viernes, 28 de junio de 2019

El 17 de marzo de 2019, AMLO decretó el fin del neoliberalismo en México.

Alejandro Mario Fonseca
Veo con tristeza,… no más bien con enfado, que la polémica sobre el “neoliberalismo” continúa, es el pan de cada día. A mí, que apoye con todo la candidatura de López Obrador, ahora me tachan de neoliberal porque me atrevo a criticarlo.

Y no puedo hacer otra cosa, lo primero que tiene que hacer un periodista o comentarista, o como quieran llamarme, es ser honesto consigo mismo. Apoyé a López Obrador porque lo conozco, porque sé que es íntegro, y esa es una especie rara en nuestro país.

Y también sé que es un hombre bien preparado, perseverante y responsable. Pero eso no quiere decir que esté de acuerdo con él en todo. Reitero que no me gusta su plan petrolero, lo veo anclado en el pasado; tampoco me gustan algunos de sus colaboradores, entre otras cosas.

Y también es cierto que vote por el Dr. Enrique Cárdenas para la gubernatura de Puebla, aquí lo hice público. Y por ello hubo quienes además de tacharme de neoliberal, me etiquetaron de fi fi.

¿Qué sucede? Pues que la gente (la mayoría), no se informa, no lee, no investiga. Pero también tienen que ver mucho las redes sociales. El “tsunami morenista” continua, y cualquier crítica a AMLO, fundada o no, inmediatamente recibe una andanada de memes de todo tipo, muchos insultantes.

AMLO decreto el fin del neoliberalismo en México

El liberalismo sigue siendo un proyecto
Lo que hay que entender es que la historia política no es una lucha de ángeles en el éter, según leyes geométricas eternas; y lo más importante, que sus derivaciones lineales pueden tener una importancia limitada y hasta peligrosa.

El dogmatismo no sirve de nada en el análisis político, o en todo caso sirve muy poco. Por eso es que a mí me gusta más utilizar el método weberiano del tipo ideal, y luego contrastarlo con distintas versiones de la realidad.

Por ejemplo, en mi artículo anterior hable del liberalismo de Benito Juárez para intentar una crítica positiva del proyecto de la 4 T de AMLO. Y creo que quedó claro que ni Juárez, ni AMLO, eran liberales puros.

Insisto, lo que intenté hacer ver es que la República Liberal Democrática, el experimento de Juárez, con una verdadera división de poderes, con elecciones limpias, con libertad de prensa, etcétera, fracasó;  y sigue siendo un proyecto.

Con el triunfo de la Revolución de 1910, en la nueva Constitución se refrendaron los ideales liberales, pero con la corrección de todo aquello que los harían realidad: las leyes agrarias, las laborales y las de educación principalmente.

Hasta el cardenismo todo iba más o menos bien, pero después vendría el abuso presidencialista, que a la par de la industrialización, poco a poco iría degenerando en, despilfarro y corrupción.


El neoliberalismo
A pesar de todo, México pudo contar con un sistema de educación y de salud, aceptables y financiados con recursos públicos. La Ley Laboral aunque a medias, también dio frutos. Los mexicanos pudimos contar con una especie limitada de bienestar social, que había que profundizar.

Surgió una clase media creciente que muy pronto se hizo más crítica del sistema. ¿Por qué?, porque la pobreza y la ignorancia persistían principalmente en el México rural que fue abandonado a su suerte.

El primer campanazo, la primera llamada de atención la dimos los estudiantes y las clases medias en 1968. Fue un movimiento libertario de rebeldía a nivel mundial, que en México tuvo un desenlace trágico: la Matanza de Tlatelolco.

Después, con el boom petrolero vino la oportunidad de profundizar el exiguo Estado de Bienestar y de reencausar una auténtica democracia. Sin embargo los recursos fueron dilapidados: la corrupción desenfrenada, el endeudamiento, la devaluación y las crisis se hicieron recurrentes.

Pero vendría la apertura comercial. Se bajaron los aranceles y se inició la decadencia del imperio norteamericano, que para darle oxígeno a su economía recurrió a la globalización: voltearon a ver a México. País que además les ofrecía como atractivo adicional el de un mercado negro para la compra de drogas y para la venta de armas. Paralelamente sentarían sus reales la violencia y la inseguridad.

 Salinas desmanteló lo poco que quedaba de bienestar social, la educación y la salud públicas se desplomaron. Vendió las paraestatales, la banca y todo lo que pudo. Surgió una nueva y pequeña élite de empresarios que se enriquecieron de la noche a la mañana. Se creó el Tratado de Libre Comercio.


Una herencia muy compleja
Día con día AMLO nos lo recuerda: el neoliberalismo trajo muchos males. Yo entiendo que al presidente le gana la prisa, sus desplantes los veo más como retórica; el problema está en que para sus detractores más “cultos” son el anuncio del autoritarismo. Por eso él los tacha de fifís.

¿Y quiénes son sus principales detractores? Pues aquellos que se beneficiaban de la corrupción: los aviadores, los dueños de empresas fantasmas, la burocracia inflada y simuladora, los capos de la droga, los chayoteros de la comunicación, etcétera, etcétera.

Por desgracia hay neoliberalismo para rato. La ratificación del TLC (ahora T-MEC) era obligada: significan millones de puestos de trabajo; pero la buena noticia es que ahora tendrán que estar mejor pagados.

La tarea de la 4 T de AMLO es doble: dignificar el T-MEC y desmantelar las redes de corrupción heredadas: administrar un México de dos motores, el moderno y el de la austeridad.

Haber decretado desde la presidencia el fin del neoliberalismo, no es otra cosa más que retórica. AMLO como buen politólogo es experto en retórica.


La retórica de AMLO
La retórica es una disciplina transversal a distintos campos del conocimiento: la ciencia  y la técnica, la literatura, la ciencia política, la publicidad, el periodismo, las ciencias de la educación, las ciencias sociales, el derecho, e incluso los estudios bíblicos, etc.

Su objetivo es el de estudiar y sistematizar procedimientos y técnicas de utilización del lenguaje, puestos al servicio de una finalidad persuasiva, añadida a su finalidad comunicativa.

AMLO domina la retórica a la perfección, a tal grado de que contra viento y marea mantiene una base popular de apoyo muy amplia. A esto se le puede llamar populismo, pero lo necesita.

En suma, las tareas que se impone la 4 T de AMLO son de una complejidad extrema; además de sortear las amenazas de Trump, se viene lo más delicado: el ajuste de cuentas con los responsables de la mega corrupción. Y sin apoyo popular todo esto sería de plano imposible.

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