Alejandro Mario Fonseca
Publio Virgilio Marón nació en el año 70 a. C.
conocido por su nombre,
Virgilio, fue el poeta romano, que escribió la Eneida. Resulta interesante que Dante
Alighieri, uno de los padres del Renacimiento Humanista, en su obra cumbre, La
Divina Comedia, lo haga aparecer como su guía a través del Infierno y
del Purgatorio.
Virgilio estudió en Mantua, Cremona, Milán, Roma y Nápoles;
así que se mantuvo siempre en contacto con los círculos culturales más notables
de su época. Estudió filosofía, matemáticas y retórica, y se interesó por la
astrología, medicina, zoología y botánica.
De una primera etapa influido por
el epicureísmo, evolucionó hacia un platonismo místico, por lo
que su producción se considera una de las más perfectas síntesis de las
corrientes espirituales de Roma.
Fue el creador de una grandiosa obra
en la que se muestra como un fiel reflejo del hombre de su época, con sus
ilusiones y sus sufrimientos, a través de una forma de gran perfección estilística.
AMLO con el G 20. Foto: El Universal |
Para Virgilio la ética era
primordial: en su lecho de muerte, encargó quemar la Eneida, seguramente
porque deseaba desvincularse de la propaganda política de Augusto.
(Cfr. Wikipedia).
Cuidado con
los cacos
En la Eneida aparece Caco, que
significa ladrón, diestro; también significa hombre cobarde. Desde niño supe
que caco es el abusivo, el que le
quita los dulces o los juguetes al otro niño. Ya un poco mayor aprendí a
utilizar el término como apodo despectivo, pero también admirativo: caco es el que sabe robar.
Caco es el monstruoso ladrón de
ganado que aparece en el capítulo VIII
de la Eneida, que trata de su
captura y muerte, en manos de Alcides (Hércules), hijo del rey Anfitrión.
Veamos algunos párrafos:
Aquí estuvo
la gruta, escondida en vasto abrigo, que la figura terrible del medio humano
Caco ocupaba inaccesible del sol a los rayos, y siempre estaba tibio el suelo de sangre reciente y de sus soberbias
puertas pendían cabezas humanas, pálidas de triste podredumbre. Era Vulcano el
padre de este monstruo: con inmensa mole avanzaba arrojando sus negras llamas
por la boca.
Mas quiso un
día la ocasión satisfacer nuestro deseo y brindarnos ayuda y la llegada de un
dios. Y el gran vengador orgulloso de la muerte del triple Gerión y sus
despojos, Alcides, llegó trayendo hasta aquí, vencedor, los toros enormes, y
llenaban sus bueyes el valle y el río.
Pero la
mente fiera del ladrón Caco, por nada dejar de crimen o engaño sin osar o
probar, sacó de sus pesebres cuatro toros de hermosa figura y otras tantas
novillas con mejor aspecto, y a todos ellos, para no dejar huellas de la marcha
de sus pasos, arrastrados por la cola a la cueva y con las marcas de las patas
al revés, los ocultaba el raptor en su ciega guarida; ninguna señal llevaba al
que buscase a la cueva.
Estamos
ávidos de héroes
Mientras
tanto, cuando ya sus ganados saciados sacaba de sus corrales el hijo de
Anfitrión y preparaba la marcha, mugieron al partir los bueyes y se llenó el
bosque entero de sus quejas y con tal clamor dejaban las colinas.
Con su voz
contestó una de las vacas y en la vasta caverna mugió y, aun guardada, defraudó
la esperanza de Caco. Entonces la cólera de Alcides se inflamó de furia y de
negra bilis: coge sus armas y la maza cargada de nudos, y se marcha corriendo a
lo alto del monte elevado.
Vieron en
ese momento por vez primera los nuestros a Caco temblar y con ojos turbados:
escapa al punto más rápido que el Euro y busca su gruta; el terror en sus pies
puso alas. Cuando se encerró y liberó las cadenas rompiendo el enorme peñasco
que colgaba con hierros y el arte paterna y protegió con su mole la firme
entrada, aquí llega el Tirintio con ánimo furioso y toda la entrada recorre,
llevando aquí y allá su mirada, los dientes rechinando.
Así apareció
la gruta y sin techo la enorme morada de Caco, y se abrieron del todo las
sombrías cavernas, no de otro modo que si el suelo, abierto por completo por
alguna fuerza, ofreciera las mansiones infernales y mostrase los pálidos
reinos, odiosos a los dioses, y desde lo alto se viera el inmenso abismo, y
temblasen los Manes por la luz recibida.
Así pues,
pillado de improviso por el resplandor repentino, y encerrado en su cavo
peñasco y rugiendo como nunca, Alcides lo acosa desde arriba con sus dardos y
echa mano de todas sus armas y ramas y piedras le arroja como de molino. El
otro, que ya no puede escapar del peligro, de sus fauces ingente humareda
(asombra decirlo) vomita y en ciega calígine envuelve la casa ocultando su
visión a los ojos, y llena su gruta de una noche de humo con tinieblas
mezcladas de fuego.
AMLO hace su
debut en el mundo y lo hace muy, pero muy bien.
No lo
aguantó Alcides y él mismo se lanzó de cabeza a través del fuego, por donde más
espeso el humo agita sus ondas y bulle la enorme cueva de negra niebla.
Sorprende aquí a Caco en las tinieblas vanos incendios vomitando y lo abraza en
un nudo y lo ahoga con los ojos fuera y seca de sangre la garganta.
Se abre al
punto la negra mansión arrancadas sus puertas, y las vacas robadas y el botín
negado con perjurio se muestran al cielo y por los pies el informe cadáver es
arrastrado. No pueden hartarse los corazones de mirar los ojos terribles, el
rostro y el velludo pecho de cerdas de la fiera, y los fuegos apagados de sus
fauces.
Es irresistible intentar una analogía
con lo que sucede en el ambiente de pánico por la pandemia del corona virus.
Hordas de energúmenos robando a diestra
y siniestra. ¿Qué sucede? No veo al héroe Alcides
ni en los alcaldes ni en los gobernadores.
Lo que sí veo y eso me llena de orgullo
es a nuestro Presidente participar en la cumbre (virtual) del G 20 de una
manera inusitada sosteniendo su proyecto de la 4 T a nivel mundial.
Sí, Andrés Manuel López Obrador puso el
acento en los más vulnerables. En el fondo no es otra cosa que un asunto ético
en el tratamiento de la pandemia. Lo más importante es que la voz de México sonó
mundialmente para poner en alerta, a todos, sobre las personas que están
desprotegidas y que nadie había volteado a ver.
“Tiene que
darse un trato humanitario, no especulativo”, pidió López Obrador. Y así
cerró su mensaje: “Ánimo, vamos
a vencer con la fraternidad universal”.
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