Alejandro Mario Fonseca
En México estamos viviendo una fiesta
democrática inédita. Aun cuando las campañas estuvieron marcadas por la
violencia y la guerra sucia, el desenlace fue más que positivo. La jornada
electoral del pasado domingo 1 de julio fue ejemplar.
Primero las precampañas fueron toda
una farsa. Bueno, casi toda una farsa. Hubo honrosas excepciones en las que la
selección de candidatos fue realmente democrática. Pero ese no fue el caso del
estado de Puebla.
Aquí en Puebla desde donde escribo,
sigue dominando el morenovallismo. Todo indica que el PRI y el PAN se pusieron de
acuerdo e intentaron repartirse de nueva cuenta casi todos los puestos importantes
por la vía “electoral”.
El gran oligarca poblano, que ostenta
en los hechos una representación política de “unidad PRI-PAN”, había pactado
ante el oligarca mayor del PAN Ricardo Anaya, para dejarle el camino libre a la
presidencia, a cambio de que su esposa fuera la candidata a gobernadora.
Y si eso no se llama oligarquía,
entonces dígame usted amable lector ¿cómo le llamamos? Lo curioso es que nadie se
sorprendió por el hecho, vaya mucho menos se alarmaron.
Encuesta de salida para gobernador de Puebla |
El PRI y el
PAN se desmoronaron
Pero sucedió que en seis meses la
base política que cimentaba el poder de Moreno Valle se desmoronó a nivel
nacional. Anaya y Meade resultaron muy malos candidatos, sin propuestas propias
y carentes completamente de carisma, sencillamente no dieron el ancho.
Dos partidos otrora grandes
organizaciones que históricamente dominaron la escena política poblana se
habían convertido en instrumentos de poder para apuntalar un proyecto personal
encarnado en la figura de Rafael Moreno Valle.
Al fusionarse el PRI poblano con el
neopanismo morenovallista se perdió la brújula. Ni el PRI ni el PAN supieron
transitar con inteligencia, sobrevivir ante el pragmatismo y la habilidad de un
hombre que los despojó de sus principios más fundamentales.
¿Dónde quedó la Doctrina Social
Cristiana de los panistas? ¿Dónde el progreso con justicia social de los
priistas? En teoría los partidos políticos son grupos de interesados. Son
grupos que refieren a personas que defienden una misma causa, principios y proyectos.
En Puebla el PRI y el PAN dejaron de
reunirse y trabajar con el objetivo de
acceder al poder y concretar sus propuestas para la organización social.
Ahora trabajan para que su líder máximo Rafael Moreno Valle se mantenga en el
poder a toda costa.
La ley de
hierro de la oligarquía llevada a su máxima expresión
Robert Michels el sociólogo amigo de
Max Weber estudió el comportamiento de los partidos políticos en los años
treinta del siglo pasado.
En su obra Los partidos políticos, formula la "ley de hierro de
la oligarquía", con la que afirmaba que "tanto en autocracia
como en democracia siempre gobernará una minoría"; la idea básica es que
toda organización se vuelve oligárquica.
Los líderes, aunque en principio se
guíen por la voluntad del pueblo y se digan revolucionarios, pronto se
emancipan de este y se vuelven conservadores. Siempre el líder buscará
incrementar o mantener su poder a cualquier precio, incluso olvidando sus
viejos ideales.
Por eso, las organizaciones políticas
dejan de ser un medio para alcanzar determinados objetivos socioeconómicos y se
transforman en un fin en sí mismas. Pero si además, como en el caso mexicano,
los partidos son financiados por el Estado, se convierten en verdaderas minas de
oro, muy codiciadas por todo tipo de oportunistas.
Mientras más grandes se hacen los
partidos, más se burocratizan. Muy pronto requieren de “especialistas” que
sepan tomar decisiones complejas rápidamente: se vuelven imprescindibles y se
forman élites. Dicho de otra manera, para que un partido sea eficiente va
requiriendo de liderazgos fuertes, lo que demerita la democracia interna.
Pero en la Puebla de nuestros tiempos
la teoría de Michels fue llevada a su máxima expresión. Un solo hombre ha
sabido concentrar en su persona todo el poder político: se ha convertido en el
Jefe Máximo de los poblanos.
México ya
cambió
Durante más de siete décadas México
había sido gobernado por un solo partido, el PRI. Se trató de monarquías
sexenales en las que el presidente en turno hacía prácticamente lo que se le
daba la gana. Los estudiosos le llamaron “ogro filantrópico”, “dictadura
perfecta”, etc.
Por falta de espacio no voy a entrar
aquí al tema de la “transición democrática”. El hecho es que por diversas
razones la plutocracia del PRI gobierno se vio obligada a compartir el poder a
finales del siglo XX. Y así fue cómo surgió una clase política ampliada.
Pero en Puebla eso no sucedió. Aquí
la “transición” se dio hasta el año 2012. Y el poder no se compartió, se centralizó
todavía más en la figura de Rafael Moreno Valle. Priista de origen se mimetizo
en panista y desde allí maquinó una gran alianza que lo llevó al poder.
Y ahora su esposa será la heredera,
pero además todo es “legal”, y si Martha Erika Alonso de Moreno Valle llega a
ser gobernadora de Puebla, como todo lo indica, quedará asentado un hecho sin
precedentes: una especié de “Maximato” gubernamental poblano. Pero no todo es
color de rosa.
¿Puebla
cuándo?
Moreno Valle nunca se imaginó la
irrupción aplastante de MORENA en la escena política nacional. El pasado 1 de
julio los jóvenes y las mujeres salieron
a votar y en una jornada electoral histórica el esquema político cambió
radicalmente.
Muchos ya cansados de tanto abuso
violencia y corrupción votamos por hartazgo a favor de los candidatos de
MORENA, Pero muchos otros, sobre todo los jóvenes votaron por la esperanza. Y
ganamos todos, y en eso estamos, felices de la vida, celebrando y enfrentando
la vida con nuevos ánimos.
Sin embargo en Puebla parece que
estamos viviendo las últimas batallas contra el autoritarismo político ya
moribundo a nivel nacional, Moreno Valle parece estar decidido a conservar su
feudo poblano.
Ya veremos en qué acaba todo esto,
pero por lo pronto los líderes de MORENA en Puebla están dando la batalla
frontal contra la corrupción electoral. Y lo más interesante es que la
ciudadanía parece estar despertando y apoyando la defensa del voto como nunca
antes se había visto.
El tortuguismo del Instituto Estatal Electoral
de Puebla la pasada madrugada del lunes presagiaba lo que está pasando: más
escándalos, más violencia, confusión y demás. ¿Hasta cuándo?
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