lunes, 23 de julio de 2018

La Cuarta Transformación de México: difícil pero no imposible

Alejandro Mario Fonseca
Para quienes estamos interesados en la política, no hay nada tan apasionante como el teatro político. A principios de los años 70 del siglo pasado tuve la suerte de participar en un grupo experimental de teatro.
Montamos varias obras y fue una experiencia muy gratificante porque aun cuando no nos convertimos en artistas, sí nos volvimos aficionados al teatro, cosa que para los chilangos resultaba posible y hasta barato gracias a instituciones como la UNAM y el INBA.
Entre los clásicos del teatro político destaca Calderón de la Barca, uno de los grandes exponentes del Siglo de Oro español. Una de sus obras que resulta de sorprendente actualidad es En la vida todo es verdad y todo es mentira.
En Trinacria, Focas es el padre atormentado que debe resolver el enigma que le angustia: encuentra dos jóvenes salvajes, de los cuales uno es su hijo y el otro es el hijo del emperador Mauricio, su desaparecido enemigo al que derrotó y usurpó el trono. Ante el peligro que se plantea para su propia sucesión, tendrá que averiguar cuál de los dos es su hijo o matar a ambos.

Conago respalda a Andres Manuel Lopez Obrador.
 Una vida vale más que un reino
Un sucesor y un enemigo potencial, la duda y la certidumbre, la razón de Estado y la legitimidad, el amor y el odio hacen de esta obra una de las más grandes expresiones del teatro político.  Esta es la sinopsis de una obra nada sencilla como usted podrá ver.
Se trata de una trama alegórica construida sobre una obsesiva estructura de dos miembros en la que el autor levanta un vibrante retablo cargado de simbología que rehúye toda pretensión de verosimilitud realista.
De un refinado dispositivo escénico donde las imágenes, las palabras y la música se amalgaman en los cuerpos transfigurados de los actores. Los románticos alemanes lo llamaron teatro total. Es una  obra eminentemente política que aborda abiertamente la cuestión de la legitimidad del poder y de la razón de Estado.
 La tesis que se desprende del drama, contraria a la teoría maquiavélica que recomienda al gobernante que se valga de cualquier medio, lícito o ilícito, para lograr sus objetivos políticos, se decanta hacia las doctrinas probabilistas, defensoras de favorecer al acusado en caso de ausencia de culpabilidad; el principio jurídico in dubio pro reo. Heraclio, el príncipe legítimo lo enunciará con claridad: “una vida vale más que un reino”. (Cfr. Ernesto Caballero, Festival de Artes Escénicas de Alcalá de Henares, 2012).

La incertidumbre electoral
Un drama filosófico, emparentado con La vida es sueño, donde la problemática barroca entre apariencia y realidad se encarna en la figura del tirano Focas, incapaz a lo largo de toda la obra de alcanzar una certidumbre que oriente sus acciones.
Esa suspensión de juicio irá abismando al protagonista en un creciente estado de desasosiego que le llevará a recurrir a las artes del mago Lisipo para que disponga una representación dentro de la representación y así poder vislumbrar alguna evidencia capaz de aquietar su ánimo.
Y acaso no fue eso precisamente lo que hemos vivido los mexicanos desde el año 2000, en estos tiempos de supuesta “democracia”. Una farsa política en la que no supimos qué era verdad ni qué era mentira.
¡Todavía peor! En las farsas electorales ni siquiera sabíamos quién era quién. La izquierda y la derecha se confundían, los candidatos iban y venían de un partido a otro o se volvían “independientes”, y lo peor, todos se acusaban entre sí de los peores ilícitos. La partidocracia ya estaba en decadencia.
Y es que después de 18 años de total desasosiego, frustrados por la traición del panista Vicente Fox, en quien muchos habíamos confiado, y habiendo apostado por la democracia y la honradez, quedamos paralizados por la duda y caímos prácticamente en la incertidumbre total.

Los brujos encuestadores
Pero fuimos muchos los que no bajamos la guardia, fueron 18 terribles años en los que vivimos como esquizofrénicos una transición democrática que no cuajaba, que parecía más un engaño que enmascaraba la profundización del neo liberalismo y de la corrupción desenfrenada.
Ya no sabíamos bien a bien cómo orientar nuestro voto, estábamos prácticamente en la incertidumbre total. ¿A quién le creíamos? Estábamos como Focas en La vida es sueño, en total desasosiego, paralizados por la duda. Muchos al no saber por quién votar decidieron anular su voto a sabiendas de que era todavía peor no participar.
Otros desesperadamente recurrieron a los brujos, a los magos encuestadores, como Lisipo para que les montara una farsa dentro de la farsa y los ayudara a dilucidar quién de los candidatos  era el legítimo, el que de verdad se merecía llegar al poder.
 Y cuando les preguntábamos a ellos, a los candidatos  ¿quién de ustedes está dispuesto a renunciar  al reino por la vida? ¿Quién está dispuesto a renunciar al dinero, a la corrupción, a la impunidad, por el bienestar social? ¿Quién de ustedes es Heraclio? Para rematar la farsa, todos contestaban: ¡Yo!
Pero había una excepción, la honradez y perseverancia del tabasqueño Andrés Manuel López Obrador y de su pequeño grupo de seguidores por fin darían frutos. El hartazgo generalizado y la esperanza de la juventud traerían consigo un tsunami electoral llamado MORENA.

MORENA el tsunami electoral
Y así fue como la legitimidad y la razón de Estado empezó a retomar sus cauces naturales. La legitimidad de los votos, la de las urnas finalmente tuvo que ser respetada. Los jóvenes y las mujeres salieron a votar y en una jornada electoral nunca vista por fin llegó la democracia.
Y la razón de Estado, que no es otra cosa más que  las medidas excepcionales que ejerce un gobernante con objeto de conservar o incrementar la salud y fuerza de un Estado, tuvo que dar paso al valor superior de los derechos humanos y colectivos.
Ya más que una razón de Estado era la irracional supervivencia de una mafia depredadora que después de una larga decadencia se acerca a la extinción. Y mientras tanto AMLO se enfrentará a la difícil tarea de desmontar la estructura de poder heredada. Tarea nada sencilla pero no imposible.
Y como el cambio se avizora radical, la responsabilidad, la prudencia y la austeridad serán el mejor camino para recuperar poco a poco la seguridad y la justicia social.
Insisto, la Cuarta Transformación de México se avizora difícil pero no imposible: la participación ciudadana será indispensable. Sin una participación ciudadana efectiva la excepcional oportunidad histórica que se nos ofrece, puede resultar efímera. ¿Usted qué opina?

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