Alejandro Mario Fonseca
Cuando vamos de compras o al cine,
nos dirigimos a los centros comerciales cercanos a Cholula. Antes teníamos que
ir a Puebla. Primero abrieron Cruz del
Sur (hará unos 20 años, quizás), luego Plaza
San Diego, ya más cercano; y el año pasado Explanada Puebla, aquí en Momoxpan, pegadito al periférico.
Y en el camino, en los cruceros
importantes, donde es necesario parar unos minutos, los automovilistas nos
convertimos en clientes de todo tipo de vendedores ambulantes, de artesanos y
hasta de cirqueros y payasos.
Montados de tráileres hondureños llegan a Puebla. Foto MTP Noticias. |
También hay quienes simplemente piden
limosna. Un caso interesante es el de un señor ya mayor que se presenta
sonriente, limpio y hasta de traje,
pidiendo apoyo para no sé qué beneficencia.
Últimamente, tendrá unos dos o tres
años a este ejército de pedigüeños se han sumado centroamericanos, principalmente
hondureños. Se diferencian de los mexicanos porque su lenguaje es cariñoso: le
dicen a uno “ayúdame con unas monedas padrecito, es para comer algo”.
Algunos de estos últimos, a cambio de
lo que uno les quiera dar, ofrecen una pequeña artesanía, flores o pajaritos
hechos con hojas de palma o con los residuos de una lata de cerveza. A mí me
gustan esas pequeñas obras de arte.
Un paraíso
natural convertido en infierno
La población de Honduras supera los
9 millones de habitantes, dedicada en su mayor parte a las actividades
agropecuarias, además del comercio, manufacturas, y servicios públicos entre
otras actividades.
El país es multicultural. Consta de
cuatro grandes familias étnicas: los blancos (mestizos) son la mayoría. Y
aunque minoritarios, todavía sobreviven
algunos pueblos indígenas. También hay
criollos de habla inglesa.
El territorio de Honduras es muy
accidentado, lo forman altas filas de montañas, elevadas planicies, valles
profundos en los que se encuentran llanos extensos y fértiles cruzados por ríos
más o menos caudalosos y algunos navegables.
Todo lo cual contribuye a su
rica biodiversidad. Se estima que en Honduras existen unas
8000 especies de plantas, alrededor de 250 de reptiles y anfibios, más de
700 especies de aves y 110 especies de mamíferos, distribuidos en las
diferentes regiones.
Pues bien, éste paraíso natural se ha
convertido en las últimas tres décadas en un verdadero infierno: la pobreza
extrema y la violencia hacen que miles de hondureños, sino es que millones,
busquen salir de su país.
Y mal informados o hasta manipulados
ahí están las grandes caravanas de hondureños que cruzan México, esperando
llegar a la frontera norte en busca del sueño americano; muchos se quedan en el
camino. ¿Qué fue lo que pasó?
El
neoliberalismo
Durante la primera mitad del siglo XX
las empresas estadounidenses, como la United Fruit Company, la Standard
Fruit Company y la Cuyamel Fruit Company, dominaron la economía hondureña,
estableciendo enormes plantaciones de banano a lo largo de la costa norte.
Se trató de una alianza de la
oligarquía hondureña con las grandes empresas mencionadas que a fines de los
años 50 se vio desafiada por huelgas de trabajadores y por el levantamiento de
jóvenes reformistas militares.
Tras la asamblea constituyente del
57, el país vivió una serie de golpes de estado y una guerra fronteriza con El
Salvador (la “Guerra del Futbol”) que impidieron la consolidación de la
democracia.
Luego del triunfo de los Sandinistas
en Nicaragua y la inestabilidad política en El Salvador, el presidente de
Estados Unidos, Ronald Reagan, decidido a no tolerar regímenes socialistas
en la región, vio en Honduras la plataforma perfecta para el lanzamiento de una
contrarrevolución.
Las elecciones de noviembre de 1989
favorecieron al candidato del Partido Nacional, Rafael Leonardo Callejas:
el neoliberalismo sentaría sus reales en Honduras. Durante su gobierno, Callejas
implementó en el país las primeras políticas de
corte neoliberal diseñadas por el Fondo Monetario Internacional y el
Banco Mundial.
Una
república bananera por excelencia
En marzo de 1990 entró en vigor la
ley de Ordenamiento Estructural a través de la cual se devaluó la moneda y se
redujeron las barreras arancelarias, entre otras medidas. Este experimento,
tuvo efectos bastante negativos para la economía del país.
En 2006 por la vía electoral llegó a
la presidencia el liberal Manuel Zelaya. Y una vez en el poder,
protagonizó un inesperado viraje: gobernó con una política de izquierda, se
alejó de Washington y entró en tratos petroleros con el venezolano Hugo
Chávez.
Su siguiente proyecto, era abrir un
proceso constituyente a la imagen de Venezuela, lo que ocasionó la enemistad
con los poderes tradicionales del país, políticos conservadores, grandes
empresarios, iglesias, instituciones de la sociedad civil, judicatura; quienes,
con el apoyo del ejército, destituyeron a Manuel Zelaya y declararon ilegal su
encuesta.
Los militares secuestraron a Zelaya y
lo expulsaron del país. El Congreso eligió para sustituirle al también
liberal Roberto Micheletti. Este hecho fue calificado como "golpe de
estado" por la comunidad internacional y dividió al país entre los que
resistían al golpe de Estado, y los que lo apoyaban.
A finales del 2009, en medio de esta
crisis, Honduras celebró sus elecciones y resultó ganador el candidato del
tradicional derechista y conservador Partido Nacional, Porfirio Lobo Sosa,
un empresario agrícola, del departamento de Olancho, un demagogo que articula
un discurso centrista y conciliador.
Una dura
lección para México
Lobo recibió un país resquebrajado, y
altamente polarizado, en lo político, social y económico, y sometido además a
la “observación democrática” de la comunidad internacional.
Y así fue como Honduras regresó a ser
lo que desde la primera mitad del siglo XX
se conoce como república bananera:
un país en la extrema pobreza, inestable, corrupto y poco democrático que se
mueve al vaivén de los intereses extranjeros y de las mafias del narcotráfico.
Si le sirve de consuelo a alguien,
los mexicanos no estamos tan mal como los hondureños, pero las diferencias no
son tan grandes, Guerrero, Oaxaca y Chiapas se le parecen mucho.
Ese es el gran desafío al que se
enfrenta el gobierno de la 4 T de AMLO: políticas públicas viables y
responsables que logren sortear la amenaza norteamericana siempre presente.
Por ello es que el desenlace de la
última embestida del bully Trump fue todo un éxito, que hay que celebrar. Aunque
no le guste a la oposición, AMLO actuó con prudencia y responsabilidad: el
futuro de México está en juego.
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