jueves, 13 de abril de 2017

¿Por qué practico Yoga?

Por Alejandro Mario Fonseca

De entrada, hay que decir que el Yoga constituye uno de los grandes eventos culturales de la historia de la humanidad; una de las grandes aportaciones de la milenaria cultura hindú para el bienestar del ser humano, que en los tiempos que nos tocó vivir,  se está convirtiendo en paradigma de la salud y de la felicidad humanas.
Y al decir esto ya de inmediato estoy en problemas porque nos encontramos ante una disciplina compleja, caracterizada tanto por rasgos antiguos, como por su relanzamiento en el mundo moderno, apoyada por los avances en casi todas las disciplinas científicas.
La pervivencia del yoga a lo largo de más de treinta siglos denota una gran fortaleza cultural, prácticamente es una disciplina consustancial al desarrollo de la historia humana.
Es más, hasta podría escribirse una historia alternativa de la humanidad basada en la empatía (una de  las características culturales básicas de la cultura hindú y del yoga), es decir, basada en la comunicación afectiva, en oposición a las historias guerreras clásicas a las que estamos acostumbrados. 

Yoga

Pero lo que me interesa  destacar en primer lugar, son los rasgos mitológicos y religiosos que aún conserva  y que si no los estudiamos con suficiente cuidado y discernimiento, pueden empañar el esclarecimiento conceptual que me he propuesto.

Nada que ver con el espiritismo, la brujería o la adivinación
La confusión es tan grande, que para algunos experimentados instructores, el yoga es una especie de  práctica subordinada a los preceptos, mitos y creencias del hinduismo o de otras religiones afines. O al menos eso pareciera cuando abuzan de las metáforas, que por cierto son muy abundantes en los textos clásicos del yoga.
Me refiero a leyendas y supersticiones fuertemente arraigados,  como por ejemplo  la de la re encarnación o en general a aquellas vinculadas con el determinismo astrológico.
O lo que es todavía peor, hablando de los practicantes yoguis de nuestro país, nos encontramos ante no pocos que sostienen una amalgama confusa de conceptos, mitos y creencias, tomados tanto de la tradición judeocristiana como de las religiones orientales.
Esta situación es muy delicada porque un instructor de yoga, como todo profesor o maestro, es toda una autoridad en la materia para sus practicantes y alumnos, sobre todo cuando se trata de una disciplina  en la que los beneficios son inobjetables y casi inmediatos.
Entonces el practicante toma muy en serio todo lo que dice el instructor, de allí el enorme peligro de utilizar metáforas y alegorías sin el suficiente cuidado.  Tenemos que ser muy claros, el yoga no tiene nada que ver ni con el espiritismo, ni con la brujería, ni con la adivinación.
Antes de continuar, quiero dejar claro que a pesar de mi condición de ateo  no estoy en contra de las religiones, es más, las veo como necesarias para la sana convivencia en el mundo moderno.

El Yoga requiere de una sólida base ética
Así que, sí usted no cuenta con una sólida formación filosófica, le recomiendo la religión, y todavía más, la entrega incondicional a Dios, como una de las alternativas básicas para la práctica correcta del yoga.
¿Por qué? Porque el yoga requiere para su práctica correcta y saludable, de una base moral, con principios éticos bien cimentados.
Y estos últimos son muy difíciles de conseguir en la actualidad: la fe religiosa es una excelente alternativa. Pero de aquí a considerar al yoga como una religión, o aventurarse a una conceptualización que incluya preceptos religiosos, mitológicos o de otro tipo, hay una enorme distancia.
Pero el yoga tampoco es una ciencia, aunque en nuestros tiempos está viviendo una explosiva expansión, apuntalada por las disciplinas científicas modernas, principalmente aquellas vinculadas a la medicina en lo particular y la salud en lo general.
Y no es una ciencia porque su objeto de estudio no es el descubrimiento de leyes de comportamiento, ni mucho menos la formulación de teorías científicas racionales, objetivas, sistematizadas, etcétera.
No, no es una ciencia aunque nos ayuda a conocernos a nosotros mismos a través de observaciones, experimentos, experiencias y pruebas (el método científico).
Nos hace conocernos de manera más objetiva aunque el camino en un principio sea el de la subjetividad, además de indicarnos cómo hay que aplicar el yoga.

Es una filosofía que se apoya tanto en la religión como en la ciencia moderna

Pero como dice el maestro Iyengar: “…para gustar de ese conocimiento hemos de practicar como cualquier artista que dedica y consagra su tiempo a su búsqueda.”
Llegados a este punto, permítaseme utilizar una larga cita de una conferencia del mimo Iyengar:
 “…el yoga es el arte de la educación para alcanzar la realización del Sí-mismo. Todos vivimos en la munificencia de la naturaleza, que consiste en la flora y la fauna, que, si se explotan con moderación, están ahí para nuestro correcto disfrute”.
“La práctica del yoga con habilidad, ejecutada mediante esfuerzos repetidos y guiada por principios de los que mana  la belleza creativa con la expresión de la verdadera felicidad dentro de uno mismo, se convierte en conocimiento subjetivo”.
“El yoga, como conocimiento subjetivo, es arte. Cuando se aprende yoga bien, resulta tan nutritivo y sabroso como la comida sana. Expresa el ser interior del practicante refinando su cuerpo, consciencia y sí-mismo. Vive en ello como si la tierra fuese el cielo.”
Sin embargo, el yoga es mucho más que un arte o una simple estética, es algo que los incluye y que además se apoya en la religión y en la ciencia moderna: es una revolucionaria propuesta filosófica.
Y es que la filosofía no tiene por qué ser algo alejado del arte de vivir. Hay que ser muy claros, el yoga como toda filosofía no pretende tan sólo darnos lecciones de moral, sino ayudarnos a cada uno de nosotros a convertirnos en dueños de nosotros mismos, en nuestros únicos jueces: el maestro ya lo llevamos dentro, es necesario descubrirlo. (Continuará)
Bibliografía: B.K.S. Iyengar; La luz del Yoga; Kairós; 1995

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