Alejandro Mario Fonseca
Frente al zócalo de San Pedro Cholula se encuentran los tradicionales portales que fueron construidos en 1573. Son un total de 46 arcos, siendo los más largos de su tipo en el país con 170 metros de largo, bajo los cuales se puede pasear o tomar un descanso bajo su sombra.
Se trata de uno de los lugares más concurridos de nuestro Pueblo
Mágico. Además de las oficinas centrales del Ayuntamiento, cuenta con todo tipo
de comercios especialmente aquellos dedicados al turismo, como cafeterías,
restaurantes, hoteles y artesanías.
Gran parte de la vida política de nuestro municipio sucede en los
portales. Desde la “grilla” cotidiana en la que suelen escucharse las historias
más inverosímiles, hasta entrevistas periodísticas, mesas de diálogo ciudadano,
etcétera.
También en los portales se realizan todo tipo de negocios, en los que
comerciantes, abogados, ingenieros y demás, citan a sus clientes. Además resulta
muy agradable simplemente sentarse a saborear una exquisita taza de café, leer
el periódico y disfrutar la magia de Cholula.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Últimamente los portales de
Cholula también se han convertido en el lugar preferido de todo tipo de
vendedores ambulantes, cantantes callejeros,… y mendigos.
Portal de San Pedro Cholula |
La
mendicidad como profesión
Normalmente yo no tengo ningún empacho en regalarle unos cuantos pesos
a quien los necesita. Pero cuándo los necesitados son muchos, ya me la pienso,
es “injusto” darle sólo a los que llegan primero: mejor no le doy a ninguno.
El problema es que la mendicidad se ha incrementado mucho en los
últimos años. A tal grado que le resta “majestuosidad” a una ciudad tan hermosa
como Cholula. Eso por un lado, y por otro se vuelve triste, por no decir molesto para
los turistas y parroquianos que aprovechamos el espacio.
De ninguna manera estoy insinuando que las autoridades debieran
implementar acciones represivas para impedir que los mendigos deambulen por la
ciudad. Debe buscarse una solución más humana, volveré sobre el punto al final
de la nota.
Los amigos que acudimos con regularidad a disfrutar del cafecito, de la
lectura y de la “grilla” en los portales de Cholula, hemos decidido ya no
regalarle dinero a ninguno; y como muchos de ellos son “mendigos profesionales”
pues algunos nos insultan y otros ya no se nos acercan.
¿Y qué es eso de “mendigos profesionales”? Pues aquellos que han hecho
de la mendicidad un modus vivendi, y que incluso les depara mayores
ingresos que cualquier otra “profesión” o trabajo en el que pudieran involucrarse.
El hombre
del labio retorcido
Todo esto me recuerda un cuentito corto de Sir Arthur Conan Doyle que
se llama El hombre del labio retorcido (título original: The
Man with the Twisted Lip). La edición que Porrúa publicó en español lo
traduce como El mendigo de la cicatriz.
Se trata de uno de los 56
relatos cortos sobre Sherlock Holmes escrito por Conan Doyle,
publicado originalmente en The Strand Magazine y
posteriormente recogido en la colección Las aventuras de Sherlock
Holmes.
Este relato de la prolífica serie
comienza con la descripción que hace el doctor Watson de su amigo Isa
Whitney, adicto al opio. Una noche de junio de 1889, Watson tiene que ir a
buscar a Whitney a un sórdido fumadero de los barrios bajos
londinenses, a instancias de su desgraciada esposa.
Para su sorpresa, allí se encuentra a
Holmes, y lo que parecía que iba a ser una historia sobre el mundo del opio y
sus lacras da un giro total. Watson se une de buen grado a la investigación que
está realizando Holmes, limitándose a enviar una nota a su esposa.
Tras su encuentro, Holmes conduce a
Watson a las cercanías de Lee, en el condado de Kent. En el trayecto le
explica que el matrimonio Saint Clair vivía felizmente en The Cedars, una
lujosa mansión.
La desaparición del marido, el Conde Neville
Saint Clair, en misteriosas circunstancias, había conducido a Holmes al sórdido
antro donde se encontró a Watson. Según parecía, Saint Clair había sido
asesinado por Hugh Boone, un mendigo cuyo labio retorcido le daba un siniestro
aspecto.
Un mendigo
convertido en Conde
Todas las pruebas acusaban al mendigo, que ya
había sido encarcelado. Pero la llegada de un mensaje junto con el anillo de
Saint Clair hizo cambiar totalmente las expectativas.
Holmes, tras una de sus habituales noches en
vela, logró resolver felizmente el caso de un hombre que descubrió que era más
rentable fingirse como mendigo que trabajar en su profesión de periodista.
Para que usted lea el cuentito, tan
sólo agrego que Neville Saint Clair era en realidad un humilde periodista que
habiendo sido antes un actor fracasado, descubrió en una investigación sobre la
mendicidad en Londres (en la que se tuvo que disfrazar como mendigo y actuar
como si lo fuera), que pedir limosnas le permitía “ganar” más dinero que muchas otras ocupaciones, tanto
que hasta podía vivir como aristócrata.
Con un gran estilo, mordacidad e
ironía, Conan Doyle nos regala en este hermoso cuentito una reflexión sobre las
grandes paradojas del mundo moderno. El engaño y la simulación suelen ser el
mejor camino para hacer dinero fácil y rápidamente. Además nos ofrece algunas
lecciones.
La más importante es que el
periodismo es una profesión seria y difícil, que requiere de compromiso con la
verdad a pesar de los peligros que esto implica. Por eso es que muchos buenos y
honrados periodistas tienen que conformarse con llevar una vida austera pero
digna.
¿Qué hacemos
con los pobres?
Otra lección es la de la ilusión que
el cuento puede inducir a partir de una lectura ligera. No se trata de hacer
una apología de la mendicidad. Y aunque todos hemos sabido de casos similares,
el de Saint Claire aun cuando ficticio, es a todas luces excepcional, pero
posible.
Y ya para terminar con la nota de hoy
regreso al tema con que inicié. En efecto, la mendicidad parece desmerecer el
atractivo básico de un Pueblo Mágico como Cholula. ¿Pero qué hacer?
Pues aprovechar el Nuevo Proyecto
Alternativo de Nación de López Obrador. El nuevo gobierno municipal de Luis
Alberto Arriaga debe darle prioridad al problema de la pobreza extrema, el de
la miseria.
El problema es complejo, en la
mendicidad también operan redes de corrupción, así que se requiere de
investigaciones serias que ubiquen el problema en su justa realidad.
Y entonces sí, diseñar e implementar
planes y programas de rescate y rehabilitación que vayan más allá de la
demagógica solidaridad y que sean generosos con quienes realmente lo necesitan.
No es lo mismo solidaridad que generosidad.
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