Por Alejandro Mario Fonseca
“La condición humana es
una obra maestra, digna de ser citada junto a las que escribieron Joyce,
Proust, Faulkner, Thomas Mann o Kafka, como una de las más fulgurantes
creaciones de nuestra época”.
Esto lo dijo Vargas Llosa en el 2010.
Confieso que yo no he leído la novela de André Malraux, pero si vi la película.
Bueno, en realidad fue una serie de tres películas. El mismo autor nos ofrece
la siguiente reseña:
La
condición humana está basada en una revolución real, que
tuvo lugar en 1927, en Shanghái, del Partido Comunista chino y su aliado, el
Kuomintang, contra “Los Señores de la Guerra”, como se llamaba
a los autócratas militares que gobernaban esa China descuartizada, en la que
las potencias occidentales habían obtenido, por la fuerza o la corrupción,
enclaves coloniales.
Esta
revolución fue dirigida por un enviado de Mao, Chou-En-Lai, en quien está
inspirado, en parte, el personaje de Kyo. Pero, a diferencia de éste,
Chou-En-Lai no murió cuando, luego de derrotar al gobierno militar, el
Kuomintang de Chang Kai-Shek se volvió contra sus aliados comunistas y, como
describe la novela, los reprimió con salvajismo; consiguió huir y reunirse con
Mao, a quien acompañaría en la Gran Marcha y secundaría como lugarteniente el
resto de su vida. La condición humana es procomunista, sin la
menor ambigüedad.
Vargas
Llosa concluye: Más que una novela, el lector asiste a una tragedia clásica,
incrustada en el mundo moderno. Un grupo de hombres venidos de diversos
horizontes, combaten contra un enemigo superior para —lo dice Kyo— “devolver
la dignidad” a aquellos por quienes combaten: los miserables, los
humillados, los explotados, los esclavos rurales e industriales.
En esta
lucha, a la vez que son derrotados y perecen, Kyo, Tchen, Katow, alcanzan una
valencia moral más elevada, una grandeza que expresa, en su más alta
instancia, “la condición humana”. (Cfr. Revista Vuelta 30-XI-2010).
Condición Humana derivada de la filosofía pos-moderna |
Yo soy yo y
mi circunstancia
Con la frase “Yo soy yo y mi circunstancia…”,
aparecida en Meditaciones del Quijote, otro autor, el filósofo
español José Ortega y Gasset, insiste en lo que está en torno al hombre, todo
lo que lo rodea, no sólo lo inmediato, sino lo remoto; no sólo lo físico, sino
lo histórico, lo espiritual.
El hombre, según Ortega, es el
problema de la vida, y entiende por vida algo concreto, incomparable, único:
“la vida es lo individual”; es decir, yo en el mundo; y ese mundo no es
propiamente una cosa o una suma de ellas, sino un escenario, porque la vida es
tragedia o drama, algo que el hombre hace y le pasa con las cosas.
Vivir es tratar con el mundo,
dirigirse a él, actuar en él, ocuparse de él. En otros términos, la realidad
circundante “forma la otra mitad de mi persona”. Y la reimpresión de lo
circundante es el destino radical y concreto de la persona humana.
El hombre es un ser que se encuentra
inmerso, sumergido en una circunstancia (o naturaleza), la cual le presenta
distintas concepciones de su estado físico y mental. Por tanto, deja al hombre
la misión de satisfacerlas. (Cfr. Wikipedia).
El corazón
humano está ávido de héroes perfectos
El filósofo español da en el clavo,
no es lo mismo la historia novelada que la circunstancia histórica real. Es
más, las historias nacionalistas oficiales tienden a idealizar a sus héroes. Y
todo se complica todavía más porque los historiadores interpretan la realidad
según la ideología a la que son afines.
La condición
humana de
Malraux es una novela histórica que en su esencia dista mucho de la realidad de
la Revolución China. Vargas Llosa nos aclara “en verdad, ni las revoluciones
son tan limpias, ni los revolucionarios lucen tan puros, coherentes, valientes
y sacrificados como en las turbulentas páginas de la novela”.
Y se pregunta ¿por qué nos sugestionan tanto,
entonces? ¿Por qué nos admiramos y sufrimos cuando Katow, encallecido
aventurero, acepta una muerte atroz por su acción generosa, o cuando volamos
hechos pedazos, con Tchen, debajo del auto en el que no estaba Chang Kai-Shek?
Vargas Llosa concluye: ¿Por qué, si
esos personajes son mentiras? Porque ellos encarnan un ideal universal, la
aspiración suprema de la perfección y el absoluto que anida en el corazón
humano.
Y abunda, “pero, todavía más, porque la
destreza del narrador es tan consumada que logra persuadirnos de la
verosimilitud íntima de esos ángeles laicos, de esos santos a los que ha bajado
del cielo y convertido en mortales del común, héroes que parecen nada más y
nada menos que cualquiera de nosotros”.
Los
mexicanos estamos ávidos de héroes, aunque sean imperfectos
Estimado lector, le comparto estas
reflexiones porque estoy intentando racionalizar, comprender cabalmente la
encrucijada en la que se encuentra la transición política mexicana hacia el
2018.
Estamos asistiendo literalmente a un
“bombardeo noticioso” in crescendo que
intenta denostar la imagen de Andrés Manuel López Obrador, el líder del Movimiento
por la Regeneración Nacional.
Estamos asistiendo también a un
martilleo constante y cada vez más duro y tupido contra un personaje que ni
suda ni se acongoja; es más, está reaccionando a la inversa de lo que pudiera
esperarse de acuerdo a lo que nos tiene acostumbrados: con calma y hasta con
bromas y sonrisas.
Todos en su contra, los rojos, los
azules, los amarillos y sus comparsas, la chiquillada. La lista es muy larga, Peña,
Anaya, Ochoa, Calderón, Zavala, Fox y un largo etcétera; los de antes y los de
ahora, todos envalentonados le salen al paso y él ni se inmuta.
Además, algunos de sus
correligionarios caen en trampas o cometen errores y la prensa lo magnifica.
Sin embargo, pareciera que toda esta circunstancia tan compleja lo fortalece.
¿Por qué?
Porque así es la condición humana.
Necesitamos héroes, necesitamos esperanza. México ya no puede estar peor. Y
Andrés Manuel López Obrador está resultando ser una alternativa real para
empezar a enderezar el entuerto.
Con todos sus defectos, con todos sus
errores, el líder de Morena aparece ante los ojos y el corazón de muchos
mexicanos, como un ser humano común y corriente, pero con capacidad real de
cambio, de justicia y responsabilidad. ¿Qué le parece?
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