa del individuo con el todo. Esa
conexión se expresa de forma privilegiada en las casualidades significativas
(azar objetivo), en las que el deseo del individuo y el devenir ajeno a él
convergen imprevisiblemente; y en el sueño, donde los elementos más
dispares se revelan unidos por relaciones secretas.
El surrealismo propone trasladar esas
imágenes al mundo del arte por medio de una asociación mental libre, sin la
intromisión censora de la conciencia. De ahí que elija como método el
automatismo, recogiendo en buena medida el testigo de las prácticas
espiritistas, aunque cambiando radicalmente su interpretación: lo que habla a
través del médium no son los espíritus, sino el inconsciente.
El
surrealismo mexicano: una silla con tres patas
Fue en la literatura, pero después en
la pintura y en el cine donde el surrealismo daría sus frutos más importantes.
Lo que me interesa destacar en este breve comentario, es lo que los
surrealistas decían de nuestro país.
En la revista experimental +De MX encontré una explicación lúcida.
Según esto en México el surrealismo no es un movimiento artístico o una
corriente filosófica sino un ingrediente de su genética cultural.
Para comprobarlo basta echar un
vistazo a sus danzas y rituales, a su gran tradición encabezada
por curanderos y chamanes, a la magia que sedujo a incontables
ocultistas europeos o, también, a los criterios ornamentales que
imperan en su transporte público.
Existe una genial anécdota que nos
cuenta cómo es que André Breton, el francés considerado como fundador del
surrealismo, llegó a la conclusión de que México era el país más surrealista
del mundo.
La historia cuenta que en 1938, cuando
Breton visitó México y maravillado por la refinada artesanía que distingue al
país, quiso encargar a un carpintero local una silla artesanal.
Como sugería el protocolo cartesiano,
bocetó la silla que quería, en perspectiva, por lo cual la cuarta pata estaba
oculta por el asiento.
Días después de haber entregado su
boceto, Breton recibió una silla exquisitamente labrada, sólidamente montada y
con un acabado espléndido. Solo que el carpintero mexicano, con plena
naturalidad, había mantenido una completa fidelidad al modelo bocetado por el
francés, por lo cual la silla tenía únicamente tres patas.
Las
elecciones en México: surrealismo y farsa
A raíz de este episodio Breton no
dudó en proclamar a México como “el país más surrealista del mundo”.
Eventualmente Salvador Dalí, quien también visitó México, respaldaría
a Breton, advirtiendo que jamás regresaría a este, un país más surreal que
sus pinturas.
Quise escribir este comentario porque
viendo un programa de “lucha libre” en la televisión de paga, mi amigo Octavio
Rodríguez y yo llegamos a la conclusión de que “el reiterado fracaso de la
democracia electoral en México demuestra que seguimos siendo un país
surrealista”.
Y es que, como los mismos jóvenes de
la revista experimental +deMX apuntan:
independientemente de que México sea o no
el país más surrealista del planeta, lo que queda claro es que aquí la metáfora
es, con frecuencia, una realidad palpable –lo cual ofrece un encanto
incomparable.
Si una metáfora es la traslación del
sentido recto de las voces a otro
figurado, entonces la democracia electoral mexicana es como en las “lucha libre”,
una mala obra de teatro de carácter cómico.
Pero además también es una sátira, en especial
aquella que satiriza los aspectos ridículos y grotescos en los que participamos
todos, tanto los árbitros electorales, como los candidatos y los votantes.
La clase política, es decir los
oligarcas de los gobiernos y de los partidos políticos, son los que administran
el tinglado: se encargan de la intriga, del enredo y de aceitar la maquinaria
con dinero mal habido.
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