Alejandro Mario Fonseca
La escena sucedió dos semanas antes de las elecciones del pasado 1 de
julio. Se festejaba el cumpleaños del patriarca de una familia adinerada. Él,
hombre de negocios sin educación formal había amasado una gran fortuna en la
industria de la construcción.
Sus dos hijos varones aunque habían estudiado en universidades
privadas, carecían de vocación empresarial, pero gozaban de buenos puestos en
las empresas de su padre y en el gobierno, también por recomendación de su
padre.
También tenía dos hijas, una casada con un ingeniero de familia modesta
pero muy trabajador, era el brazo derecho del patriarca y mantenía sus empresas
con muy buenos resultados financieros. La segunda hija era divorciada con dos
hijos y vivía con sus padres.
En la sobre mesa de la fiesta salió a colación el tema de las
elecciones. Tanto los hijos como las hijas hablaron del peligro de que López
Obrador llegara a la presidencia. La hija menor hasta lloró y le rogó a su
padre que si ganaba AMLO se fueran a vivir al extranjero porque perderían la
fortuna familiar.
Hasta el final el patriarca habló con calma y los tranquilizó. Les
explico a sus hijos que si AMLO ganaba iba a haber más proyectos de
construcción y más trabajo, que no había nada que temer. Además de rico era un
hombre sabio.
Pluto de
Aristófanes
Esta escena me recordó una obra de teatro que vi hace muchos años creo
que en el Foro Isabelino de la UNAM. Acabo de releerla para escribir esta nota:
Pluto una comedia escrita hacia el 380 a. C. por el autor
griego Aristófanes.
Pluto es el dios ciego de la
riqueza, y como la mayoría de sus obras, Aristófanes hace una sátira política
de la Atenas de la época que incluye un maestro ingenuo, un esclavo
insubordinado y muchos ataques a la moral de entonces.
El maestro Cremilo es un anciano
ciudadano ateniense que se ve a sí mismo y a su familia como virtuosos pero
pobres. Está preocupado por ello y pide consejo a un oráculo. El oráculo
le recomienda seguir al primer hombre con el que se encuentre y convencerle de
que le acompañe a su casa. Este hombre resulta ser el dios Pluto.
La primera parte de la obra examina
cómo la riqueza no es repartida entre los virtuosos, ni necesariamente entre
los no virtuosos, sino que es distribuida al azar. Cremilo está convencido de
que si se restituyera la vista a Pluto,
estos errores podrían rectificarse y el mundo sería un lugar mejor.
La segunda parte presenta alegóricamente
a la diosa Pobreza, quien refuta el razonamiento de Cremilo de que es mejor ser
rico, argumentando que sin pobreza no habría esclavos (pues todos ellos podrían
comprar su libertad) ni tampoco comidas o bienes lujosos (pues nadie trabajaría
si todos fueran ricos).
Finalmente, se muestra a Pluto con su vista sanada. Pluto da
riquezas a algunos y se las quita a los que ve que no son virtuosos. Esto hace
que surjan comentarios rencorosos y clamores de injusticia por parte de los que
han perdido sus riquezas: todo se vuelve un caos.
Aristófanes
el poeta de la política
El autor griego nos proporciona, en
clave de comedia, los elementos necesarios para entender la sociedad ateniense
del siglo V y el proceso político que se está produciendo en la Atenas de
Pericles.
El siglo V
antes de Cristo, es el Siglo de
Pericles,
término acuñado al período de la historia de Atenas en el que
alcanzaron su apogeo diversas manifestaciones culturales.
Pericles, el estratega, el político y
el orador ateniense, supo rodearse de
las personalidades más destacadas de su tiempo: políticos, filósofos,
arquitectos, historiadores, poetas, etc.
Fomentó las artes y las letras y dio
a Atenas un esplendor que no se repitió a lo largo de su historia.
Realizó también grandes obras públicas y mejoró la calidad de vida de sus
ciudadanos.
Pero regresando a Pluto, la obra se habría representado ante los dirigentes
atenienses de la época. Casi todos ellos habrían sido ricos, y muchos nada
virtuosos. Aristófanes guarda deliberadamente para ellos sus más mordaces
ataques.
Leyendo a Aristófanes es posible hacerse
una idea de las intensas discusiones ideológicas (políticas, filosóficas,
económicas y literarias) en la Atenas de aquella época.
Aristófanes era conservador, defendía
la validez de los tradicionales mitos religiosos y se mostró reacio ante
cualquier nueva doctrina filosófica. A Sócrates lo veía como un demagogo
dedicado a inculcar todo tipo de insensateces en las mentes de los jóvenes.
El dios
Pluto mexicano
Sin embargo Pluto de Aristófanes resulta sumamente esclarecedor de lo que
sucede en la actual transición política que estamos viviendo los mexicanos. No, no necesitamos que el dios de la riqueza
recupere completamente la vista, con que recupere un sólo ojo nos daremos por
bien servidos.
Y es que en México desde hace más de
40 años Pluto además de perder la
vista, también perdió la razón. Desde el gobierno de Echeverría, pero sobre
todo desde el de López Portillo, la riqueza ha beneficiado a los que menos se
la merecen.
No digo que todos, pero sí muchos
empresarios se han enriquecido gracias a sus vínculos con los malos gobiernos.
Y la situación se agravó con el neoliberalismo de Salinas de Gortari. De manera
irracional se desmanteló el raquítico Estado de Bienestar a la mexicana que
tanto tiempo y sacrificios había costado construir.
Además los más beneficiados han
resultado ser los malos gobernantes y políticos que de la noche a la mañana
amasaron inmensas fortunas; incluidos líderes sindicales y jefes de clientelas
de todo tipo, permisionarios, ambulantes, taxistas, chayoteros de los medios de
comunicación y un largo etcétera. Con la irrupción del crimen organizado en la
política, todo empeoró.
Así que los mexicanos no le pedimos
al dios Pluto que recupere
completamente la vista, pero sí que recupere la razón. Hay que devolverle
racionalidad al sistema político mexicano, pero no para que todos los mexicanos
nos volvamos ricos, sería una estúpida ilusión, sino para que haya trabajo
digno bien remunerado y para que desaparezca la pobreza extrema, es decir la miseria.
Los juniors y los pirrurris mexicanos
no tienen nada de qué asustarse, no van a tener que huir del país con sus
grandes fortunas. Lo que sí van a tener que hacer es ponerse a estudiar y a trabajar
para convertirse en buenos empresarios: en empresarios modernos.
Los que votamos por hartazgo debemos dar paso a
la esperanza. Esperemos que por lo menos se revierta la corrupción y se
terminen la impunidad, la violencia y la miseria.
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