viernes, 24 de agosto de 2018

Las “mentiras” de AMLO

Alejandro Mario Fonseca
¿Por qué mentimos? Todos mentimos de alguna manera, casi siempre conscientemente, pero también lo hacemos  inconscientemente. No me vaya a decir amable lector que usted no miente, o todavía peor que jamás ha mentido, porque no es cierto.
Como decía Alexandre Koyré el famoso filósofo e historiador de la ciencia, francés de origen ruso, que también trabajó en los Estados Unidos: todos mentimos. Incluso para mucha gente mentir es un hábito enfermizo, una adicción.
Es innegable que el hombre ha mentido siempre. Se ha engañado a sí mismo y a los otros. Ha mentido por placer, por el placer de ejercer la sorprendente facultad de «decir lo que no es» y crear, gracias a sus palabras, un mundo del que es el único responsable y autor.
También ha mentido para defenderse: la mentira es un arma; es el arma privilegiada de quienes se encuentran en una situación de inferioridad o de debilidad, que al engañar a su adversario se reafirman y se vengan de él. (Cfr. La función política de la mentira moderna; Pasos Perdidos; 2015).
Así que la mentira sirve para muchas cosas, incluso para hacer el bien. Y cuando nos hacemos el bien a nosotros mismos, se llama racionalización.

Andres Manuel Lòpez Obrador

El concepto de racionalización
El concepto de racionalización se lo debemos a los psicólogos, se trata de un hábito que consiste en  consolarnos e impresionar a otros mediante una estampa de nosotros mismos, de nuestros motivos, amigos, vocación, religión, país, etc., que se parece más a lo que querríamos que fueran que a lo que son.
Racionalizamos cuando pensamos que nuestra competencia tiene más éxito que nosotros debido a engaños y trucos que despreciamos. En el terreno de la política, el dirigente de un partido que no es el nuestro, siempre va a ser un demagogo, un charlatán.
El país enemigo es el antro de los monstruos, mientras que el nuestro es el de héroes admirables a toda prueba. La mujer a la que amamos es un ángel, excepto por lo que se refiere a la fragilidad humana. La racionalización con prudencia es necesaria, nos permite un equilibrio emocional.
El concepto de racionalización llevado al terreno de la economía, de la sociología y de la ciencia política, nos permite entender cabalmente porque hay tanta confrontación de proyectos, de ideas, de valores, juicios y demás.
Y es que las ciencias sociales así son, es muy difícil distanciarse del punto de vista propio. Siempre que intentamos interpretar actitudes humanas, especialmente de hombres que están alejados de nosotros, corremos el riesgo de interpretarlos mal.

Trump y Maduro dos grandes mentirosos
Pero cuando en lugar de racionalizar, mentimos y amenazamos para salirnos con la nuestra, el resultado es catastrófico, sumamente conflictivo. Pero además sí el que lo hace cuenta con poder, los resultados son impredecibles. Tan sólo observemos a Donald Trump.
De lo que estoy hablando es de los políticos mentirosos. Y aquí viene una de las claves que nos permite entender por qué la sinrazón está tomando el lugar de la razón tan fácilmente en estos tiempos tan aciagos de principios del siglo XXI que nos tocó vivir.
La ciencia moderna había traído consigo dos creencias, que a veces flaquean: la creencia en el progreso infinito del saber; y la creencia en el avance infinito hacia la mejoría social y moral. Y flaquean porque tendemos a racionalizar.
Entonces cuando la racionalización la practican hombres poderosos, se convierte en un arma: en una mentira que engaña a muchos, que destruye, que lleva a pueblos enteros a la miseria.
Nada más irracional de lo que está sucediendo en la Venezuela de nuestros días. ¿Cuántas mentiras del presidente Maduro aguantaran todavía los venezolanos? Yo creo que ya muy pocas.
Otro caso todavía más grave es el de Donald Trump. Se la pasa diciendo mentiras en su escaso lenguaje de Twiter y no hay quien lo pare. Pero en su caso, se trata del presidente  de él todavía mayor imperio del mundo, los Estados Unidos, y mientras los grandes empresarios del petróleo y de las armas lo sigan apoyando, tenderemos que soportarlo.

La función política de la mentira
Pero quiero volver a citar al filósofo Koyré, porque a él le tocó vivir el totalitarismo de Stalin en su natal Rusia:
Nunca se ha mentido tanto… En efecto, cada día, cada hora, cada minuto se lanzan torrentes de mentiras sobre el mundo. La palabra, los escritos, la prensa, la radio… todo el progreso técnico se ha puesto al servicio de la mentira.
El hombre moderno —nos referimos de nuevo al hombre totalitario— durante toda su vida se encuentra inmerso en la mentira, La función política de la mentira moderna respira mentiras, está sometido a la mentira.
En cuanto a la calidad de la mentira moderna —nos referimos a su calidad intelectual—, ha evolucionado en sentido inverso a su extensión, algo que resulta fácilmente comprensible.
La mentira moderna —y esta es la característica que la distingue— se produce en serie y se dirige a la masa. Ahora bien, toda producción de masas, toda producción destinada a la masa y, en especial, la producción intelectual, está obligada a rebajar su nivel, de tal manera que, si no hay nada más refinado que la técnica de la propaganda moderna, tampoco hay nada más burdo que el contenido de sus aserciones que revelan un desprecio total y absoluto por la verdad.

Las “mentiras” de AMLO
Discúlpeme usted por haberme ido al ejemplo extremo del totalitarismo estalinista para hablar de la función política de la mentira, pero las grandes calamidades que ha sufrido la humanidad resultan especialmente didácticas y esclarecedoras de lo que vivimos no sólo en México, sino en el mundo entero.
Y es que hoy en día el cuasi gobierno de Andrés Manuel López Obrador parece estar cayendo en la trampa de las “mentiras” que le dieron más de 30 millones de votos. Pero estrictamente hablando no fueron mentiras, sino racionalizaciones basadas en la verdad: su verdad.
El mundo de AMLO es un mundo de buenas intenciones, que sin embargo peca de optimista. Y lo más seguro es que muchas de sus ofertas de campaña se queden a medias en el mejor de los casos; y muchas otras tendrán que esperar mejores tiempos.
¿Porqué? porque a final de cuentas el problema de fondo va ser de recursos. México está “medianamente” en bancarrota y a este tema hay que dedicarle la atención que se merece.

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