martes, 17 de marzo de 2020

Donald Trump: a tambor batiente

Alejandro Mario Fonseca
¿Qué dicen los psiquiatras y los psicólogos de Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos? Si usted entra a la red, se va a encontrar con una gran cantidad de artículos dedicados al tema. Como un ejemplo, voy a lo que dice el Dr. Juan Ramón de la Fuente, ex rector de la UNAM y toda una autoridad en la materia.

Su crítica data del 18/4/2016 publicada en El Universal, antes de que Trump fuera candidato del partido republicano; y sigue siendo válida. De la Fuente no duda en tacharlo de narcisista. No voy a repetir aquí todo lo que dice sobre los rasgos de la enfermedad narcisista, tan sólo pongo el acento en lo que sería el punto débil del magnate:

Su enfermedad “...puede ser también su flanco más vulnerable, detrás de una personalidad narcisista hay habitualmente una persona insegura, acomplejada, vengativa, pero frágil al fin y al cabo”. ¿Qué hacer ante alguien así?

De la Fuente recomienda “lo primero es no enojarnos, las reacciones viscerales de sus adversarios lo fortalecen. Lo desnuda más la burla que la injuria. El ridículo puede ser su peor escenario. En el momento en que pierda su confianza se apagará su energía. Pero no va a ser fácil vencerlo”.

Y es que el  tratamiento para éste mega narcisista es un baño de realidad. Para eso están los asesores, los buenos asesores, el problema es cuando en lugar de cumplir cabalmente su papel, se convierten en comparsas aduladores.
Donald Trump: a tambor batiente

Trump: un irresponsable mega narcisista
Lo que se puede ver con toda contundencia, es que no va  haber nadie que le haga ver la realidad. Su enfermedad es todavía peor, es un irresponsable narcisista que ya en la cima del imperio ha ido enloqueciendo más y más.

Paul Krugman escribió antier en El País,  Un cataclismo para los planes de Trump (13/3/2020) un ensayo que deberíamos conocer y difundir, en resumen dice: lo que vimos en su discurso fue una absoluta incapacidad para ponerse a la altura de la crisis del coronavirus. Y sí, sus argumentos son contundentes, juzgue usted.

Donald Trump ha tenido suerte en todo. Solo ha afrontado una crisis no provocada por él —el huracán María— y aunque su chapucera respuesta favoreció una tragedia que mató a miles de ciudadanos estadounidenses, las muertes se produjeron fuera de cámara, lo que le permitió negar que hubiera ocurrido algo malo.

Ahora, sin embargo, nos enfrentamos a una crisis mucho mayor con el coronavirus. Y la respuesta de Trump ha sido incluso peor de lo que sus detractores más duros podrían haber imaginado. Ha tratado una amenaza urgente como si fuese un problema de relaciones públicas, combinando la negación con frenéticas acusaciones a los demás.

Su Gobierno no ha proporcionado el requisito más básico para cualquier respuesta a la pandemia: pruebas generalizadas para hacer un seguimiento de la difusión de la enfermedad.

No ha aplicado las recomendaciones de los expertos en sanidad y se ha dedicado a imponer absurdas prohibiciones de viajar a los extranjeros, cuando todo indica que la enfermedad ya está muy instalada en Estados Unidos.


Entre la complacencia y la histeria
Y su respuesta a las repercusiones económicas ha oscilado entre la complacencia y la histeria, con una fuerte mezcla de amiguismo.

Es un misterio por qué el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, normalmente un organismo muy competente, no ha proporcionado en absoluto recursos para efectuar pruebas generalizadas de coronavirus durante las primeras fases de la pandemia, tan cruciales.

Pero es difícil evitar la sospecha de que la incompetencia está relacionada con la política, quizá con el deseo por parte de Trump de restar importancia a la amenaza. Según Reuters, el Gobierno ha ordenado a los organismos sanitarios que traten todas las deliberaciones sobre el coronavirus como información reservada.

 No tiene sentido, y es de hecho destructivo desde el punto de vista de la política pública; pero tiene perfecto sentido si el Gobierno no quiere que la ciudadanía sepa de qué modo sus acciones están poniendo en peligro la vida de los estadounidenses.

En todo caso, está claro lo que deberíamos hacer ahora que ya debe de haber miles de casos en todo Estados Unidos. Necesitamos ralentizar la difusión de la enfermedad creando “distancia social” —prohibiendo las reuniones grandes, animando a quienes puedan hacerlo a trabajar desde casa— y poniendo en cuarentena los puntos con más casos de contagio.

Tal vez esto no baste para impedir que enfermen decenas de millones de personas, pero extender la pandemia en el tiempo ayudaría a prevenir la sobrecarga del sistema sanitario, reduciendo enormemente el número de fallecidos. Pero en su discurso, Trump casi no ha hablado de eso; sigue actuando como si fuera una amenaza que los extranjeros están trayendo a Estados Unidos.


Lo único que le interesa es reelegirse
Y en lo que respecta a la economía, Trump parece fluctuar de día en día —incluso de hora en hora— entre las afirmaciones de que todo va bien y las exigencias de estímulos enormes y mal concebidos.

Su grandiosa idea para la economía es una completa moratoria del impuesto sobre la renta. Según Bloomberg News, les dijo a los senadores republicanos que quería que la moratoria se extendiera “hasta las elecciones de noviembre para que los impuestos no volvieran a cobrarse antes de que los votantes decidan si él mantiene o no su cargo”.

Sería una medida enorme. Los impuestos sobre la renta suponen el 5,9% del PIB. En comparación, el estímulo de Obama en 2009-2010 llegó a un máximo del 2,5% del PIB. Pero estaría muy mal enfocado: grandes exenciones para los trabajadores con buenos salarios, y nada para los desempleados o aquellos sin baja médica remunerada. ¿Por qué hacerlo de este modo?

Después de todo, si el objetivo es poner dinero en manos de los ciudadanos, ¿por qué no enviarles cheques? Al parecer, los republicanos no pueden concebir una política económica que no adopte la forma de una rebaja de impuestos.

Trump también quiere supuestamente proporcionar ayuda a sectores específicos, entre ellos el petróleo y el esquisto, una continuación de los esfuerzos de su Gobierno por subvencionar los combustibles fósiles.
Por favor lea el artículo completo en El País. Yo propongo, siguiendo el consejo del Dr. De la Fuente, que no hay que enojarnos sino burlarnos de él. Trump está como el niño de El tambor de hojalata (de Günter Grass): se trata de un “niño” que decide rebelarse contra la realidad; así que muy probablemente el coronavirus sea su tumba política.

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