martes, 25 de junio de 2019

Cholula: ¿Finalmente nos hacen caso?

Alejandro Mario Fonseca
Dos temas articulan la sugerente trama de El disparo de argón: la mirada y la ciudad. Un espacio les sirve de vínculo: la clínica de ojos del doctor Suárez.

El edificio levantado por Suárez pretende servir a la vista, a la visión y a la salud. Pero este ideal ocurre en un México donde el tráfico de órganos es una variante de la economía informal.

Suárez no puede ser localizado; el gran profeta de la vista se ha vuelto invisible. Su discípulo Fernando Balmes debe buscar el hilo que lleve al maestro.

Todo lo que pasa por sus ojos se somete al rigor del oftalmólogo hasta que algo nubla su horizonte: una mujer altera el cristal con que mira el mundo y una trama de sombras lo adentra en un país donde la urgencia no es curar los ojos sino venderlos.

Esta es la sinopsis de la editorial Anagrama, que publicó la novela de Juan Villoro, que tiene una extraordinaria reputación como novelista, cuentista, ensayista y cronista.



Calles de Cholula Puebla

La ciudad de México como protagonista
El disparo de argón, publicada en 2006 es una obra maestra, una novela que ensancha los límites del sentido y ayuda a comprender la realidad dispersa de las ciudades, (Diego Gándara, La Razón).

Fue la primera que yo leí de Villoro. Me encantó su trama que para mí, todavía villamelón de la crítica literaria, resultaba policiaca. Sí usted no sabe de toros, un villamelón es un profano que habla con aire de suficiencia de lo que no entiende.

Así que recurro a un especialista,  Fabienne Bradu de Letras Libres (31 enero 2006),  que apunta que se trata de una novela ecologista, que critica el irrefrenable y caótico crecimiento de la ciudad de México.

Para Bradu, más que hablar de urbanismo, el tema sería la estética de lo inacabado: un paisaje de incontables varillas que erizan cualquier construcción como un signo ambiguo de negligencia y de promesa de un incierto crecimiento futuro.

 La estética de lo inacabado, que frente a las ciudades europeas (que corresponden a una estética histórica) sería el signo de una vitalidad tercermundista, del vigor de un proceso incontenible, incluso de una salud que sospechosamente tomaría las apariencias de la enfermedad.

Villoro escribió la novela hace más de 20 años  y su crítica a La Ciudad de México hoy vale también para Guadalajara, Tijuana, Puebla y Monterrey entre otras; que incluye a sus zonas conurbadas, que crecen desenfrenadamente.


¿Hacia dónde va Cholula?
Para estos expertos de la estética, México es una ciudad en continuo proceso, de crecimiento, un caos que día a día verifica sus mutaciones en la imposibilidad de fijarse en un mapa definitivo, en un retrato perdurable.

Y como yo vivo en Cholula, paso a la crítica desde lo local. Y no sólo hablo de San Pedro Cholula, sino de todos los pueblos conurbados de la ciudad de Puebla.

Prácticamente estamos siendo tragados por la ciudad capital. Ahí vienen inexorablemente el cemento, las varillas, ladrillos, asfalto y demás, que poco a poco se van  tragando a pueblos tradicionales de vocación agrícola y artesanal.

Ya lo he criticado hace años, soy uno de los damnificados de ese monstruo llamado México, que sigue creciendo y devorando todo lo que se encuentra a su paso, por eso hace más de 40 años me vine a vivir a Puebla y después a Cholula.

Qué lástima que los poblanos y sobre todo sus políticos, empresarios y demás “hombres ilustres”, que son los que toman las decisiones, no hayan hecho nada para evitarlo.

Ahí vamos como mansos borregos entregándonos a la hecatombe ecológica. Y es que “nuestros líderes” no quieren ver la realidad, lo único que les interesa es la oportunidad del puesto, están enfermos de poder y de dinero.


Todavía estamos a tiempo
¿Qué estoy exagerando? A ver explíquenme porqué Cholula sigue creciendo a base de desarrollos urbanísticos cerrados, esas pequeñas colonias rodeadas de grandes bardas electrificadas con vigilancia propia, jardines privados y demás servicios exclusivos.

Verdaderos “bunkers” aislados de los peligros de la ciudad abierta. Los bunkers para los poderosos, para la clase política y para los nuevos ricos; la ciudad abierta para los pobres.

No tengo nada contra los nuevos ricos, y que bueno que tengan suficiente dinero para pagar mayor seguridad, es señal de que todavía hay riqueza y  desarrollo; el problema es que también crece el número de pobres y para ellos está la ciudad abierta, con todos sus peligros.

Y llegados a este punto, entramos al tema de la seguridad. El desarrollo urbano caótico, sin planeación conlleva inseguridad. Pero hay buenas noticias, el alcalde Arriaga acaba de anunciar una “nueva estrategia de seguridad”.

Anunció que instaron más de 480 cámaras de vigilancia por toda la ciudad, y lo más interesante es que los ciudadanos vamos a poder interactuar con ellas por medio del celular; y lo mejor: “habrá respuesta inmediata por parte de la policía”.

Me gustó la presentación de la “nueva estrategia” (llevamos años proponiéndola) que circuló El Quetzal en las redes de Internet. Está bien, sin embargo en la parte final en la que ofrecen un ejemplo de su aplicación, nomás no vimos nada.


Hagan las cosas bien
Sé que la urbanización continuará. ¿Por qué? Pues porque en el mismo gobierno municipal participan la familias interesadas en el negocio. Sin embargo, hay que insistir en  el compromiso que adquirió MORENA con los pueblos agrícolas: no los dejen morir, apóyenlos en serio.

¿Qué hacer? Pues por los menos oblíguenlos a que conserven el 50% del suelo como área verde. Ah, y que los nuevos colonos también participen con el plan de seguridad: que se solidaricen con la ciudad abierta.

Y para que no fracase la “nueva estrategia de seguridad” deben recurrir sobre todo a la juventud. Implementar simulacros en los que participen los estudiantes de secundaria y preparatoria.
Organización ciudadana es la clave. Espero sinceramente que el alcalde Arriaga se esté tomando todo esto en serio y que no se trate de simulación.

Finalmente le cuento que recientemente leí en familia El libro salvaje de Villoro reeditado por FCE en 2017. Un texto para niños, cuyo objetivo es precisamente fomentar en los pequeños el gusto por la lectura.

También les recomiendo el último artículo de Juan Villoro en el diario Reforma, Nosotros somos el muro (14/06/17). Me dio mucho gusto coincidir con él en la crítica que le hice a AMLO sobre su postura ante la nueva afrenta de Trump.

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