Alejandro Mario Fonseca
Durante los últimos meses, más bien años, los mexicanos hemos
vivido una polémica no muy clara sobre el famoso neoliberalismo que “tanto daño ha hecho a nuestro país”. Sin
embargo hay una gran confusión conceptual.
En varias ocasiones, desde esta
columna yo he tratado de explicar de qué se trata, pero siento que debo
insistir. Es un concepto clave para entender el proyecto de la 4 T de AMLO.
Y para entender qué es el neoliberalismo, debemos entender primero
qué es el liberalismo clásico, en su
variante mexicana, es decir el que enarbolaron Don Benito Juárez y sus
colaboradores.
Benito Pablo Juárez García fue un
abogado y político mexicano, de origen zapoteca, presidente de México en varias
ocasiones, del 21 de enero de 1858 al 18 de julio de 1872. Hoy lo conocemos
como el Benemérito de las Américas.
Más allá del mito del Juárez diabólico que despojó a la Iglesia
Católica de “sus bienes”, lo que en realidad él y sus hombres querían era
liberar al pueblo mexicano de la ignorancia, de la intolerancia y traer equidad
entre todos.
Neoliberalísmo en México |
Dar al César
lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios
El más
radical era Don Melchor Ocampo, Masón
del rito escocés, que propuso una medida drástica: “cambiar la religión de los
mexicanos.”
Pero hubo un liberal todavía más allá
en sus acciones, Don Sebastián
Lerdo de Tejada: invitó a venir a México a los pastores
protestantes de EUA, habiendo proliferado estas religiones desde entonces y
hasta a la fecha en el país.
Es decir, los reformadores no eran
ateos, como indica el mito popular. Eran hombres con profundas ideas de fe y
con algo más que eso, conocían a fondo el Evangelio y sabían que ahí, en el
Evangelio, se encuentra la fuerza necesaria para cambiar una nación.
Las Leyes de Reforma no son otra cosa
que: “dar al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios”. Ahí está el
Meollo del Asunto. Pero profundicemos un poquito más en la historia.
¿Quiénes eran realmente los
liberales? ¿Por qué ratificaron las medidas de Maximiliano, e incluso algunos
de ellos colaboraron con el Imperio? ¿Por qué finalmente triunfaron?
Eran hombres obstinados, más
pragmáticos que idealistas, que implementaron un complejo tejido de alianzas y
que se vieron favorecidos por la geografía política, el despunte de los Estados
Unidos como nueva potencia mundial.
Su mayor realización fue la República Restaurada, etapa experimental
(1867-1876) en la que ensayaron un sistema político liberal, cuya mayor
significación histórica es la consolidación del liberalismo como mito
unificador, cuyos ecos llegan hasta nuestros días.
Las
aspiraciones de los mestizos
Una de las causas determinantes de la
Independencia fue la oposición entre criollos y españoles. Pero los mestizos
también jugaron un papel importante: buscaron un estatuto social, económico y
político propio, convirtiéndose en la porción más viva y dinámica de la
sociedad.
El orden conservador significaba la
legitimación de las jerarquías sociales, por eso es que los mestizos optaron
por la República liberal, democrática; aunque lo que verdaderamente les
interesaba era el poder no la democracia.
Sobre el proyecto liberal, la tesis
de Octavio Paz (El espejo indiscreto)
parte de que la tradición española no ofrecía elementos ni principios que
pudieran servir para resolver el doble problema al que la nueva nación se
enfrentaba: el de la vida independiente y el de la modernización.
El primero consistía en encontrar la
forma política y la organización social que debían adoptarse; el segundo en
elaborar un programa viable que le permitiera al país, penetrar al fin, en
aquella modernidad a la que España le había impedido el ingreso.
Paz llega a la conclusión de que la
ideología liberal no fue una verdadera solución para las aspiraciones mestizas:
La geografía
política fue determinante
El
nacionalismo de los republicanos era una
superficial imitación del nacionalismo francés; el federalismo (copia del
norteamericano) era un caciquismo disfrazado; su democracia, la fachada de la dictadura.
En lugar de monarcas tuvimos dictadores.
El cambio de
ideología tampoco se tradujo por un cambio de las estructuras sociales y, menos
aún, de las psíquicas. Cambiaron las leyes, no los hombres ni las relaciones de
propiedad y dominación.
Durante las
guerras civiles y exteriores del siglo XIX la aristocracia criolla fue
desplazada por los grupos mestizos. El ejército fue la escuela de los nuevos
grupos dirigentes. El régimen se apoyó en la fuerza militar y buscó y obtuvo la
protección de las potencias extranjeras, especialmente de los Estados Unidos.
La carrera
imperial de la república norteamericana coincide, en su primera parte, durante
la segunda mitad del siglo XIX, con el afianzamiento del régimen liberal
mexicano, que no tardó en transformarse en dictadura.
La
revolución liberal, iniciada en la Independencia, no resultó en la implantación
de una verdadera democracia, ni en el nacimiento de un capitalismo nacional,
sino en una dictadura militar y en un régimen económico caracterizado por el
latifundio y las concesiones a empresas y consorcios extranjeros, especialmente
norteamericanos.
La nueva
Restauración de la República
Así que la República Restaurada fue
un experimento de nueve años en que Don Benito Juárez y sus liberales
fracasaron. Y es que a México le faltó una base social que la hiciera posible:
éramos un país de campesinos indigentes y analfabetos, en el que la clase media
era minúscula.
Entonces vendría el Porfiriato, que
desembocaría en la Revolución de 1910. Y esta última, aunque con variantes iría
en pos de la misma idea de los liberales de Juárez: convertir a México en una
nación moderna; y aunque a medias, también fracasaría.
A nuestro país le urge un verdadero Plan de modernización y eso es lo que
está intentando el nuevo gobierno del Presidente López Obrador. Los obstáculos
siguen siendo los mismos de siempre.
Y de todos, los principales son la
ignorancia y la pobreza de nuestro pueblo; y la amenaza de los norteamericanos.
¿Y con qué los está enfrentando AMLO? Con lo más valioso de la herencia
juarista: la Austeridad Republicana.
Aunque no nos convenza del todo, la Cuarta Transformación de México va y
debemos apoyarla cada quién desde nuestra trinchera. Tal vez sea nuestra última
oportunidad.
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