Por Alejandro Mario Fonseca
Visité por primera vez Acatlán de
Osorio a inicios de los años 80. Las
imágenes de aquél pueblo de la mixteca poblana aún están frescas en mi memoria:
una mezcla impresionante de pobreza y belleza.
Para mí, todavía un chilango
acostumbrado a las “comodidades del urbanismo moderno” de la Ciudad de México,
fue todo un descubrimiento que la pobreza pueda estar acompañada de un
bellísimo arte popular: la alfarería.
Sin embargo, algo que pudo haberse
convertido en un centro de exportación de clase mundial, está en crisis. El
neoliberalismo le pegó durísimo a este pueblo alfarero. Hoy está en decadencia.
Natural o bruñido, el barro es una artesanía
típica que enfrenta su posible extinción ya que el poco comercio y los tiempos
difíciles llevan a muchos a dejar el oficio para buscar trabajos con los que
pueden solventar la manutención de sus familias.
Así los barrios de La Palma, San
Rafael y San Gabriel, recintos de los gremios artesanales resguardan a los
ahora pocos creadores de cientos de piezas que han sido trabajadas totalmente a
mano con técnicas que datan de casi un siglo de practicarse, que rescatan el
uso de materiales que la misma naturaleza ofrece, y que han sido
habilidosamente manejados por los artesanos del lugar. (Cfr. TramoyamBlog).
Mercado de artesanías de Acatlán de Osorio Puebla |
Una
artesanía viva, que “se me pego”
Vivía en Tonantzintla en la Quinta
Tlapanco, que convertida en dos casas, compartía con mi vecino Humberto, un
ingeniero que trabajaba para el gobierno. Un fin de semana que coincidimos sin
nada que hacer, me invitó a conocer Acatlán de Osorio. Vas a quedar encantado,
me dijo.
Y así fue, después de visitar varios
talleres familiares, compré tan sólo dos artesanías: pude haber comprado más
porque los precios, cuando compras sin intermediarios, son bajos. Pero también
sucedió algo inusitado.
Ya había comprado un sol de barro
bellísimo que todavía conservo en el comedor de la casa. Y ya en el último
taller que visitamos me topé con una pieza pequeña de 40 centímetros de alto
que representaba un animal mitológico prehispánico, que “se me pegó”.
Era una representación de una especie
de equino bicéfalo, que portaba en sus espaldas a dos creaturas de la mitología
mexica, entre humanos y ratones, sonriendo. El alfarero nos explicó que se
trataba de los famosos “chaneques” o diablillos traviesos.
Y si, literalmente la pieza artesanal
se “me pegó”, porque al tomarla para observarla de cerca, le rompí una oreja y
a pesar del precio (que era alto) me vi obligado a comprarla. Otro amigo,
antropólogo, me explicó que el equino bicéfalo era una representación de un Dios
mixto que incluía el bien y el mal, parecido al Dios egipcio Abraxas.
Abraxas: un
Dios “seductor”
Ya había sabido algo sobre Abraxas,
cuando en mi adolescencia leí Damián de
Hermann Hesse. Según la novela, Abraxas es un Dios que une simbólicamente
lo divino con lo infernal, lo bueno con lo malo, la vida con la muerte, ese
fuego filosofal que une al hombre con la mujer.
Venera las dos partes, es la unión
sagrada, es la ambigüedad de la existencia. Hesse nombra a este Dios con la
siguiente cita: "El pájaro rompe el
cascarón. El huevo es el mundo. El que quiere nacer tiene que romper un mundo.
El pájaro vuela hacia Dios. El Dios es Abraxas."
Según la Wikipedia, la palabra Abraxas (cuyo significado y
etimología son desconocidos) era un término que se grababa en ciertas piedras
antiguas, llamadas Piedras Abraxas, y que las
sectas gnósticas solían usar como talismán.
Se creía que Abraxas era el nombre de un Dios que representaba
el Bien y el Mal, un Dios y deidad adorada
representante del fuego. Como ya dije, Abraxas fue también considerado un Dios
egipcio.
Y es muy probable que la palabra abracadabra, que utilizan brujos y hechiceros fuera derivada
de tal nombre, aunque existen algunas otras explicaciones al respecto. En fin,
aunque se sabe muy poco de sus orígenes, resulta una deidad muy “seductora”.
Las dos
caras de AMLO
No faltó quien, de mis amistades me
sugiriera deshacerme de mi Abraxas mexica.
Alguien muy católico, pero también lleno de prejuicios, dogmas, supersticiones
y temores, me aconsejó que me deshiciera de esa “representación diabólica”, que
me iba a “traer grandes calamidades”.
Le cuento todo esto amable lector,
porque ahora que Andrés Manuel López Obrador es un “cuasi presidente” con mucho
poder aún antes de tenerlo, parece haberse transformado en un ser mitológico
muy poderoso, que empieza a mostrar su verdadero carácter mixto de bondad y de
maldad.
Utilizando la metáfora de Abraxas lo
que tendríamos sería a un “presidente” ya no tan bueno como el que presumió que
sería durante su campaña. Ya no va cumplir todo lo que prometió. Además siempre
supimos que no iba a ser tan fácil.
Sus principales ofertas fueron la
pacificación, el combate frontal a la corrupción, austeridad, el NO rotundo al
nuevo aeropuerto, la construcción inmediata de dos nuevas refinerías y la
reparación de las que dejaron de operar o que operan a muy baja capacidad.
Todas estas propuestas y otras, ahora
están siendo revisadas por técnicos especialistas y todo apunta a que serán
reformuladas, algunas postergadas y otras de plano descartadas. Ya veremos.
No va ser
tan fácil
También algunos de sus futuros funcionarios dejan mucho que desear en
términos de sus antecedentes éticos. Y ya no se diga de no pocos de los futuros
jefes electos en las cámaras legislativas y en
los gobiernos.
Y todo esto por no hablar de la
geopolítica, es decir de los compromisos y reveses que se están teniendo en
cuanto a la monumental deuda externa y al Tratado de Libre Comercio. A lo que
hay que sumar la deuda interna y la que dejan no pocos de los gobiernos
estatales y municipales.
Así que lo más seguro es que muy
pronto tendremos un presidente que, cual Abraxas
mexica será “adorado” por muchos y “temido” y hasta “odiado” por muchos
otros. AMLO no podrá contar con la barita mágica que le permita con un abracadabra cumplir sus promesas.
Pero con lo que sí cuenta es con una
legitimidad inobjetable, respaldada por más de 30 millones de votos. Y con una
fe inquebrantable basada en la esperanza. Y esto, por lo pronto, lo protege de
las supersticiones y de los malos presagios.
Y ya para terminar, le cuento que mi Abraxas mexica, aquella joya artesanal tan
bella que “se me pegó” en Acatlán de Osorio, se hizo añicos resbalándose de una
mesita debido al terremoto del 19 de septiembre de 1985. Así que la “mala vibra”
que me presagiaron los supersticiosos, así como llegó, así se fue.
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